La Biblia es divertidísima, en ella encontramos dos elementos esenciales que son la violencia y el sexo: masacres, genocidios perpetrados por Dios, terribles baños de sangre, matanzas, limpiezas étnicas y los relatos eróticos más calientes. Veamos como se lo montó Lot con sus dos hijitas:
«Así fue que, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, acordóse Dios de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba.
Empero Lot subió de Zoar, y asentó en el monte, y sus dos hijas con él; porque tuvo miedo de quedar en Zoar, y se alojó en una cueva él y sus dos hijas.
Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra:
Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservaremos de nuestro padre generación.
Y dieron a beber vino a su padre aquella noche: y entró la mayor, y durmió con su padre; mas él no sintió cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó.
El día siguiente dijo la mayor a la menor: He aquí yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre generación.
Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche: y levantóse la menor, y durmió con él; pero no echó de ver cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó.
Y concibieron las dos hijas de Lot, de su padre.
Y parió la mayor un hijo, y llamó su nombre Moab, el cual es padre de los moabitas hasta hoy.
La menor también parió un hijo, y llamó su nombre Ben-ammí, el cual es el padre de los ammonitas hasta hoy.» Génesis 19:29-38.
Maravilloso y muy caliente relato de incesto que nos ofrece la Biblia. Una hermosa sesión de sexo duro entre Lot y sus preciosas y calientes hijas. Nótese cómo Dios, que es el único autor de la Biblia, las personas que escribieron los distintos libros que la componen actuaron bajo inspiración divina y fueron meros vehículos, se esfuerza en poner el énfasis en que el santo varón de Lot en ningún momento fue consciente de estar cometiendo incesto, ni cuando inseminó a su hija mayor, ni a la noche siguiente cuando montó a su hija menor. Si debemos culpar a alguien Dios pretende que culpemos a las mujeres que son las que actuan con maldad y perfidia. Repetimos: si es que hay que culpar a alguien, dado que en este pasaje Dios nos está diciendo que el incesto está bien, para Dios no hay nada de malo en que un hombre y sus hijas forniquen.
viernes, 31 de diciembre de 2010
Mulier taceat in ecclesia.
Mulier taceat in ecclesia, que calle la mujer en la iglesia, primera epístola de Pablo a los corintios (1 Cor. 14:34). Son palabras nada menos que de san Pablo, una figura de primera magnitud para el cristianismo (su auténtico fundador de acuerdo con Nietzsche). Si una autoridad tan grande como san Pablo dice que las mujeres deben estar calladas tiene que ser verdad; lo dice la Biblia, palabra revelada de Dios: las mujeres a callar y a fregar, sometidas a los dictámenes del marido, como Dios manda. «Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar una mujer en la iglesia.» 1 Cor. 14:35. Es decir, las mujeres en la iglesia calladitas, y si no entienden alguna cosa que se la pregunten al marido al llegar a casa, pero que no molesten ni interrumpan que es cosa deshonesta. San Pablo dixit. Amén.
El feminismo es anticristiano.
En la Biblia, palabra revelada de Dios y por lo tanto verdad absoluta lo cual ha sido tomado muy en serio por la Iglesia que ha torturado y quemado durante siglos a todo aquel que se ha atrevido a cuestionarla, se dice que Dios creó al hombre tomando un pedazo de barro al que dió forma e insufló vida. Dios creó al hombre en primer lugar, no creó a hombre y mujer al mismo tiempo. Eso significa que primero está el hombre y en segundo lugar la mujer, la mujer ocupa un lugar secundario. Además Dios creó a la mujer sólo cuando vio que no era bueno que el hombre estuviese sólo; de modo que la mujer ocupa un lugar secundario y subordinado al hombre. Por si fuera poco la Biblia nos dice que Dios para crear a la mujer tomó una costilla del hombre, es decir, la mujer no sólo ocupa un lugar secundario y subordinado al hombre sino que es un subproducto o forma imperfecta de éste. Dios no creó a la mujer de la misma sustancia de la que creó al hombre, no tomó otro pedazo de barro e hizo a la mujer. Si Dios hubiese querido colocar a hombres y mujeres en un plano de igualdad, como pretende el feminismo, los hubiese creado al mismo tiempo y de la misma sustancia. El feminismo va en contra de la palabra de Dios que es la Biblia, es por tanto una ideología anticristiana que va en contra de Dios.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Furcias y rameras como modelos para imágenes de vírgenes y santas cristianas.
Fra Filippo Lippi pintó a la monja Lucrecia Buti (más tarde su mujer, después de raptarla en 1456) con su hijo en la figura de María con el niño Jesús. Durero eternizó a las concubinas del cardenal de Maguncia, Alberto II (1514-1545), Catalina Stolzenfels y Ernestina Mehandel, como hijas de Lot, y Lucas Cranach a Ernestina como "santa Úrsula", así como Grünewald a Catalina en la figura de "santa Catalina en las bodas místicas". Durante una procesión cristiana el arzobispo Alberto de Magdeburgo paseó a una cortesana puesta en andas como "figura viviente".
Fuente: Deschner, Karlheinz. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana.
Fuente: Deschner, Karlheinz. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Nietzsche II.
«¿Pero no lo comprendéis? ¿No tenéis ojos para ver algo que ha necesitado dos milenios para alcanzar la victoria?... No hay en esto nada extraño: todas las cosas largas son difíciles de ver, difíciles de abarcar con la mirada. Pero esto es lo acontecido: del tronco de aquel árbol de la venganza y del odio, del odio judío -el odio más profundo y sublime, esto es, el odio creador de ideales, modificador de valores, que no ha tenido igual en la tierra-, brotó algo igualmente incomparable, un amor nuevo, la más profunda y sublime de todas las especies de amor: ¿y de qué otro tronco habría podido brotar?... Mas ¡no se piense que brotó acaso como la auténtica negación de aquella sed de venganza, como la antítesis del odio judío! ¡No, lo contrario es la verdad! Ese amor nació de aquel odio como su corona, como la corona triunfante, dilatada con amplitud siempre mayor en la más pura luminosidad y plenitud solar; y en el reino de la luz y de la altura ese amor perseguía la victoria, el botín, la seducción, con el mismo afán, por así decirlo, con que las raíces de aquel odio se hundían con mayor radicalidad y avidez en todo lo que poseía profundidad y era malvado. Ese Jesús de Nazaret, evangelio viviente del amor, ese "redentor" que trae la bienaventuranza y la victoria a los pobres, a los enfermos, a los pecadores, ¿no era él precisamente la seducción en su forma más inquietante e irresistible, la seducción y el desvío precisamente hacia aquellos valores judíos y hacia aquellas innovaciones judías del ideal? ¿No ha alcanzado Israel, justamente por el rodeo de ese "redentor", de ese aparente antagonista y liquidador de Israel, la última meta de su sublime ansia de venganza? ¿No forma parte de la oculta magia negra de una política verdaderamente grande de la venganza, de una venganza de amplias miras, subterránea, de avance lento, precalculadora, el hecho de que Israel mismo tuviese que negar y que clavar en la cruz ante el mundo entero, como si se tratase de su enemigo mortal, al auténtico instrumento de su venganza, a fin de que "el mundo entero", es decir, todos los adversarios de Israel, pudieran morder sin recelos precisamente de ese cebo? ¿Y por otro lado, se podría imaginar en absoluto, con todo el refinamiento del espíritu, un cebo más peligroso? ¿Algo que iguale en fuerza atractiva, embriagadora, aturdidora, corruptora, a aquel símbolo de la "santa cruz", a aquella horrorosa paradoja de un "Dios en la cruz", a aquel misterio de una inimaginable, última, extrema crueldad y autocrucifixión de Dios para salvación del hombre?... Cuando menos, es cierto que sub hoc signo Israel ha venido triunfando una y otra vez, con su venganza y su transvaloración de todos los valores, sobre todos los demás ideales, sobre todos los ideales más nobles.»
Friedrich Nietzsche. La genealogía de la moral.
Friedrich Nietzsche. La genealogía de la moral.
jueves, 16 de diciembre de 2010
Nietzsche I.
«Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de todas las corrupciones imaginables, [...] ella ha negado todos los valores, ha hecho de toda verdad una mentira, de toda rectitud de ánimo una vileza. [...] Yo digo que el cristianismo es la gran maldición, la gran corrupción interior, el gran instinto de venganza, para el que ningún medio es demasiado venenoso, secreto, subterráneo, bajo; la gran vergüenza eterna de la humanidad [...].»
Friedrich Nietzsche. Citado en Deschner, Karlheinz. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana.
Friedrich Nietzsche. Citado en Deschner, Karlheinz. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
El origen del mito de Jesucristo.
Salvador Freixedo autor, entre otras, de las siguientes obras: El cristianismo, un mito más, Defendámonos de los dioses y Por qué agoniza el cristianismo.
Algunas citas de lo dicho por Freixedo en el vídeo:
«El cristianismo es un budismo occidentalizado.»
«Teología es sinónimo de mitología.»
«Sólo tras abandonar los jesuitas fue cuando empecé a profundizar en la teología.»
Menciona a dos autores:
Kryvelev, autor de un libro titulado Historia atea de las religiones.
Henri de Lubac, autor de Budismo y cristianismo.
Más información
lunes, 13 de diciembre de 2010
El mito de la persecución de los primeros cristianos.
Lo que sigue a continuación es una transcripción literal de lo dicho en el vídeo:
«Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado.» George Orwell.
En el año 1763 Voltaire, uno de los padres de la Ilustración, escribe su Tratado sobre la tolerancia, en el que dedica tres capítulos enteros a cuestionar la persecución de los primeros cristianos, uno de los pasajes de la literatura cristiana al que mejor provecho le han sabido sacar los líderes de esta religión a lo largo de los tiempos. Entre otras cosas, lo que llevó a Voltaire a plantearse la veracidad de estas persecuciones fueron las propias persecuciones que los propios cristianos llevaron contra otros credos religiosos o contra escisiones del cristianismo.
Uno de los acontecimientos históricos que más impactó a Voltaire fue la matanza de la noche de San Bartolomé en el año 1572 conocida también como la matanza de los hugonotes, en la que los católicos franceses asesinaron a sangre fría a más de diez mil calvinistas en todo el país por considerarles una amenaza política para sus intereses. Voltaire se preguntaba: ¿Cómo es posible que una religión que supuestamente sufrió una persecución tan cruenta se dedique ahora a perseguir y asesinar a miles de personas simplemente por no comulgar con sus creencias? ¿No será el cristianismo una religión intolerante y violenta por naturaleza? ¿Y no será el carácter intolerante e intransigente de los primeros cristianos para con otros credos el causante de que algunos de ellos fueran ejecutados por las autoridades romanas? Unas ejecuciones que más tarde serían magnificadas y mistificadas por la literatura cristiana con el objeto de hacer creíble la idea de que el cristianismo se extendió debido a su carácter de religión verdadera, y no por sus crímenes y tropelías cometidas contra otros cultos.
Voltaire nos pone el ejemplo de San Poliuto, considerado mártir por los cristianos, que sería ejecutado, como tantos otros supuestos mártires, por motivos bien diferentes a sus creencias religiosas. Dice Voltaire: «Consideremos el martirio de San Poliuto, ¿fue condenado sólamente por su religión? Va al templo, en el que se rinden a los dioses acciones de gracias por la victoria del emperador Decio, insulta en el propio templo a los sacrificadores, derriba y rompe los altares y las estatuas... ¿En qué país del mundo se perdonaría semejante atentado?»
Veamos, por ejemplo, lo que decía Maquiavelo en el capítulo quinto de sus Discorsi, sobre los métodos empleados por el cristianismo para imponerse entre las masas: «Cuando surge una nueva creencia su primera preocupación es extinguir a la anterior. Esto se ve observando el comportamiento de la religión cristiana con la gentil, pues anuló todo recuerdo de la antigua teología. Perseguían todos los recuerdos antiguos, quemando las obras de poetas e historiadores, derribando imágenes y estropeando cualquier otra cosa que conservase algún signo de antigüedad.»
Las propias escrituras, consideradas como sagradas por cristianos y judíos, dan testimonio de la naturaleza violenta e intolerante de ambas creencias. Un ejemplo ilustrativo es aquel pasaje de la Biblia en el que Moisés ordena asesinar a miles de sus seguidores por adorar a un becerro de oro, al considerar este culto como una desviación de sus enseñanzas. «Moisés, viendo que el pueblo estaba sin freno, gritó: cíñase cada uno su espada sobre su muslo, pasad y repasad el campamento de la una a la otra puerta y mate cada uno a su hermano, a su amigo, a su deudo.»
Por otra parte a Voltaire, gran conocedor de la civilización romana, no le parecía lógico que una cultura tan tolerante con las religiones fuera tan cruel con una de ellas, tan minoritaria y desconocida con la cristiana. Suetonio (70-140), en tiempos de Adriano decía: «Los cristianos no se distinguían entonces de los judíos a los ojos de los romanos»; por lo que para Voltaire no es creíble que Nerón descargase su furia por el incendio de Roma contra aquellos que apenas conocía. Pero escuchemos las palabras del propio Voltaire: «Entre los romanos, desde Rómulo hasta los tiempos en que los cristianos disputaron con los sacerdotes del Imperio, no encontraréis un sólo hombre perseguido por sus creencias. Cicerón dudó de todo, Lucrecio (99-55 a.n.e.) todo lo negó y no les hicieron por ello el menor reproche. La licencia fue tan lejos que Plinio (s. I) empezó su libro negando a Dios. Cicerón (106-43 a.n.e.) dice hablando de los infiernos: "No hay viejo bastante imbécil para creerlo". Juvenal (60-128) dice: "Los niños no creen nada de esto". Y Séneca (4 a.n.e.-65), en sus Troyanas: "Nada hay después de la muerte, la misma muerte no es nada". El gran principio del Senado y del pueblo romano era: "Sólo a los dioses corresponde entender de las ofensas a los dioses".»
Voltaire concluye con el siguiente párrafo: «No es creíble que hubiera nunca una inquisición contra los cristianos bajo los emperadores, es decir, que fuesen a sus casas a interrogarles sobre sus creencias. No se molestó por tal motivo a judíos, sirios, egipcios, bardos, druidas o filósofos. Los mártires fueron, pues, los que se levantaron contra los falsos dioses; no contentos con adorar al dios en espíritu y en verdad, estallaron violentamente contra el culto general. Hay que confesar que eran intolerantes».
Para Voltaire, pues, no fueron las creencias religiosas las que llevaron a algunos cristianos a morir a manos de los romanos, sino el carácter violento e intransigente de algunos fanáticos para con otros cultos. Era tal el respeto y protección de los romanos hacia los diferentes cultos religiosos que incluso llegaron a crear leyes para proteger a los cristianos de los judíos, pues éstos no aceptaban la escisión que suponían aquéllos.
Por otra parte, tampoco parece muy lógico considerar al cristianismo como un culto perseguido por los romanos, cuando a principios del siglo IV Constantino la declara como religión oficial del Imperio, que ante el imparable proceso de fragmentación del mismo, vio en la imposición en todos sus territorios de un culto monoteísta como el cristianismo un medio para frenar dicho proceso. El falseamiento de la historia siempre ha sido el medio empleado por el poder para imponer determinados sistemas de creencias útiles a sus intereses y el mito de la persecución de los primeros cristianos es sin duda un buen ejemplo de ello.
Toda la documentación de la que disponemos en la actualidad sobre la supuesta persecución de los primeros cristianos, nos ha llegado a través de la propia Iglesia, quien durante siglos la ha utilizado para justificar sus propias persecuciones hacia otras formas de pensar. Por lo que la veracidad de dicha información debería ser puesta (cuanto menos) en duda.
Fuentes bibliográficas:
Voltaire. Tratado sobre la tolerancia. Capítulos VIII, IX y X.
Maquiavelo. Discursos. Libro II, Capítulo 5.
Biblia. Éxodo 32.
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sábado, 11 de diciembre de 2010
Cristianismo: el triunfo del fanatismo y la intolerancia.
Durante sus tres primeros siglos de historia, el cristianismo se aprovechó de la tolerancia religiosa que predominaba en el imperio romano para, subterráneamente, ir creciendo a costa de los demás cultos, particularmente del judaísmo (Deschner). A partir del momento, en el siglo IV, en que el cristianismo se erige como religión dominante, gracias al emperador criminal y parricida Constantino, el cristianismo se enfrasca en una violenta misión, que duraría siglos y aún continúa en la actualidad, por erradicar por completo cualquier rastro de las religiones previas.
Comienzan siglos de terribles persecuciones a judíos, "herejes" y paganos. Comienza la quema de personas, el asesinato de los sacerdotes de las religiones paganas exterminando familias enteras, la destrucción de templos paganos y sinagogas, de bibliotecas fabulosas como la de Alejandría... Por cada iglesia existente el cristianismo ha derruido un templo pagano. Muchas iglesias cristianas fueron construidas sobre las ruinas todavía humeantes de antiguos templos paganos. Es incalculable todo el dolor, sufrimiento y atrocidades que el cristianismo ha producido para imponerse en el mundo, y que todavía sigue generando en la actualidad con esa plaga nefasta que son los misioneros y, más recientemente, las ONG cristianas, encargados de extender esa peste que es el cristianismo.
Toda la tolerancia que el cristianismo reclamó del imperio romano (que lo consideraba, al igual que al judaísmo, religio licita) se convirtió en una atroz intolerancia para con los demás cultos. Las religiones politeístas, por su propia naturaleza, son mucho más tolerantes que las monoteístas, que son intolerantes por naturaleza ("Sólo me adorarás a Mí, tu único Señor", se repite cientos de veces en esa colección de mitos y disparates que es la Biblia). El dios de las religiones monoteístas es un dios celoso, cruel, rencoroso, vengativo. En las religiones politeístas cada cual es libre de rezarle especialmente al dios que más le agrade; las personas en los sistemas politeístas acostumbran incluso a ver en las divinidades de los demás cultos formas de sus propias deidades y no es raro que terminen rindiéndoles culto. Realmente cuando se adoran muchos dioses, adorar uno más no resulta ningún problema. El triunfo del cristianismo supuso el final de la tolerancia y la victoria del fanatismo; largos y oscuros siglos de violencia y terror fueron el legado del cristianismo al mundo occidental.
Comienzan siglos de terribles persecuciones a judíos, "herejes" y paganos. Comienza la quema de personas, el asesinato de los sacerdotes de las religiones paganas exterminando familias enteras, la destrucción de templos paganos y sinagogas, de bibliotecas fabulosas como la de Alejandría... Por cada iglesia existente el cristianismo ha derruido un templo pagano. Muchas iglesias cristianas fueron construidas sobre las ruinas todavía humeantes de antiguos templos paganos. Es incalculable todo el dolor, sufrimiento y atrocidades que el cristianismo ha producido para imponerse en el mundo, y que todavía sigue generando en la actualidad con esa plaga nefasta que son los misioneros y, más recientemente, las ONG cristianas, encargados de extender esa peste que es el cristianismo.
Toda la tolerancia que el cristianismo reclamó del imperio romano (que lo consideraba, al igual que al judaísmo, religio licita) se convirtió en una atroz intolerancia para con los demás cultos. Las religiones politeístas, por su propia naturaleza, son mucho más tolerantes que las monoteístas, que son intolerantes por naturaleza ("Sólo me adorarás a Mí, tu único Señor", se repite cientos de veces en esa colección de mitos y disparates que es la Biblia). El dios de las religiones monoteístas es un dios celoso, cruel, rencoroso, vengativo. En las religiones politeístas cada cual es libre de rezarle especialmente al dios que más le agrade; las personas en los sistemas politeístas acostumbran incluso a ver en las divinidades de los demás cultos formas de sus propias deidades y no es raro que terminen rindiéndoles culto. Realmente cuando se adoran muchos dioses, adorar uno más no resulta ningún problema. El triunfo del cristianismo supuso el final de la tolerancia y la victoria del fanatismo; largos y oscuros siglos de violencia y terror fueron el legado del cristianismo al mundo occidental.
viernes, 10 de diciembre de 2010
Breve historia criminal de la Iglesia católica.
Lo que sigue a continuación es una transcripción literal de lo que se dice en el vídeo:
"Hola a todos menos a la Santa Puta Madre Iglesia. Hoy vamos a hacer un breve recorrido de las felonías perpetradas por esta puta institución. Me cago en Dios y me sobra mierda para hacer un castillo.
Durante dos mil años perfectamente documentados, la Iglesia católica ha ejecutado crímenes y vejaciones de toda clase, teniendo como soporte a reyes, reyezuelos, tiranos y genocidas de toda laya. Ha consolidado su poder sobre la rapiña y el crimen. Ha matado más que cualquier religión e incluso que todas las religiones juntas. Me cago en la Santísima Trinidad, primero juntos y luego por separado hijos de la gran puta.
La historia de la Iglesia ha sido la de los genocidios, la violencia física contra las personas y la intimidación moral contra las conciencias, haciendo sentir culpables a millones de generaciones. En la Edad Media la puta Iglesia de Cristo asesinó a herejes, apóstatas, conversos o simples disidentes. Todos ellos fueron sometidos a los peores tormentos o quemados en hogueras. Me cago en Dios, en la Virgen y en todos los santos puestos en fila. Y que Dios me perdone si me dejo alguno.
En España, como ha dicho atinadamente una historiadora, el papel de la religión en la época inquisitorial era el mismo papel que jugaba la raza en la Alemania nazi. Ejecutó condenas sobre hombres de ciencia como Galileo, cuando no los quemó vivos en la hoguera como el caso de Miguel Servet. Me cago en Dios y me limpio el culo con las hojas de la Biblia. También la santa mafia católica intervino en innumerables guerras de exterminio, bendiciendo degollinas y monstruosos crímenes a lo largo y ancho del mundo. En el siglo XX tuvo estrechas alianzas, tanto en Europa con fascistas asesinos como Franco, Hitler o Mussolini, como en Sudamérica, aquí con otros asesinos nada despreciables como lo fueron Videla, Pinochet o Stroessner. Me cago en Dios, que con sus cuernos arrastra un vagón lleno de santos.
La Iglesia católica ha propagado el hambre, la miseria y el SIDA por el mundo a través de esa plaga apestosa, langostina y colérica llamada misioneros. Ha estado involucrada en todo tipo de abusos sexuales contra la infancia, ya se trate de pederastia, ya se trate de violaciones. Uno de los ejemplos más notables de falsificación histórica, además de la de Jesucristo, de la Santa Putísima Iglesia, es la beatificada madre Teresa de Calcuta, también llamada el ángel del infierno, una individua que resultó ser amiga de fascistas, corruptos, dictadores y criminales como el haitiano Duvalier o el mismo Reagan. En sus misiones en la India, además de predicar el sufrimiento para con los pobres, les negó, en muchos casos, la asistencia farmacológica básica. En definitiva, una enajenada católica integrista de extrema derecha que resultó ser una letal propagandista de un ideario homicida como bien denunció hace unos años un documental emitido en Gran Bretaña.
El vicario de Cristo en la Tierra, llamado comúnmente por la masa borreguil católica "Papa", no es más que un monarca teocrático absolutista que vive en un lujoso palacio dentro de un estado ficticio e ilegal llamado Vaticano. Y encima el muy hijo de la gran puta se permite el lujo de hablar en contra del aborto, de las medidas profilácticas contra el SIDA o de la terapia genética, esa esperanza para curar a miles de enfermos. En definitiva, cómo debemos comportarnos los que no creemos en las patrañas de los mitos religiosos. Hay que joderse, me cago en Dios y los santos yéndose de putas.
Hablando de dinero contante y sonante, la Iglesia posee valores en inmuebles, acciones, obligaciones y oro. A ello se suman entradas por arriendos, divisas y especulación monetaria. Además tiene inversiones multimillonarias en bolsa y en fábricas de armamento. A pesar de todo ello, en países de una pobreza atroz como Mozambique, los muy hijos de la gran puta no han tenido mejor idea que cobrar el diezmo a sus fieles para poder, dicen, subsistir. Desde la archidiócesis de Maputo (Mozambique) se considera que dar una donación como muestra de la fe es la oportunidad que Dios da para convertirnos en mejores personas. Me cago en el puto Dios y en la puta polla de Cristo.
En España la Iglesia goza de un estatus jurídico envidiable que ya quisiera para sí cualquier otra institución privada. Dinero público a mansalva en virtud de acuerdos antidemocráticos con los sucesores de Franco. La Iglesia católica sobrevive gracias a su extraordinario poder económico, a un organización jerárquica tiránica y también gracias al blindaje jurídico que le han otorgado los estados. En particular el español, con los cientos de millones de euros que le paga de los bolsillos de los contribuyentes, incluidos ateos. Y con las opíparas y antidemocráticas subvenciones a los colegios religiosos concertados, entre otras muchas bicocas. Y aún así se quejan estos hijos de su puta madre diciendo, como el inefable prelado Cañizares, que en tiempos de Franco la enseñanza estaba mejor. Me cago en Dios, en la cruz, en el carpintero..."
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El Caca de Roma relaciona ateísmo con nazismo.
Lo dice un tipo que perteneció a las Juventudes Hitlerianas; será cínico el encubridor de violadores de niños este; pero claro, según la versión oficial le obligaron, pobrecito. Le obligaron como obligaron a millones de alemanes a votar al NSDAP, tan sólo uno de las decenas de partidos violentos y antisemitas de la época (Kershaw); lo dice el máximo jerarca de una institución criminal integrada en regímenes católicos pronazis como el de Pavelic en Croacia y Tiso en Eslovaquia. Una institución que colaboró estrechamente con las dictaduras nazifascistas de Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Videla, Pinochet, Stroessner, etc. La Iglesia siempre se encontró cómoda con el nazifascismo porque tanto la violencia como el antisemitismo son características inherentes a la Iglesia, como prueba su criminal historia llena de fanatismo, intolerancia, persecuciones religiosas, torturas, guerras "santas", violaciones, autos de fe, asesinatos, etc. El papa pronazi y antisemita Pío XII contribuyó decisivamente en la consolidación del poder de Hitler como ha demostrado John Cornwell en su libro El papa de Hitler.
El antisemitismo no lo inventaron los nazis ni mucho menos (Hitler nació y se crió en una sociedad profundamente antisemita: Hitler y el nazismo son un producto del contexto histórico de su época en el cual la Iglesia jugó un papel determinante) sino que es la consecuencia natural del tradicional antijudaísmo cristiano: los distintivos amarillos en la ropa de los judíos los impuso el papa Inocencio III en 1215 en el Cuarto Concilio de Letrán; los guetos, las ceremonias antijudías, las falsas acusaciones de utilizar niños cristianos en crímenes rituales, la quema de sinagogas... Todo eso lo practicó la Iglesia siglos antes de existir el nazismo como parte de su multisecular antijudaísmo al considerar a los judíos un pueblo deicida basándose en la absurda colección de mitos y disparates que es la Biblia.
En el Nuevo Testamento ya comienzan las manifestaciones antijudías del cristianismo. Pablo (el auténtico fundador del cristianismo) escribió: "Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas". Los declara malditos "hasta el fin del mundo", "inmundicia", etc. En los Hechos de los Apóstoles se les define como "traidores y asesinos"; en la Carta a los Hebreos como personas que han "lapidado, torturado, aserrado, matado a espada"; el Evangelio de Juan los presenta más de cincuenta veces como enemigos de Jesús, herejes, hijos de Satán; en el Apocalipsis aparece la expresión "sinagoga de Satanás".
Los llamados doctores de la Iglesia han proporcionado sobradas muestras de antisemitismo. Veamos lo que piensan algunas de las más conspicuas plumas de la Iglesia acerca de los judíos: San Efrén los considera canallas, serviles, dementes, servidores del demonio, criminales, apestosos, sanguinarios incorregibles, noventa y nueve veces peores que un no judío, nación enloquecida, etc.; Juan Crisóstomo en sus escritos señala el carácter asesino y homicida de los judíos, llenos de afán de matar, miserables, maestros de iniquidades, parricidas y matricidas, diabólicos, más crueles que las fieras, estafadores, ladrones, lujuriosos, etc. Para este doctor de la Iglesia los judíos "reúnen el coro de los libidinosos, las hordas de mujeres desvergonzadas, y todo ese teatro junto con sus espectadores lo llevan a la sinagoga. Así pues, no hay ninguna diferencia entre la sinagoga y el teatro. Pero la sinagoga es más que un teatro, es una casa de lenocinio, un cubil de bestias inmundas"; "animales que no tienen uso de razón", "bestias sólo útiles para el matadero". La justificación ideológica a la Solución Final nazi ya se encuentra desde hace siglos en los textos de los beatísimos doctores de la Iglesia.
La Iglesia creó y mantuvo durante siglos y hasta fecha tan reciente como finales de los años sesenta, un Índice de Libros Prohibidos, obras que no se podían editar, leer ni poseer bajo severas penas impuestas por el régimen de terror de la Iglesia (tortura, prisión perpetua, muerte en la hoguera, etc.). En ese Índice se encontraban obras cumbre de la historia de la filosofía, la literatura y la ciencia, que durante siglos fueron hurtadas por la Iglesia a la humanidad. En ese Índice la Iglesia jamás incluyó Mein Kampf de Hitler. Para la Iglesia el ideario nazi no era algo malo o dañino. No podía serlo, dado que la Iglesia llevaba practicándolo la friolera de diecisiete siglos.
La forma que encuentran los apologistas de responder a las acusaciones que se le hacen a la Iglesia es muy frecuentemente hacer referencia a los crímenes cometidos por otras instituciones de poder diferentes a la Iglesia. Independientemente del hecho de que es materialmente imposible igualar y ni siquiera acercarse a los crímenes cometidos por una institución que lleva diecisiete siglos actuando y que ha estado íntimamente vinculada al nazifascismo, el propio hecho de emplear ese argumento por parte de los apologistas es una autorefutación de la principal tesis de la Iglesia, esto es, que es una institución especialmente instaurada por Dios; que además de un poder temporal tiene un poder espiritual; que pretende estar en una situación de superioridad moral al poseer la verdad absoluta fundada en la supuesta palabra revelada de Dios que es la Biblia, etc. Como resulta evidente para cualquiera que no tenga su cerebro secuestrado por las supersticiones religiosas, nada de eso es cierto: la Iglesia es una institución de poder más, y como tal a lo largo de la historia ha hecho todo lo posible por mantener y ampliar su poder, empleando para ello los métodos más brutales. La diferencia entre los crímenes de la Iglesia y los de otras instituciones de poder es que la Iglesia es la única institución que niega y hasta justifica dichos crímenes, amparándose tras el concepto abstracto y fruto de la imaginación humana que es Dios.
Ya son un clásico estas declaraciones del tipo este, que siempre que puede no pierde la oportunidad de soltar la estupidez de turno vinculando ateísmo con nazismo; pero este grandísimo hipócrita, antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas, en unas recientes declaraciones ha demostrado el alcance de su desfachatez y cinismo al comparar la situación actual de España con la de la II República y ha exhortado a una reevangelización del país. Lo que no ha dicho el nazi este es cómo pretende que se acometa dicha reevangelización; si pretende que se haga mediante las armas como sus antecesores nazifascistas hicieron en 1936 y que es el único método que conoce la Iglesia para imponer sus absurdos, contradictorios e irracionales dogmas, mediante la violencia.
El antisemitismo no lo inventaron los nazis ni mucho menos (Hitler nació y se crió en una sociedad profundamente antisemita: Hitler y el nazismo son un producto del contexto histórico de su época en el cual la Iglesia jugó un papel determinante) sino que es la consecuencia natural del tradicional antijudaísmo cristiano: los distintivos amarillos en la ropa de los judíos los impuso el papa Inocencio III en 1215 en el Cuarto Concilio de Letrán; los guetos, las ceremonias antijudías, las falsas acusaciones de utilizar niños cristianos en crímenes rituales, la quema de sinagogas... Todo eso lo practicó la Iglesia siglos antes de existir el nazismo como parte de su multisecular antijudaísmo al considerar a los judíos un pueblo deicida basándose en la absurda colección de mitos y disparates que es la Biblia.
En el Nuevo Testamento ya comienzan las manifestaciones antijudías del cristianismo. Pablo (el auténtico fundador del cristianismo) escribió: "Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas". Los declara malditos "hasta el fin del mundo", "inmundicia", etc. En los Hechos de los Apóstoles se les define como "traidores y asesinos"; en la Carta a los Hebreos como personas que han "lapidado, torturado, aserrado, matado a espada"; el Evangelio de Juan los presenta más de cincuenta veces como enemigos de Jesús, herejes, hijos de Satán; en el Apocalipsis aparece la expresión "sinagoga de Satanás".
Los llamados doctores de la Iglesia han proporcionado sobradas muestras de antisemitismo. Veamos lo que piensan algunas de las más conspicuas plumas de la Iglesia acerca de los judíos: San Efrén los considera canallas, serviles, dementes, servidores del demonio, criminales, apestosos, sanguinarios incorregibles, noventa y nueve veces peores que un no judío, nación enloquecida, etc.; Juan Crisóstomo en sus escritos señala el carácter asesino y homicida de los judíos, llenos de afán de matar, miserables, maestros de iniquidades, parricidas y matricidas, diabólicos, más crueles que las fieras, estafadores, ladrones, lujuriosos, etc. Para este doctor de la Iglesia los judíos "reúnen el coro de los libidinosos, las hordas de mujeres desvergonzadas, y todo ese teatro junto con sus espectadores lo llevan a la sinagoga. Así pues, no hay ninguna diferencia entre la sinagoga y el teatro. Pero la sinagoga es más que un teatro, es una casa de lenocinio, un cubil de bestias inmundas"; "animales que no tienen uso de razón", "bestias sólo útiles para el matadero". La justificación ideológica a la Solución Final nazi ya se encuentra desde hace siglos en los textos de los beatísimos doctores de la Iglesia.
La Iglesia creó y mantuvo durante siglos y hasta fecha tan reciente como finales de los años sesenta, un Índice de Libros Prohibidos, obras que no se podían editar, leer ni poseer bajo severas penas impuestas por el régimen de terror de la Iglesia (tortura, prisión perpetua, muerte en la hoguera, etc.). En ese Índice se encontraban obras cumbre de la historia de la filosofía, la literatura y la ciencia, que durante siglos fueron hurtadas por la Iglesia a la humanidad. En ese Índice la Iglesia jamás incluyó Mein Kampf de Hitler. Para la Iglesia el ideario nazi no era algo malo o dañino. No podía serlo, dado que la Iglesia llevaba practicándolo la friolera de diecisiete siglos.
La forma que encuentran los apologistas de responder a las acusaciones que se le hacen a la Iglesia es muy frecuentemente hacer referencia a los crímenes cometidos por otras instituciones de poder diferentes a la Iglesia. Independientemente del hecho de que es materialmente imposible igualar y ni siquiera acercarse a los crímenes cometidos por una institución que lleva diecisiete siglos actuando y que ha estado íntimamente vinculada al nazifascismo, el propio hecho de emplear ese argumento por parte de los apologistas es una autorefutación de la principal tesis de la Iglesia, esto es, que es una institución especialmente instaurada por Dios; que además de un poder temporal tiene un poder espiritual; que pretende estar en una situación de superioridad moral al poseer la verdad absoluta fundada en la supuesta palabra revelada de Dios que es la Biblia, etc. Como resulta evidente para cualquiera que no tenga su cerebro secuestrado por las supersticiones religiosas, nada de eso es cierto: la Iglesia es una institución de poder más, y como tal a lo largo de la historia ha hecho todo lo posible por mantener y ampliar su poder, empleando para ello los métodos más brutales. La diferencia entre los crímenes de la Iglesia y los de otras instituciones de poder es que la Iglesia es la única institución que niega y hasta justifica dichos crímenes, amparándose tras el concepto abstracto y fruto de la imaginación humana que es Dios.
Ya son un clásico estas declaraciones del tipo este, que siempre que puede no pierde la oportunidad de soltar la estupidez de turno vinculando ateísmo con nazismo; pero este grandísimo hipócrita, antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas, en unas recientes declaraciones ha demostrado el alcance de su desfachatez y cinismo al comparar la situación actual de España con la de la II República y ha exhortado a una reevangelización del país. Lo que no ha dicho el nazi este es cómo pretende que se acometa dicha reevangelización; si pretende que se haga mediante las armas como sus antecesores nazifascistas hicieron en 1936 y que es el único método que conoce la Iglesia para imponer sus absurdos, contradictorios e irracionales dogmas, mediante la violencia.
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sábado, 4 de diciembre de 2010
El cristianismo es una doctrina inhumana.
"No son crueldades las cosas hechas ante Dios y con pía intención". Jerónimo, Padre de la Iglesia.
Es decir, podemos matar, torturar, saquear, incendiar, destruir, degollar, violar, asesinar, masacrar... que mientras lo hagamos "ante Dios" y "con pía intención" no pasa absolutamente nada. ¡Realmente esto es la historia del cristianismo en los últimos diecisiete siglos!, una religión hipócrita que ha sido impuesta, no mediante la palabra y el amor como la Iglesia y sus apologistas pretenden hacer creer con sus mentiras, sino por el fuego y la espada.
Esto debería ser suficiente para refutar de una vez por todas esa fantasía de que el cristianismo es una religión de amor. Porque eso de "ama a tu prójimo" y "no hagas lo que no quisieras que te hicieran a ti" no sirve de nada si luego no se realiza efectivamente; quedan como palabras vacías escritas en un libro mohoso. Además eso no es exclusivo ni original del cristianismo como sus mendaces apologistas pretenden hacer creer a la masa borreguil. Muchas doctrinas muy anteriores al cristianismo lo incluyen en sus enseñanzas y, a diferencia del cristianismo, lo han llevado a la práctica con mucho más éxito y coherencia en lugar de quedarse en simples palabras hueras. El budismo e incluso las doctrinas de filósofos como Platón y Pitágoras incluyen enseñazas idénticas muchos siglos antes de que lo hiciera el cristianismo.
Y es que eso es algo que cualquiera puede pensar, no hace falta que venga ningún iluminado para decírnoslo. Sin necesidad de remontarnos miles de años en el pasado, hoy en día existen personas que piensan así y ya se ve el caso que la civilización cristiana hace a esos postulados: nulo. Un país profundamente cristiano como Estados Unidos es a la vez el que más guerras ha promovido en el siglo XX y lo que va de XXI. Su cristianismo no le ha impedido llevar a cabo masacres como las perpetradas en Vietnam, Irak y otros muchos países o apoyar a un país terrorista, genocida y que practica el Apartheid como es Israel. En Estados Unidos existen personas que se oponen a la guerra pero son sistemáticamente silenciadas por la corriente belicista imperante. Al contrario, los pacifistas son considerados como algo peligroso, como un elemento subversivo.
Por si fuera poco el que el cristianismo sea una religión de paz y amor es insostenible teniendo en cuenta que en los propios Evangelios se puede leer lo siguiente: "No penséis que he venido a traer la paz a la Tierra; no he venido a traer la paz sino la espada". Marcos 10:34. Toda una declaración de intenciones. Además los escritos de los padres y doctores de la Iglesia están cargados de odio, antisemitismo e invectivas en contra de paganos y "herejes". ¡Pero si hasta la propia Iglesia posee acciones de empresas fabricantes de armamento! ¡El cristianismo una religión de paz y amor! Sería para echarse a reir si no fuese por los ríos de sangre que el cristianismo ha derramado durante su criminal historia. Hablando de acciones de empresas, la Iglesia, que de forma vehemente e irracional condena el uso de preservativos, posee a su vez acciones de empresas farmacéuticas fabricantes de anticonceptivos. ¡Esa es la superioridad moral del cristianismo y de la Iglesia que dice ser la representante de Dios en la Tierra! Doble moral, hipocresía, mendacidad... Nauseabundo. Las mentiras del cristianismo lo inundan absolutamente todo; cada rincón de este mundo apesta debido a las inmundicias esparcidas por el cristianismo.
La realidad es que existe una moral universal (esto es, que comprende a todo el género humano) y laica (esto es, independiente de toda religión). La perversidad del cristianismo llega a tal extremo que enseña que todo aquel no adscrito a dicha religión es malo, inmoral y abyecto por naturaleza. Sólo se puede ser una buena persona si se es cristiano, todo lo demás es malo, es obra del demonio, y por lo tanto es preciso combatirlo. En esta delirante idea se encuentra el germen de toda persecución religiosa, de toda guerra, de todo conflicto, de todo derramamiento de sangre que jalonan la historia del cristianismo. La piedad y la compasión son atributos del ser humano como tal y no dependen de estar adscrito a una u otra religión. Al negar esto, el cristianismo se convierte en una doctrina que niega al ser humano, una doctrina inhumana.
Es decir, podemos matar, torturar, saquear, incendiar, destruir, degollar, violar, asesinar, masacrar... que mientras lo hagamos "ante Dios" y "con pía intención" no pasa absolutamente nada. ¡Realmente esto es la historia del cristianismo en los últimos diecisiete siglos!, una religión hipócrita que ha sido impuesta, no mediante la palabra y el amor como la Iglesia y sus apologistas pretenden hacer creer con sus mentiras, sino por el fuego y la espada.
Esto debería ser suficiente para refutar de una vez por todas esa fantasía de que el cristianismo es una religión de amor. Porque eso de "ama a tu prójimo" y "no hagas lo que no quisieras que te hicieran a ti" no sirve de nada si luego no se realiza efectivamente; quedan como palabras vacías escritas en un libro mohoso. Además eso no es exclusivo ni original del cristianismo como sus mendaces apologistas pretenden hacer creer a la masa borreguil. Muchas doctrinas muy anteriores al cristianismo lo incluyen en sus enseñanzas y, a diferencia del cristianismo, lo han llevado a la práctica con mucho más éxito y coherencia en lugar de quedarse en simples palabras hueras. El budismo e incluso las doctrinas de filósofos como Platón y Pitágoras incluyen enseñazas idénticas muchos siglos antes de que lo hiciera el cristianismo.
Y es que eso es algo que cualquiera puede pensar, no hace falta que venga ningún iluminado para decírnoslo. Sin necesidad de remontarnos miles de años en el pasado, hoy en día existen personas que piensan así y ya se ve el caso que la civilización cristiana hace a esos postulados: nulo. Un país profundamente cristiano como Estados Unidos es a la vez el que más guerras ha promovido en el siglo XX y lo que va de XXI. Su cristianismo no le ha impedido llevar a cabo masacres como las perpetradas en Vietnam, Irak y otros muchos países o apoyar a un país terrorista, genocida y que practica el Apartheid como es Israel. En Estados Unidos existen personas que se oponen a la guerra pero son sistemáticamente silenciadas por la corriente belicista imperante. Al contrario, los pacifistas son considerados como algo peligroso, como un elemento subversivo.
Por si fuera poco el que el cristianismo sea una religión de paz y amor es insostenible teniendo en cuenta que en los propios Evangelios se puede leer lo siguiente: "No penséis que he venido a traer la paz a la Tierra; no he venido a traer la paz sino la espada". Marcos 10:34. Toda una declaración de intenciones. Además los escritos de los padres y doctores de la Iglesia están cargados de odio, antisemitismo e invectivas en contra de paganos y "herejes". ¡Pero si hasta la propia Iglesia posee acciones de empresas fabricantes de armamento! ¡El cristianismo una religión de paz y amor! Sería para echarse a reir si no fuese por los ríos de sangre que el cristianismo ha derramado durante su criminal historia. Hablando de acciones de empresas, la Iglesia, que de forma vehemente e irracional condena el uso de preservativos, posee a su vez acciones de empresas farmacéuticas fabricantes de anticonceptivos. ¡Esa es la superioridad moral del cristianismo y de la Iglesia que dice ser la representante de Dios en la Tierra! Doble moral, hipocresía, mendacidad... Nauseabundo. Las mentiras del cristianismo lo inundan absolutamente todo; cada rincón de este mundo apesta debido a las inmundicias esparcidas por el cristianismo.
La realidad es que existe una moral universal (esto es, que comprende a todo el género humano) y laica (esto es, independiente de toda religión). La perversidad del cristianismo llega a tal extremo que enseña que todo aquel no adscrito a dicha religión es malo, inmoral y abyecto por naturaleza. Sólo se puede ser una buena persona si se es cristiano, todo lo demás es malo, es obra del demonio, y por lo tanto es preciso combatirlo. En esta delirante idea se encuentra el germen de toda persecución religiosa, de toda guerra, de todo conflicto, de todo derramamiento de sangre que jalonan la historia del cristianismo. La piedad y la compasión son atributos del ser humano como tal y no dependen de estar adscrito a una u otra religión. Al negar esto, el cristianismo se convierte en una doctrina que niega al ser humano, una doctrina inhumana.
jueves, 2 de diciembre de 2010
La civilización cristiana.
El cristianismo no se impuso mediante la palabra y el amor como la Iglesia y sus apologistas pretenden hacer creer con sus mentiras; muy al contrario lo hizo mediante la espada y el fuego. Miles de años de intolerancia, guerras religiosas, masacres, saqueos... Una guerra brutal e implacable contra judíos, "herejes" (esto es, todo aquel que pensaba de forma diferente), paganos... Durante siglos la obsesión de los cristianos fue destruir los templos de otras culturas y religiones, quemar sus libros, asesinar a sus sacerdotes... con objeto de no dejar ni rastro del culto anterior: incendiar, destruir, torturar, degollar... La civilización cristiana es la civilización del fanatismo, la intolerancia y la violencia.
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