sábado, 11 de diciembre de 2010

Cristianismo: el triunfo del fanatismo y la intolerancia.

Durante sus tres primeros siglos de historia, el cristianismo se aprovechó de la tolerancia religiosa que predominaba en el imperio romano para, subterráneamente, ir creciendo a costa de los demás cultos, particularmente del judaísmo (Deschner). A partir del momento, en el siglo IV, en que el cristianismo se erige como religión dominante, gracias al emperador criminal y parricida Constantino, el cristianismo se enfrasca en una violenta misión, que duraría siglos y aún continúa en la actualidad, por erradicar por completo cualquier rastro de las religiones previas.

Comienzan siglos de terribles persecuciones a judíos, "herejes" y paganos. Comienza la quema de personas, el asesinato de los sacerdotes de las religiones paganas exterminando familias enteras, la destrucción de templos paganos y sinagogas, de bibliotecas fabulosas como la de Alejandría... Por cada iglesia existente el cristianismo ha derruido un templo pagano. Muchas iglesias cristianas fueron construidas sobre las ruinas todavía humeantes de antiguos templos paganos. Es incalculable todo el dolor, sufrimiento y atrocidades que el cristianismo ha producido para imponerse en el mundo, y que todavía sigue generando en la actualidad con esa plaga nefasta que son los misioneros y, más recientemente, las ONG cristianas, encargados de extender esa peste que es el cristianismo.

Toda la tolerancia que el cristianismo reclamó del imperio romano (que lo consideraba, al igual que al judaísmo, religio licita) se convirtió en una atroz intolerancia para con los demás cultos. Las religiones politeístas, por su propia naturaleza, son mucho más tolerantes que las monoteístas, que son intolerantes por naturaleza ("Sólo me adorarás a Mí, tu único Señor", se repite cientos de veces en esa colección de mitos y disparates que es la Biblia). El dios de las religiones monoteístas es un dios celoso, cruel, rencoroso, vengativo. En las religiones politeístas cada cual es libre de rezarle especialmente al dios que más le agrade; las personas en los sistemas politeístas acostumbran incluso a ver en las divinidades de los demás cultos formas de sus propias deidades y no es raro que terminen rindiéndoles culto. Realmente cuando se adoran muchos dioses, adorar uno más no resulta ningún problema. El triunfo del cristianismo supuso el final de la tolerancia y la victoria del fanatismo; largos y oscuros siglos de violencia y terror fueron el legado del cristianismo al mundo occidental.