viernes, 31 de diciembre de 2010

Porno duro en la Biblia.

La Biblia es divertidísima, en ella encontramos dos elementos esenciales que son la violencia y el sexo: masacres, genocidios perpetrados por Dios, terribles baños de sangre, matanzas, limpiezas étnicas y los relatos eróticos más calientes. Veamos como se lo montó Lot con sus dos hijitas:

«Así fue que, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, acordóse Dios de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba.
Empero Lot subió de Zoar, y asentó en el monte, y sus dos hijas con él; porque tuvo miedo de quedar en Zoar, y se alojó en una cueva él y sus dos hijas.
Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra:
Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservaremos de nuestro padre generación.
Y dieron a beber vino a su padre aquella noche: y entró la mayor, y durmió con su padre; mas él no sintió cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó.
El día siguiente dijo la mayor a la menor: He aquí yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre generación.
Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche: y levantóse la menor, y durmió con él; pero no echó de ver cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó.
Y concibieron las dos hijas de Lot, de su padre.
Y parió la mayor un hijo, y llamó su nombre Moab, el cual es padre de los moabitas hasta hoy.
La menor también parió un hijo, y llamó su nombre Ben-ammí, el cual es el padre de los ammonitas hasta hoy.» Génesis 19:29-38.

Maravilloso y muy caliente relato de incesto que nos ofrece la Biblia. Una hermosa sesión de sexo duro entre Lot y sus preciosas y calientes hijas. Nótese cómo Dios, que es el único autor de la Biblia, las personas que escribieron los distintos libros que la componen actuaron bajo inspiración divina y fueron meros vehículos, se esfuerza en poner el énfasis en que el santo varón de Lot en ningún momento fue consciente de estar cometiendo incesto, ni cuando inseminó a su hija mayor, ni a la noche siguiente cuando montó a su hija menor. Si debemos culpar a alguien Dios pretende que culpemos a las mujeres que son las que actuan con maldad y perfidia. Repetimos: si es que hay que culpar a alguien, dado que en este pasaje Dios nos está diciendo que el incesto está bien, para Dios no hay nada de malo en que un hombre y sus hijas forniquen.

Mulier taceat in ecclesia.

Mulier taceat in ecclesia, que calle la mujer en la iglesia, primera epístola de Pablo a los corintios (1 Cor. 14:34). Son palabras nada menos que de san Pablo, una figura de primera magnitud para el cristianismo (su auténtico fundador de acuerdo con Nietzsche). Si una autoridad tan grande como san Pablo dice que las mujeres deben estar calladas tiene que ser verdad; lo dice la Biblia, palabra revelada de Dios: las mujeres a callar y a fregar, sometidas a los dictámenes del marido, como Dios manda. «Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar una mujer en la iglesia.» 1 Cor. 14:35. Es decir, las mujeres en la iglesia calladitas, y si no entienden alguna cosa que se la pregunten al marido al llegar a casa, pero que no molesten ni interrumpan que es cosa deshonesta. San Pablo dixit. Amén.

El feminismo es anticristiano.

En la Biblia, palabra revelada de Dios y por lo tanto verdad absoluta lo cual ha sido tomado muy en serio por la Iglesia que ha torturado y quemado durante siglos a todo aquel que se ha atrevido a cuestionarla, se dice que Dios creó al hombre tomando un pedazo de barro al que dió forma e insufló vida. Dios creó al hombre en primer lugar, no creó a hombre y mujer al mismo tiempo. Eso significa que primero está el hombre y en segundo lugar la mujer, la mujer ocupa un lugar secundario. Además Dios creó a la mujer sólo cuando vio que no era bueno que el hombre estuviese sólo; de modo que la mujer ocupa un lugar secundario y subordinado al hombre. Por si fuera poco la Biblia nos dice que Dios para crear a la mujer tomó una costilla del hombre, es decir, la mujer no sólo ocupa un lugar secundario y subordinado al hombre sino que es un subproducto o forma imperfecta de éste. Dios no creó a la mujer de la misma sustancia de la que creó al hombre, no tomó otro pedazo de barro e hizo a la mujer. Si Dios hubiese querido colocar a hombres y mujeres en un plano de igualdad, como pretende el feminismo, los hubiese creado al mismo tiempo y de la misma sustancia. El feminismo va en contra de la palabra de Dios que es la Biblia, es por tanto una ideología anticristiana que va en contra de Dios.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Furcias y rameras como modelos para imágenes de vírgenes y santas cristianas.

Fra Filippo Lippi pintó a la monja Lucrecia Buti (más tarde su mujer, después de raptarla en 1456) con su hijo en la figura de María con el niño Jesús. Durero eternizó a las concubinas del cardenal de Maguncia, Alberto II (1514-1545), Catalina Stolzenfels y Ernestina Mehandel, como hijas de Lot, y Lucas Cranach a Ernestina como "santa Úrsula", así como Grünewald a Catalina en la figura de "santa Catalina en las bodas místicas". Durante una procesión cristiana el arzobispo Alberto de Magdeburgo paseó a una cortesana puesta en andas como "figura viviente".

Fuente: Deschner, Karlheinz. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Nietzsche II.

«¿Pero no lo comprendéis? ¿No tenéis ojos para ver algo que ha necesitado dos milenios para alcanzar la victoria?... No hay en esto nada extraño: todas las cosas largas son difíciles de ver, difíciles de abarcar con la mirada. Pero esto es lo acontecido: del tronco de aquel árbol de la venganza y del odio, del odio judío -el odio más profundo y sublime, esto es, el odio creador de ideales, modificador de valores, que no ha tenido igual en la tierra-, brotó algo igualmente incomparable, un amor nuevo, la más profunda y sublime de todas las especies de amor: ¿y de qué otro tronco habría podido brotar?... Mas ¡no se piense que brotó acaso como la auténtica negación de aquella sed de venganza, como la antítesis del odio judío! ¡No, lo contrario es la verdad! Ese amor nació de aquel odio como su corona, como la corona triunfante, dilatada con amplitud siempre mayor en la más pura luminosidad y plenitud solar; y en el reino de la luz y de la altura ese amor perseguía la victoria, el botín, la seducción, con el mismo afán, por así decirlo, con que las raíces de aquel odio se hundían con mayor radicalidad y avidez en todo lo que poseía profundidad y era malvado. Ese Jesús de Nazaret, evangelio viviente del amor, ese "redentor" que trae la bienaventuranza y la victoria a los pobres, a los enfermos, a los pecadores, ¿no era él precisamente la seducción en su forma más inquietante e irresistible, la seducción y el desvío precisamente hacia aquellos valores judíos y hacia aquellas innovaciones judías del ideal? ¿No ha alcanzado Israel, justamente por el rodeo de ese "redentor", de ese aparente antagonista y liquidador de Israel, la última meta de su sublime ansia de venganza? ¿No forma parte de la oculta magia negra de una política verdaderamente grande de la venganza, de una venganza de amplias miras, subterránea, de avance lento, precalculadora, el hecho de que Israel mismo tuviese que negar y que clavar en la cruz ante el mundo entero, como si se tratase de su enemigo mortal, al auténtico instrumento de su venganza, a fin de que "el mundo entero", es decir, todos los adversarios de Israel, pudieran morder sin recelos precisamente de ese cebo? ¿Y por otro lado, se podría imaginar en absoluto, con todo el refinamiento del espíritu, un cebo más peligroso? ¿Algo que iguale en fuerza atractiva, embriagadora, aturdidora, corruptora, a aquel símbolo de la "santa cruz", a aquella horrorosa paradoja de un "Dios en la cruz", a aquel misterio de una inimaginable, última, extrema crueldad y autocrucifixión de Dios para salvación del hombre?... Cuando menos, es cierto que sub hoc signo Israel ha venido triunfando una y otra vez, con su venganza y su transvaloración de todos los valores, sobre todos los demás ideales, sobre todos los ideales más nobles

Friedrich Nietzsche. La genealogía de la moral.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Nietzsche I.

«Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de todas las corrupciones imaginables, [...] ella ha negado todos los valores, ha hecho de toda verdad una mentira, de toda rectitud de ánimo una vileza. [...] Yo digo que el cristianismo es la gran maldición, la gran corrupción interior, el gran instinto de venganza, para el que ningún medio es demasiado venenoso, secreto, subterráneo, bajo; la gran vergüenza eterna de la humanidad [...].»

Friedrich Nietzsche. Citado en Deschner, Karlheinz. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes, desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El origen del mito de Jesucristo.




Salvador Freixedo autor, entre otras, de las siguientes obras: El cristianismo, un mito más, Defendámonos de los dioses y Por qué agoniza el cristianismo.

Algunas citas de lo dicho por Freixedo en el vídeo:

«El cristianismo es un budismo occidentalizado.»

«Teología es sinónimo de mitología.»

«Sólo tras abandonar los jesuitas fue cuando empecé a profundizar en la teología.»

Menciona a dos autores:

Kryvelev, autor de un libro titulado Historia atea de las religiones.
Henri de Lubac, autor de Budismo y cristianismo.

Más información

lunes, 13 de diciembre de 2010

El mito de la persecución de los primeros cristianos.




Lo que sigue a continuación es una transcripción literal de lo dicho en el vídeo:

«Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado.» George Orwell.

En el año 1763 Voltaire, uno de los padres de la Ilustración, escribe su Tratado sobre la tolerancia, en el que dedica tres capítulos enteros a cuestionar la persecución de los primeros cristianos, uno de los pasajes de la literatura cristiana al que mejor provecho le han sabido sacar los líderes de esta religión a lo largo de los tiempos. Entre otras cosas, lo que llevó a Voltaire a plantearse la veracidad de estas persecuciones fueron las propias persecuciones que los propios cristianos llevaron contra otros credos religiosos o contra escisiones del cristianismo.

Uno de los acontecimientos históricos que más impactó a Voltaire fue la matanza de la noche de San Bartolomé en el año 1572 conocida también como la matanza de los hugonotes, en la que los católicos franceses asesinaron a sangre fría a más de diez mil calvinistas en todo el país por considerarles una amenaza política para sus intereses. Voltaire se preguntaba: ¿Cómo es posible que una religión que supuestamente sufrió una persecución tan cruenta se dedique ahora a perseguir y asesinar a miles de personas simplemente por no comulgar con sus creencias? ¿No será el cristianismo una religión intolerante y violenta por naturaleza? ¿Y no será el carácter intolerante e intransigente de los primeros cristianos para con otros credos el causante de que algunos de ellos fueran ejecutados por las autoridades romanas? Unas ejecuciones que más tarde serían magnificadas y mistificadas por la literatura cristiana con el objeto de hacer creíble la idea de que el cristianismo se extendió debido a su carácter de religión verdadera, y no por sus crímenes y tropelías cometidas contra otros cultos.

Voltaire nos pone el ejemplo de San Poliuto, considerado mártir por los cristianos, que sería ejecutado, como tantos otros supuestos mártires, por motivos bien diferentes a sus creencias religiosas. Dice Voltaire: «Consideremos el martirio de San Poliuto, ¿fue condenado sólamente por su religión? Va al templo, en el que se rinden a los dioses acciones de gracias por la victoria del emperador Decio, insulta en el propio templo a los sacrificadores, derriba y rompe los altares y las estatuas... ¿En qué país del mundo se perdonaría semejante atentado?»

Veamos, por ejemplo, lo que decía Maquiavelo en el capítulo quinto de sus Discorsi, sobre los métodos empleados por el cristianismo para imponerse entre las masas: «Cuando surge una nueva creencia su primera preocupación es extinguir a la anterior. Esto se ve observando el comportamiento de la religión cristiana con la gentil, pues anuló todo recuerdo de la antigua teología. Perseguían todos los recuerdos antiguos, quemando las obras de poetas e historiadores, derribando imágenes y estropeando cualquier otra cosa que conservase algún signo de antigüedad.»

Las propias escrituras, consideradas como sagradas por cristianos y judíos, dan testimonio de la naturaleza violenta e intolerante de ambas creencias. Un ejemplo ilustrativo es aquel pasaje de la Biblia en el que Moisés ordena asesinar a miles de sus seguidores por adorar a un becerro de oro, al considerar este culto como una desviación de sus enseñanzas. «Moisés, viendo que el pueblo estaba sin freno, gritó: cíñase cada uno su espada sobre su muslo, pasad y repasad el campamento de la una a la otra puerta y mate cada uno a su hermano, a su amigo, a su deudo.»

Por otra parte a Voltaire, gran conocedor de la civilización romana, no le parecía lógico que una cultura tan tolerante con las religiones fuera tan cruel con una de ellas, tan minoritaria y desconocida con la cristiana. Suetonio (70-140), en tiempos de Adriano decía: «Los cristianos no se distinguían entonces de los judíos a los ojos de los romanos»; por lo que para Voltaire no es creíble que Nerón descargase su furia por el incendio de Roma contra aquellos que apenas conocía. Pero escuchemos las palabras del propio Voltaire: «Entre los romanos, desde Rómulo hasta los tiempos en que los cristianos disputaron con los sacerdotes del Imperio, no encontraréis un sólo hombre perseguido por sus creencias. Cicerón dudó de todo, Lucrecio (99-55 a.n.e.) todo lo negó y no les hicieron por ello el menor reproche. La licencia fue tan lejos que Plinio (s. I) empezó su libro negando a Dios. Cicerón (106-43 a.n.e.) dice hablando de los infiernos: "No hay viejo bastante imbécil para creerlo". Juvenal (60-128) dice: "Los niños no creen nada de esto". Y Séneca (4 a.n.e.-65), en sus Troyanas: "Nada hay después de la muerte, la misma muerte no es nada". El gran principio del Senado y del pueblo romano era: "Sólo a los dioses corresponde entender de las ofensas a los dioses".»

Voltaire concluye con el siguiente párrafo: «No es creíble que hubiera nunca una inquisición contra los cristianos bajo los emperadores, es decir, que fuesen a sus casas a interrogarles sobre sus creencias. No se molestó por tal motivo a judíos, sirios, egipcios, bardos, druidas o filósofos. Los mártires fueron, pues, los que se levantaron contra los falsos dioses; no contentos con adorar al dios en espíritu y en verdad, estallaron violentamente contra el culto general. Hay que confesar que eran intolerantes».

Para Voltaire, pues, no fueron las creencias religiosas las que llevaron a algunos cristianos a morir a manos de los romanos, sino el carácter violento e intransigente de algunos fanáticos para con otros cultos. Era tal el respeto y protección de los romanos hacia los diferentes cultos religiosos que incluso llegaron a crear leyes para proteger a los cristianos de los judíos, pues éstos no aceptaban la escisión que suponían aquéllos.

Por otra parte, tampoco parece muy lógico considerar al cristianismo como un culto perseguido por los romanos, cuando a principios del siglo IV Constantino la declara como religión oficial del Imperio, que ante el imparable proceso de fragmentación del mismo, vio en la imposición en todos sus territorios de un culto monoteísta como el cristianismo un medio para frenar dicho proceso. El falseamiento de la historia siempre ha sido el medio empleado por el poder para imponer determinados sistemas de creencias útiles a sus intereses y el mito de la persecución de los primeros cristianos es sin duda un buen ejemplo de ello.

Toda la documentación de la que disponemos en la actualidad sobre la supuesta persecución de los primeros cristianos, nos ha llegado a través de la propia Iglesia, quien durante siglos la ha utilizado para justificar sus propias persecuciones hacia otras formas de pensar. Por lo que la veracidad de dicha información debería ser puesta (cuanto menos) en duda.

Fuentes bibliográficas:

Voltaire. Tratado sobre la tolerancia. Capítulos VIII, IX y X.
Maquiavelo. Discursos. Libro II, Capítulo 5.
Biblia. Éxodo 32.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Cristianismo: el triunfo del fanatismo y la intolerancia.

Durante sus tres primeros siglos de historia, el cristianismo se aprovechó de la tolerancia religiosa que predominaba en el imperio romano para, subterráneamente, ir creciendo a costa de los demás cultos, particularmente del judaísmo (Deschner). A partir del momento, en el siglo IV, en que el cristianismo se erige como religión dominante, gracias al emperador criminal y parricida Constantino, el cristianismo se enfrasca en una violenta misión, que duraría siglos y aún continúa en la actualidad, por erradicar por completo cualquier rastro de las religiones previas.

Comienzan siglos de terribles persecuciones a judíos, "herejes" y paganos. Comienza la quema de personas, el asesinato de los sacerdotes de las religiones paganas exterminando familias enteras, la destrucción de templos paganos y sinagogas, de bibliotecas fabulosas como la de Alejandría... Por cada iglesia existente el cristianismo ha derruido un templo pagano. Muchas iglesias cristianas fueron construidas sobre las ruinas todavía humeantes de antiguos templos paganos. Es incalculable todo el dolor, sufrimiento y atrocidades que el cristianismo ha producido para imponerse en el mundo, y que todavía sigue generando en la actualidad con esa plaga nefasta que son los misioneros y, más recientemente, las ONG cristianas, encargados de extender esa peste que es el cristianismo.

Toda la tolerancia que el cristianismo reclamó del imperio romano (que lo consideraba, al igual que al judaísmo, religio licita) se convirtió en una atroz intolerancia para con los demás cultos. Las religiones politeístas, por su propia naturaleza, son mucho más tolerantes que las monoteístas, que son intolerantes por naturaleza ("Sólo me adorarás a Mí, tu único Señor", se repite cientos de veces en esa colección de mitos y disparates que es la Biblia). El dios de las religiones monoteístas es un dios celoso, cruel, rencoroso, vengativo. En las religiones politeístas cada cual es libre de rezarle especialmente al dios que más le agrade; las personas en los sistemas politeístas acostumbran incluso a ver en las divinidades de los demás cultos formas de sus propias deidades y no es raro que terminen rindiéndoles culto. Realmente cuando se adoran muchos dioses, adorar uno más no resulta ningún problema. El triunfo del cristianismo supuso el final de la tolerancia y la victoria del fanatismo; largos y oscuros siglos de violencia y terror fueron el legado del cristianismo al mundo occidental.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Breve historia criminal de la Iglesia católica.




Lo que sigue a continuación es una transcripción literal de lo que se dice en el vídeo:

"Hola a todos menos a la Santa Puta Madre Iglesia. Hoy vamos a hacer un breve recorrido de las felonías perpetradas por esta puta institución. Me cago en Dios y me sobra mierda para hacer un castillo.

Durante dos mil años perfectamente documentados, la Iglesia católica ha ejecutado crímenes y vejaciones de toda clase, teniendo como soporte a reyes, reyezuelos, tiranos y genocidas de toda laya. Ha consolidado su poder sobre la rapiña y el crimen. Ha matado más que cualquier religión e incluso que todas las religiones juntas. Me cago en la Santísima Trinidad, primero juntos y luego por separado hijos de la gran puta.

La historia de la Iglesia ha sido la de los genocidios, la violencia física contra las personas y la intimidación moral contra las conciencias, haciendo sentir culpables a millones de generaciones. En la Edad Media la puta Iglesia de Cristo asesinó a herejes, apóstatas, conversos o simples disidentes. Todos ellos fueron sometidos a los peores tormentos o quemados en hogueras. Me cago en Dios, en la Virgen y en todos los santos puestos en fila. Y que Dios me perdone si me dejo alguno.

En España, como ha dicho atinadamente una historiadora, el papel de la religión en la época inquisitorial era el mismo papel que jugaba la raza en la Alemania nazi. Ejecutó condenas sobre hombres de ciencia como Galileo, cuando no los quemó vivos en la hoguera como el caso de Miguel Servet. Me cago en Dios y me limpio el culo con las hojas de la Biblia. También la santa mafia católica intervino en innumerables guerras de exterminio, bendiciendo degollinas y monstruosos crímenes a lo largo y ancho del mundo. En el siglo XX tuvo estrechas alianzas, tanto en Europa con fascistas asesinos como Franco, Hitler o Mussolini, como en Sudamérica, aquí con otros asesinos nada despreciables como lo fueron Videla, Pinochet o Stroessner. Me cago en Dios, que con sus cuernos arrastra un vagón lleno de santos.

La Iglesia católica ha propagado el hambre, la miseria y el SIDA por el mundo a través de esa plaga apestosa, langostina y colérica llamada misioneros. Ha estado involucrada en todo tipo de abusos sexuales contra la infancia, ya se trate de pederastia, ya se trate de violaciones. Uno de los ejemplos más notables de falsificación histórica, además de la de Jesucristo, de la Santa Putísima Iglesia, es la beatificada madre Teresa de Calcuta, también llamada el ángel del infierno, una individua que resultó ser amiga de fascistas, corruptos, dictadores y criminales como el haitiano Duvalier o el mismo Reagan. En sus misiones en la India, además de predicar el sufrimiento para con los pobres, les negó, en muchos casos, la asistencia farmacológica básica. En definitiva, una enajenada católica integrista de extrema derecha que resultó ser una letal propagandista de un ideario homicida como bien denunció hace unos años un documental emitido en Gran Bretaña.

El vicario de Cristo en la Tierra, llamado comúnmente por la masa borreguil católica "Papa", no es más que un monarca teocrático absolutista que vive en un lujoso palacio dentro de un estado ficticio e ilegal llamado Vaticano. Y encima el muy hijo de la gran puta se permite el lujo de hablar en contra del aborto, de las medidas profilácticas contra el SIDA o de la terapia genética, esa esperanza para curar a miles de enfermos. En definitiva, cómo debemos comportarnos los que no creemos en las patrañas de los mitos religiosos. Hay que joderse, me cago en Dios y los santos yéndose de putas.

Hablando de dinero contante y sonante, la Iglesia posee valores en inmuebles, acciones, obligaciones y oro. A ello se suman entradas por arriendos, divisas y especulación monetaria. Además tiene inversiones multimillonarias en bolsa y en fábricas de armamento. A pesar de todo ello, en países de una pobreza atroz como Mozambique, los muy hijos de la gran puta no han tenido mejor idea que cobrar el diezmo a sus fieles para poder, dicen, subsistir. Desde la archidiócesis de Maputo (Mozambique) se considera que dar una donación como muestra de la fe es la oportunidad que Dios da para convertirnos en mejores personas. Me cago en el puto Dios y en la puta polla de Cristo.

En España la Iglesia goza de un estatus jurídico envidiable que ya quisiera para sí cualquier otra institución privada. Dinero público a mansalva en virtud de acuerdos antidemocráticos con los sucesores de Franco. La Iglesia católica sobrevive gracias a su extraordinario poder económico, a un organización jerárquica tiránica y también gracias al blindaje jurídico que le han otorgado los estados. En particular el español, con los cientos de millones de euros que le paga de los bolsillos de los contribuyentes, incluidos ateos. Y con las opíparas y antidemocráticas subvenciones a los colegios religiosos concertados, entre otras muchas bicocas. Y aún así se quejan estos hijos de su puta madre diciendo, como el inefable prelado Cañizares, que en tiempos de Franco la enseñanza estaba mejor. Me cago en Dios, en la cruz, en el carpintero..."

El Caca de Roma relaciona ateísmo con nazismo.

Lo dice un tipo que perteneció a las Juventudes Hitlerianas; será cínico el encubridor de violadores de niños este; pero claro, según la versión oficial le obligaron, pobrecito. Le obligaron como obligaron a millones de alemanes a votar al NSDAP, tan sólo uno de las decenas de partidos violentos y antisemitas de la época (Kershaw); lo dice el máximo jerarca de una institución criminal integrada en regímenes católicos pronazis como el de Pavelic en Croacia y Tiso en Eslovaquia. Una institución que colaboró estrechamente con las dictaduras nazifascistas de Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Videla, Pinochet, Stroessner, etc. La Iglesia siempre se encontró cómoda con el nazifascismo porque tanto la violencia como el antisemitismo son características inherentes a la Iglesia, como prueba su criminal historia llena de fanatismo, intolerancia, persecuciones religiosas, torturas, guerras "santas", violaciones, autos de fe, asesinatos, etc. El papa pronazi y antisemita Pío XII contribuyó decisivamente en la consolidación del poder de Hitler como ha demostrado John Cornwell en su libro El papa de Hitler.

El antisemitismo no lo inventaron los nazis ni mucho menos (Hitler nació y se crió en una sociedad profundamente antisemita: Hitler y el nazismo son un producto del contexto histórico de su época en el cual la Iglesia jugó un papel determinante) sino que es la consecuencia natural del tradicional antijudaísmo cristiano: los distintivos amarillos en la ropa de los judíos los impuso el papa Inocencio III en 1215 en el Cuarto Concilio de Letrán; los guetos, las ceremonias antijudías, las falsas acusaciones de utilizar niños cristianos en crímenes rituales, la quema de sinagogas... Todo eso lo practicó la Iglesia siglos antes de existir el nazismo como parte de su multisecular antijudaísmo al considerar a los judíos un pueblo deicida basándose en la absurda colección de mitos y disparates que es la Biblia.

En el Nuevo Testamento ya comienzan las manifestaciones antijudías del cristianismo. Pablo (el auténtico fundador del cristianismo) escribió: "Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas". Los declara malditos "hasta el fin del mundo", "inmundicia", etc. En los Hechos de los Apóstoles se les define como "traidores y asesinos"; en la Carta a los Hebreos como personas que han "lapidado, torturado, aserrado, matado a espada"; el Evangelio de Juan los presenta más de cincuenta veces como enemigos de Jesús, herejes, hijos de Satán; en el Apocalipsis aparece la expresión "sinagoga de Satanás".

Los llamados doctores de la Iglesia han proporcionado sobradas muestras de antisemitismo. Veamos lo que piensan algunas de las más conspicuas plumas de la Iglesia acerca de los judíos: San Efrén los considera canallas, serviles, dementes, servidores del demonio, criminales, apestosos, sanguinarios incorregibles, noventa y nueve veces peores que un no judío, nación enloquecida, etc.; Juan Crisóstomo en sus escritos señala el carácter asesino y homicida de los judíos, llenos de afán de matar, miserables, maestros de iniquidades, parricidas y matricidas, diabólicos, más crueles que las fieras, estafadores, ladrones, lujuriosos, etc. Para este doctor de la Iglesia los judíos "reúnen el coro de los libidinosos, las hordas de mujeres desvergonzadas, y todo ese teatro junto con sus espectadores lo llevan a la sinagoga. Así pues, no hay ninguna diferencia entre la sinagoga y el teatro. Pero la sinagoga es más que un teatro, es una casa de lenocinio, un cubil de bestias inmundas"; "animales que no tienen uso de razón", "bestias sólo útiles para el matadero". La justificación ideológica a la Solución Final nazi ya se encuentra desde hace siglos en los textos de los beatísimos doctores de la Iglesia.

La Iglesia creó y mantuvo durante siglos y hasta fecha tan reciente como finales de los años sesenta, un Índice de Libros Prohibidos, obras que no se podían editar, leer ni poseer bajo severas penas impuestas por el régimen de terror de la Iglesia (tortura, prisión perpetua, muerte en la hoguera, etc.). En ese Índice se encontraban obras cumbre de la historia de la filosofía, la literatura y la ciencia, que durante siglos fueron hurtadas por la Iglesia a la humanidad. En ese Índice la Iglesia jamás incluyó Mein Kampf de Hitler. Para la Iglesia el ideario nazi no era algo malo o dañino. No podía serlo, dado que la Iglesia llevaba practicándolo la friolera de diecisiete siglos.

La forma que encuentran los apologistas de responder a las acusaciones que se le hacen a la Iglesia es muy frecuentemente hacer referencia a los crímenes cometidos por otras instituciones de poder diferentes a la Iglesia. Independientemente del hecho de que es materialmente imposible igualar y ni siquiera acercarse a los crímenes cometidos por una institución que lleva diecisiete siglos actuando y que ha estado íntimamente vinculada al nazifascismo, el propio hecho de emplear ese argumento por parte de los apologistas es una autorefutación de la principal tesis de la Iglesia, esto es, que es una institución especialmente instaurada por Dios; que además de un poder temporal tiene un poder espiritual; que pretende estar en una situación de superioridad moral al poseer la verdad absoluta fundada en la supuesta palabra revelada de Dios que es la Biblia, etc. Como resulta evidente para cualquiera que no tenga su cerebro secuestrado por las supersticiones religiosas, nada de eso es cierto: la Iglesia es una institución de poder más, y como tal a lo largo de la historia ha hecho todo lo posible por mantener y ampliar su poder, empleando para ello los métodos más brutales. La diferencia entre los crímenes de la Iglesia y los de otras instituciones de poder es que la Iglesia es la única institución que niega y hasta justifica dichos crímenes, amparándose tras el concepto abstracto y fruto de la imaginación humana que es Dios.

Ya son un clásico estas declaraciones del tipo este, que siempre que puede no pierde la oportunidad de soltar la estupidez de turno vinculando ateísmo con nazismo; pero este grandísimo hipócrita, antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas, en unas recientes declaraciones ha demostrado el alcance de su desfachatez y cinismo al comparar la situación actual de España con la de la II República y ha exhortado a una reevangelización del país. Lo que no ha dicho el nazi este es cómo pretende que se acometa dicha reevangelización; si pretende que se haga mediante las armas como sus antecesores nazifascistas hicieron en 1936 y que es el único método que conoce la Iglesia para imponer sus absurdos, contradictorios e irracionales dogmas, mediante la violencia.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El cristianismo es una doctrina inhumana.

"No son crueldades las cosas hechas ante Dios y con pía intención". Jerónimo, Padre de la Iglesia.

Es decir, podemos matar, torturar, saquear, incendiar, destruir, degollar, violar, asesinar, masacrar... que mientras lo hagamos "ante Dios" y "con pía intención" no pasa absolutamente nada. ¡Realmente esto es la historia del cristianismo en los últimos diecisiete siglos!, una religión hipócrita que ha sido impuesta, no mediante la palabra y el amor como la Iglesia y sus apologistas pretenden hacer creer con sus mentiras, sino por el fuego y la espada.

Esto debería ser suficiente para refutar de una vez por todas esa fantasía de que el cristianismo es una religión de amor. Porque eso de "ama a tu prójimo" y "no hagas lo que no quisieras que te hicieran a ti" no sirve de nada si luego no se realiza efectivamente; quedan como palabras vacías escritas en un libro mohoso. Además eso no es exclusivo ni original del cristianismo como sus mendaces apologistas pretenden hacer creer a la masa borreguil. Muchas doctrinas muy anteriores al cristianismo lo incluyen en sus enseñanzas y, a diferencia del cristianismo, lo han llevado a la práctica con mucho más éxito y coherencia en lugar de quedarse en simples palabras hueras. El budismo e incluso las doctrinas de filósofos como Platón y Pitágoras incluyen enseñazas idénticas muchos siglos antes de que lo hiciera el cristianismo.

Y es que eso es algo que cualquiera puede pensar, no hace falta que venga ningún iluminado para decírnoslo. Sin necesidad de remontarnos miles de años en el pasado, hoy en día existen personas que piensan así y ya se ve el caso que la civilización cristiana hace a esos postulados: nulo. Un país profundamente cristiano como Estados Unidos es a la vez el que más guerras ha promovido en el siglo XX y lo que va de XXI. Su cristianismo no le ha impedido llevar a cabo masacres como las perpetradas en Vietnam, Irak y otros muchos países o apoyar a un país terrorista, genocida y que practica el Apartheid como es Israel. En Estados Unidos existen personas que se oponen a la guerra pero son sistemáticamente silenciadas por la corriente belicista imperante. Al contrario, los pacifistas son considerados como algo peligroso, como un elemento subversivo.

Por si fuera poco el que el cristianismo sea una religión de paz y amor es insostenible teniendo en cuenta que en los propios Evangelios se puede leer lo siguiente: "No penséis que he venido a traer la paz a la Tierra; no he venido a traer la paz sino la espada". Marcos 10:34. Toda una declaración de intenciones. Además los escritos de los padres y doctores de la Iglesia están cargados de odio, antisemitismo e invectivas en contra de paganos y "herejes". ¡Pero si hasta la propia Iglesia posee acciones de empresas fabricantes de armamento! ¡El cristianismo una religión de paz y amor! Sería para echarse a reir si no fuese por los ríos de sangre que el cristianismo ha derramado durante su criminal historia. Hablando de acciones de empresas, la Iglesia, que de forma vehemente e irracional condena el uso de preservativos, posee a su vez acciones de empresas farmacéuticas fabricantes de anticonceptivos. ¡Esa es la superioridad moral del cristianismo y de la Iglesia que dice ser la representante de Dios en la Tierra! Doble moral, hipocresía, mendacidad... Nauseabundo. Las mentiras del cristianismo lo inundan absolutamente todo; cada rincón de este mundo apesta debido a las inmundicias esparcidas por el cristianismo.

La realidad es que existe una moral universal (esto es, que comprende a todo el género humano) y laica (esto es, independiente de toda religión). La perversidad del cristianismo llega a tal extremo que enseña que todo aquel no adscrito a dicha religión es malo, inmoral y abyecto por naturaleza. Sólo se puede ser una buena persona si se es cristiano, todo lo demás es malo, es obra del demonio, y por lo tanto es preciso combatirlo. En esta delirante idea se encuentra el germen de toda persecución religiosa, de toda guerra, de todo conflicto, de todo derramamiento de sangre que jalonan la historia del cristianismo. La piedad y la compasión son atributos del ser humano como tal y no dependen de estar adscrito a una u otra religión. Al negar esto, el cristianismo se convierte en una doctrina que niega al ser humano, una doctrina inhumana.

jueves, 2 de diciembre de 2010

La civilización cristiana.

El cristianismo no se impuso mediante la palabra y el amor como la Iglesia y sus apologistas pretenden hacer creer con sus mentiras; muy al contrario lo hizo mediante la espada y el fuego. Miles de años de intolerancia, guerras religiosas, masacres, saqueos... Una guerra brutal e implacable contra judíos, "herejes" (esto es, todo aquel que pensaba de forma diferente), paganos... Durante siglos la obsesión de los cristianos fue destruir los templos de otras culturas y religiones, quemar sus libros, asesinar a sus sacerdotes... con objeto de no dejar ni rastro del culto anterior: incendiar, destruir, torturar, degollar... La civilización cristiana es la civilización del fanatismo, la intolerancia y la violencia.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La Iglesia es una institución fascista.


El 1 de julio de 1937, acaban de cumplirse 70 años, la jerarquía de la Iglesia católica española selló oficialmente el pacto de sangre con la causa del general Franco. Ese día vio la luz la Carta de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la Guerra de España, redactada, a petición de Franco, por el cardenal Isidro Gomá, con la firma de todos los obispos españoles menos Mateo Múgica (Vitoria) y Francesc Vidal i Barraquer (Tarragona), nos recuerda el profesor de historia Julián Casanova. La espada vencedora, ofrendada por el caudillo a Dios el 20 de mayo de 1939 en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid y recogida con unción por el jefe de la Iglesia española, sigue custodiada en el Tesoro de la Catedral Primada por sus fervientes sucesores.


«El 11 de marzo de 2001 Juan Pablo II beatificó a 226 valencianos muertos en la guerra civil `por el odio a la fe', entre los que había sacerdotes, religiosos y seglares. Fue uno de los mayores actos de beatificación celebrado en la plaza de San Pedro de Roma y tuvo su origen en las causas iniciadas por el arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, considerado por los sectores menos integristas de la Iglesia valenciana como un hombre `con una cierta mentalidad nacionalcatolicista'. Además, la diócesis de Valencia instruye la causa de canonización de otros 250 mártires, cuyo proceso abrió el arzobispo en junio de 2004».


¿Sorprendente? «Las facilidades concedidas por el Ayuntamiento de Valencia al proyecto de honrar la memoria de los muertos en el bando nacional con la erección de una iglesia-santuario chocan con los impedimentos que el Consistorio ha puesto para parar las obras de construcción de nichos sobre una fosa común del cementerio de Valencia en la que, según el Fòrum per la Memòria Històrica del País Valencià, hay enterrados cientos de personas que fueron ejecutadas tras la guerra civil. Las obras sobre la fosa común fueron paralizadas cautelarmente por un juzgado, que finalmente dio la razón a esta asociación». Una vez más se demuestra aquí que la Iglesia es sólo tolerante cuando es minoría, pero en cuanto el Estado privilegia al cristianismo se acabó la exigencia de tolerancia y libertad. Con esas ceremonias de beatificación, la Iglesia católica española continúa siendo la única institución que, ya en pleno siglo XXI, mantiene viva la memoria de los vencedores de la Guerra Civil y sigue humillando con ello a los familiares de las decenas de miles de asesinados por los franquistas, recalca de nuevo el catedrático Casanova.


En una entrevista reciente Jon Sobrino, ante la pregunta formulada por Jesús Ruiz Mantilla -en referencia al obispo asesinado Romero, al teólogo de la liberación Ellacuría y a tantos otros y otras latinoamericanos, luchadores por la justicia asesinados en el Chile del catolicísimo Pinochet, en la Argentina de Videla y en tantos otros países bajo el manto protector del Vaticano- ¿cómo estas personas tan próximas al martirio, que se han jugado el pellejo, no se las reconoce como a auténticos Cristos en su Iglesia?, respondía: «Yo tampoco lo entiendo. Me preocupa y a veces me indigna. Mi esperanza es que pronto, oficialmente o con algún signo eclesial que todo el mundo entienda, canonicen a monseñor Romero y a todos los mártires latinoamericanos y del Tercer Mundo». Alguien pudiera pensar: ¡No caerá esa breva! Pero estos cristianos tan solo son periferia y pus o, en expresión acuñada por ellos, herejía en el cuerpo eclesial.


Todos los intentos por eliminar de raíz la miseria de las masas y lograr mejoras sociales básicas viene saboteando la Iglesia desde entrada la antigüedad como una rebelión contra el ordenamiento social dado por Dios. El sistema feudal de la Edad Media, sus privilegios de clase, la servidumbre, la esclavitud... todo esto era para la Iglesia, hasta los nuevos tiempos, algo dado y querido por Dios, como un reflejo del orden celestial. Tomás de Aquino, el teólogo oficial de la Iglesia, justificó el mantenimiento de la esclavitud.


Durante toda la Edad Media la Iglesia no rechazó ni la esclavitud ni el comercio de esclavos. La Iglesia se convirtió en un poder meramente conservador y dirigió la mirada de sus pobres creyentes hacia el cielo, que un día debería satisfacer todos sus sueños, mientras ella se enriquecía terriblemente. Las mejoras sociales de los tiempos modernos no se han conseguido a través de la Iglesia sino en contra de ella. Para uno de los teólogos más importantes, Martín Dibelius, la Iglesia se ha mostrado precisamente como «guardia de corps del despotismo y del capitalismo. Por eso todos los que deseaban una mejora de la situación en este mundo se han visto obligados a luchar contra el cristianismo». El Vaticano santificará la caridad de la monja rumana Teresa de Calcuta pero condenará con anatema y castigo la reivindicación justa de monseñor Romero y otros, defensores de una teología liberadora o de los pobres.


De ahí que a muchos, en cambio, nos parezca deshonra para un verdadero revolucionario, además de pura contradicción, el que la Iglesia proclamara santo a Romero o a Giordano Bruno. Debería sorprendernos el que todavía hoy haya cabezas altamente cualificadas e incluso instruidas que tengan ideas tan peregrinas de los santos. Permítaseme la alusión a una idea, formulada por el gran Karlheinz Deschner en «La Historia criminal del cristianismo»: «el honor de los altares no alcanzaron mendicantes humildes y florecillas, no; fueron explotadores, ladrones, antisemitas, chantajistas, falsificadores, incendiarios, especialistas en sobornos, criminales y asesinos de masas». Claude-Adrien Helvétius se dio cuenta: «Cuando se leen sus santas leyendas se encuentran los nombres de miles de asesinos canonizados. ¡Y casi todos de las clases altas! Todo lo que la gente considera santo tiene un perfil corrosivo». Realmente cuando los cristianos caminaron por un baño de sangre fue cuando la Iglesia comenzó a quemar herejes y brujas. El número de todos los mártires cristianos de los tres primeros siglos se calcula, muy por lo alto, en 1.500, número muy cuestionado porque sólo se conserva información escrita tan sólo de un par de decenas de mártires. Cabe mencionar aquí lo leves que fueron los sufrimientos de los cristianos de entonces en comparación con las persecuciones y torturas que la Iglesia católica propició a herejes y brujas. Los métodos refinados de tortura y salvajismo de la Iglesia pueden verse hoy en los museos del horror humano. Sólo el católico duque de Alba mandó ejecutar a más de 20.000 protestantes. Los cristianos asesinaron a cientos de miles de judíos. Las víctimas de la locura de la Iglesia en contra de las brujas se calcula, muy por lo bajo y sólo en el Sacro Imperio Romano Germánico (962-1806), alrededor de 200.000 según Rolf Schulte en su libro de tesis doctoral Hexenmeister.


El pasado 18 de julio, largos setenta años después, la Iglesia católica española, fiel a su espíritu de la Edad Media, levantó su brazo herrumbroso y mohoso desde el sepulcro de Franco del Valle de los Caídos para gritar de nuevo por medio de sus obispos su eterno y conocido: ¡Viva Franco, arriba España! Y es que el Movimiento Nacional con Franco encarnaba las virtudes de la mejor tradición cristiana, la del antijudío Isidoro de Sevilla, la de la Inquisición, la de Gomá y Segura, la de Cañizares, Fernando Sebastián, Rouco Varela, García-Gasco, hombres feudales capaces, como certeramente denuncia Muthiko Alaiak, de proseguir con su báculo y sus enseñanzas la negra historia del cristianismo... Amantes de la libertad, empero, nos reunimos en este julio en torno a la casi centenaria republicana y abertzale Emilia de la Bodega para brindar por los revolucionarios abertzales y brigadistas internacionales de entonces y de ahora.



Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54052

sábado, 25 de septiembre de 2010

Ratzinger: un papa nazi.

Existen muchas formas de eximir responsabilidades. Nuestra sociedad occidental, católica, apostólica y romana es rica en argumentos absolutorios. El mercado ofrece amplia gama para tranquilizar la conciencia. Si lo hace ante el confesor, el pecado se resuelve en el bis a bis entre el sacerdote y el transgresor. Se absuelve al pecador por el rezo y la constricción. Amparado en el secreto de confesión me acuso de matar: cuatro padre nuestros y dos rosarios cantados; de violar: tres ave maría y dos padre nuestros; de robar: ayuno y rosario. Y a la semana siguiente, más de lo mismo. Así se puede estar toda una vida matando, violando o robando convencido, domingo a domingo, que la absolución del sacerdote deja limpio de pecado y purifica el alma. La defensa de la fe consiste en mantener vivo este principio y no cuestionar su existencia. Sobre todo en una sociedad capitalista donde Iglesia y Estado comparten una teología política sobre la cual construyen su poder omnímodo. Joseph Ratzinger lo sabe, por eso persiguió durante 25 años, como prefecto de la Congregación de la Fe, antigua inquisición, a los teólogos reformadores más destacados del siglo XX y calló ante el asesinato de sacerdotes de la teología de la liberación.

Mas la sociedad política exonera hoy el pasado secular y la biografía ciudadana del nuevo papa. Ratzinger forma parte de una institución, la Iglesia, en cuya organización coexisten cardenales, obispos, arzobispos, párrocos y cohabitan pederastas, nazis, ladrones, corruptos, mafiosos, torturadores, asesinos, anticomunistas, y algunos católicos honestos. Es una institución cuyo poder se extiende a la sociedad civil y donde la capacidad de controlar la vida después de la muerte y la purificación del alma le otorga un plus capaz de competir con el poder de cualquier empresa transnacional. Sus mecanismos de presión son los mismos que utiliza cualquier monopolio a la hora de maximizar sus beneficios y de imponer sus dogmas. Poca diferencia existe entre el FMI y el Vaticano.

Con motivo de la elección del nuevo director gerente del consejo de administración de la Iglesia, emerge una biografía pública poco conocida de la juventud del elegido, ahora Benedicto XVI. A los 13 años, por decisión propia se afilia a las juventudes hitlerianas, hecho irrelevante en su carrera al purpurado o intrascendente, pero que cobra fuerza a los efectos de su transfiguración en papa. Sobre todo si consideramos que tras la decisión de los cónclaves se expresa el Espíritu Santo. Es decir, su iluminada fe sabe que un muchacho alemán en pleno Tercer Reich asume el ideario nazi y más adelante participa de su organización militar. Hoy, para redimirlo se argumenta la deserción del mozo en medio de la batalla. Nada nos dice si tal acto supuso el abandono de la ideología nazi. Muchos ex militantes del partido nazi, tras la derrota militar, han mantenido sus convicciones sólo que no lo publicitan al no ser requisito para sobrevivir. Recordemos que en Alemania, para cubrir este pasado ignominioso de muchos cobardes se intenta justificar la pertenencia a las juventudes hitlerianas como parte de una imposición del Tercer Reich a la ciudadanía. Argumento falso. Muchos alemanes se negaron a serlo y pagaron por ello. Sin embargo, hoy, tras medio siglo del Holocausto un ex joven nazi es elegido sucesor de Pedro. Para más INRI ejerció, ya lo señalamos, durante 25 años vocacionalmente la inquisición durante el papado de Juan Pablo II. Es decir, estamos en presencia de un hombre que se labra su personalidad acorde con sus principios ideológico-políticos. Es reincidente y se jacta de ejercer el poder de manera totalitaria y sin espacio para la crítica, el diálogo o un encuentro con la tolerancia y la diferencia. Ratzinger aplicó el principio de la solución final para el discrepante. Se manifestó abiertamente contra el avance de la ciencia, la razón humana, el progreso y la teoría de la evolución. Condenó no sólo a teólogos y teologías de la liberación humana: ha sido escrupuloso defensor de una Iglesia cerrada y elitista comprometida con el poderoso.

Resulta curioso que creyentes, católicos practicantes, dirigentes políticos y miembros de la sociedad comprometidos con la defensa de la democracia y la dignidad no levanten con mayor fuerza su voz y reclamen contra semejante ignominia al elegir un nazi confeso como su pastor. Al menos deberían exigirle abominación pública del nazismo. De lo contrario la responsabilidad de los católicos en la absolución del nuevo papa de su pasado nazi e inquisitorial es tan importante como la de quienes en el agnosticismo podemos comprobar que durante 40 años, Ratzinger ha sido un gran baluarte en la práctica de los métodos de la contrarreforma. Ahora resulta que haber sido nazi por convicción es un atenuante en el currículum para llegar a papa. Antes podía haber cortado la carrera a la designación, en este momento se soslaya. El argumento que exime es caricaturesco: todos los alemanes eran nazis, no menos que todos los italianos fascistas. Podemos hacer una larga lista inclusiva donde apelar al "todos son" o "eran" acaba por ser una gran mentira. Ni todos eran ni todos son. En Chile, militares se opusieron a la tortura y fueron asesinados. En Argentina y otros países sucedió algo similar. Pero existe la vulgarización donde se oculta la vida ejemplar que rescata la condición humana y donde se refleja toda la esencia ética de la dignidad. Es mejor apoyar la cobardía bajo el "todos" eran nazis y camisas negras. Ni todos fueron ni todos eran. Para ejemplo: Sócrates y Giordano Bruno. Y muchos que desde el anonimato defienden la dignidad y la condición humana. Si no, preguntenle al EZLN.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=14401

lunes, 20 de septiembre de 2010

Moral de Convento: La represión integrista católica de la España franquista.

LA ÚLTIMA DICTADURA TEOCRÁTICA INTEGRISTA CATÓLICA DE OCCIDENTE.

“Moral de Convento” es un reportaje emitido en el programa Informe Semanal, que analiza como el régimen genocida del General Franco se esforzó por anular los avances sociales de la República instaurando la última dictadura teocrática integrista católica de occidente.

LA IGLESIA CATÓLICA, CÓMPLICE DEL DICTADOR
fue la encargada de dictar las normas morales, que reprimieron con su “moral de convento” a la población. Las escenas del vídeo con los obipos rindiendo pleitesía al genocida que entraba bajo palio a la iglesia forman parte de un reciente pasado del que la institución se niega a pedir perdón.
Acabada la Guerra Civil, el régimen franquista no sólo se instaló en todas las instituciones políticas del país, también invadió los espacios más íntimos de la vida privada de los españoles. La Iglesia Católica dictó su moral, sus normas de conducta y asumió como propia la defensa de la pureza de la mujer española. Fue la mujer la que más sufrió esta represión. Las mujeres tenían que llegar vírgenes al matrimonio, Las redadas policiales en los típicos lugares donde acuden las parejas a mantener relaciones son habituales, y el castigo a los detenidos además de la multa económica, ven sus nombres publicados en los diarios.

EL TRIUNFO DE LA SUPERCHERÍA: LA IGLESIA OFRECE LOS DATOS DEL CENSO DEL INFIERNO.
Los obispos afirman que el 99% de los condenados al infierno lo habían sido por falta al sexto mandamiento. El Cardenal Pedro Segura y Sáez , que consideraba a Franco “blando frente al mal” declara el baile agarrado pecado mortal. En algunas zonas rurales se imponen costumbres como por ejemplo que si una mujer no tenía éxito con su primer novio, no podía volver a intentarlo con otro. Hasta tal punto llegó la intromisión de la iglesia en el control de la moral que crearon una “línea de bañadores” para que la mujer española no enseñase carne en la playa.

LA DOBLE MORAL es un capítulo aparte: como se explica en el reportaje, los fieles que vestían camisa azul por su adhesión al régimen tenían “carta blanca” para no respetar las normas morales cristofascistas de la dictadura siempre que lo hiciesen con discreción.

Vídeo: Reportaje “Moral de Convento“. 16 minutos



Fuente: http://www.lasmalaslenguas.es/2010/07/19/moral-de-convento-represion-integrista-catolica-espana-franco/

sábado, 11 de septiembre de 2010

Usted los paga y el obispo los manipula.

Francisco Gil Craviotto.

El culebrón de los profesores de religión es como para morirse de risa o de pena -según se mire- y demuestra con toda claridad que Valle Inclán no se equivocó cuando dijo aquello de que éste es un país esperpéntico. Para comenzar, lo primero que llama la atención es el sistema que reina en España para ser profesor de religión: los elige a dedo el obispo de la diócesis. De esta manera ocurre que, mientras que todos los demás profesores de cualquier escuela o instituto han tenido que realizar una carrera y superar unas oposiciones, el de religión entra en el colegio o instituto sin otro aval que el del obispo que lo envía. No termina aquí lo insólito del caso, lo mejor viene ahora: a este profesor no lo paga la Iglesia, como en buena lógica debería ocurrir, sino el Estado; es decir, el contribuyente. Puede muy bien suceder que usted, ciudadano de a pie y contribuyente, sea católico y esté encantado en pagar al profesor que envía el obispo a dar clase; pero también es posible que sea protestante, judío, musulmán, o acaso, decididamente agnóstico o ateo y no lo esté tanto o incluso en modo alguno. No importa: usted paga, el obispo manipula y los políticos siguen alardeando de que este es un país laico.

No termina aquí lo absurdo del caso. El meollo del culebrón viene cuando el obispo en cuestión, porque le place, llega a la arbitrariedad de cambiar a un profesor de religión por otro. Otro más dúctil y maleable, se sobreentiende. Se verá mucho mejor si ponemos un ejemplo. Helo aquí:

Imaginemos por un instante uno de estos profesores. En nuestro caso, dado que estamos en la época de los feminismos, va a ser una profesora. ¿Le ponemos un nombre? ¿Le gusta al lector el nombre de María del Mar? Ya está. María del Mar es una chica joven -menos de treinta años-, simpática, que frecuenta la parroquia, y habla y escucha a todo el mundo. Es relativamente culta -incluso se ha atrevido a leer, un poco a hurtadillas, el “Cándido” de Voltaire y la novelita “San Manuel bueno y mártir” de Unamuno- y viste con decoro y decencia. Nada de mini faldas ni blusas con el ombligo al aire. Ha ayudado al párroco en su labor de catequesis y conoce al obispo desde la época en que todavía no era obispo, así como a la mayor parte de la camarilla que lo rodea. Es, -al obispo no le cabe la menor duda-, la persona ideal para ocupar el puesto de profesora de religión. El primer año transcurre como la seda. El obispo la felicita. En el instituto, ese primer año conoce a otro profesor -el de matemáticas- con quien comienza a intimidar. Paseos al atardecer cogidos de la mano, besos en la soledad de un parque. Un día el profesor de matemáticas consigue llevarla a su estudio. Ven libros, oyen música, beben una copita y después otra. El final es que terminan en la cama. La experiencia le ha resultado agradable. Se impone la repetición y ya no hay final de semana que no visite el estudio del matemático. Sus amores son tan discretos que en el instituto casi nadie sabe que él y ella son novios; sin embargo, el obispo, que tiene ojos y oídos por todas partes, sí que lo sabe. Muy pronto, a través del párroco y otros fieles servidores, comienza una campaña de acoso que al final, con el beneplácito de la Iglesia, termina en boda. A los seis meses nace el primer niño, año y medio después viene el segundo. Todo perfecto. Pero al instituto llega una profesora de literatura que al matemático lo deja deslumbrado. Muy pronto se da cuenta de que para él es más agradable hablar de Lorca y de Machado que del milagro del pan y de los peces o del sermón de la montaña. El cuarto curso de Mar en el instituto coincide con su divorcio. Inmediatamente queda invalidada por el arzobispo para la enseñanza y, sin esperar siquiera a las vacaciones, a mitad de curso es reemplazada por otro profesor, ahora hombre, al que el Estado le paga con la misma obediencia con que antes le pagaba a Mar. De la noche a la mañana Mar se ha quedado sin trabajo y con dos hijos a las espaldas. De nada le han valido demandas ni súplicas. Mientras tanto, el obispo de nuestro cuento sigue repartiendo bendiciones y el matemático -tan divorciado como ella- con sus binomios, hipotenusas y catetos.

Sólo es un ejemplo entre cientos.

Lo más impresionante en esta sucesión de arbitrariedades e injusticias es la argumentación de los políticos. Todos se escudan en el mismo tópico: el concordato. Uno no puede evadir la inevitable pregunta: ¿tan inamovible es el concordato que puede pisotear los más elementales principios de nuestra Constitución y los derechos del hombre? II. “Decíamos ayer…” Fue la frase que, dicen, pronunció Fray Luís de León cuando, después de haber permanecido cinco años en las mazmorras de la Inquisición, volvió a su cátedra de Salamanca. La Inquisición -o la santa Inquisición, como dicen los beatos-, ese gran invento de la Iglesia Católica para evitar, mediante la tortura y el fuego, toda disidencia, no sólo atacó a judíos, moriscos y luteranos, sino que también se cebó en los suyos, como fue el caso de Fray Luis.

Yo también decía ayer que me parece escandalosamente abusivo que con el dinero del contribuyente, sea católico o no lo sea, se paguen las clases de religión. Si en mi alegato de ayer contemplaba el problema proyectando toda mi atención sobre el profesor, hoy lo voy a hacer deteniéndome sobre todo en la víctima: el niño que tiene que sufrir esas clases.

No estará mal precisar al lector que, al decir víctima, hablo por mi propia experiencia: yo sufrí esas clases que, hablaban de pecados, demonios, infiernos, purgatorios, cielos y limbos, y llenaron mis días -y sobre todo mis noches- de desasosiegos y pesadillas. Las viví hasta que, llegado a la edad adulta, logré sacudirme todo ese lastre clerical. El niño no tiene capacidad para distinguir la verdad irrefutable -por ejemplo: la Tierra da vueltas alrededor del Sol-, de la pura entelequia que no tiene más soporte que la fe. El niño se traga el rollo del cura o la beata y termina traumatizado ante la posibilidad de que a él le pueda caer alguno de esos atroces castigos. Jamás se le ocurrirá pedirle al cura o a la beata el documento notarial y fehaciente que demuestre la existencia de tales lugares de tormento.

Entonces eran inevitables aquellas clases de religión.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=112772&titular=usted-los-paga-y-el-obispo-los-manipula-

jueves, 9 de septiembre de 2010

La Iglesia católica aliada del nazifascismo.

El papa Pío XII, el papa de Hitler, felicitó por telegrama al dictador genocida Francisco Franco pocas horas después de que éste anunciase que el ejército rojo estaba "cautivo y desarmado".

Telegrama de Pío XII a Franco:

"Levantado nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente, con Vuestra Excelencia, la deseada victoria católica en España. Hacemos votos por que este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas y cristianas tradiciones que tan grande la hicieron".

Respuesta de Franco:

"Intensa emoción me ha producido paternal telegrama de Vuestra Santidad con motivo victoria total de nuestras armas, que en heroica Cruzada han luchado contra enemigos de la Religión, de la Patria y de la civilización cristiana. El pueblo español, que tanto ha sufrido, eleva también, con Vuestra Santidad, su corazón al Señor, que le dispensó su gracia, y le pide protección para su gran obra del porvenir".

La "victoria católica" fue bendecida a lo grande por Pío XII en un mensaje radiofónico el 16 de abril de 1939 dirigido a la "católica España". El papa se congratulaba "por el don de la paz y de la victoria", confirmaba el carácter religioso de la guerra, recordaba a los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles "que en tan elevado número han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la Religión católica", y pedía seguir "los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta nobleza por el Generalísmo de justicia para el crimen y de benévola generosidad para con los equivocados".

Lo que importaba era que los "designios de la Providencia" se habían vuelto a manisfestar una vez más sobre la "heroica España", nación elegida por Dios desde tiempos inmemoriales, que acababa de dar "a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu".

Franco quedó entusiasmado con el mensaje. Hubo también en Roma un tedeum (cántico que usa la Iglesia católica para dar gracias a Dios por algún beneficio) y "recepción por el final victorioso de la guerra", organizado por el cardenal Giovanni Battista Montini, futuro Pablo VI, celebrado el 12 de abril en la iglesia jesuita del Gesú con la participación del Colegio Cardenalicio y de la Secretaría de Estado del Vaticano. La Iglesia celebró así por todo lo alto la victoria del dictador criminal fascista Francisco Franco Bahamonde.

martes, 7 de septiembre de 2010

Falsificaciones y engaños en la Iglesia católica.

En los últimos años han aparecido diversos libros, dentro del cristianismo, con títulos como “El gran fraude” de Gerd Lüdemann, “El credo falsificado” y “Falsificaciones y engaños” de Karl-Heinz Deschner. Hoy os traduzco su pensamiento.

Ya Friederich Nietzsche se dio cuenta cuando dijo: “Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de todas las corrupciones imaginables, [...] ella ha negado todos los valores, ha hecho de toda verdad una mentira, de toda rectitud de ánimo una vileza. [...] Yo digo que el cristianismo es la gran maldición, la gran corrupción interior, el gran instinto de venganza, para el que ningún medio es demasiado venenoso, secreto, subterráneo, bajo; la gran vergüenza eterna de la humanidad [...]”. ¿Se pasa Nietzsche al decir esto? Karl-Heinz Deschner ha escrito la “Historia criminal del cristianismo” en 12 tomos y dice: “...no me consideraría refutado por haber omitido lo que también era verdadero, sino únicamente cuando alguien demostrase que he escrito algo falso”. Escribir historia quiere decir destacar rasgos principales, generalización y cuantificación van necesariamente unidas. Cicerón dijo que “la ley principal de la historiografía es que nadie se atreva a escribir cosa alguna que sea falsa”. Sin embargo la regla decimotercera de los jesuitas impone “que lo que yo tengo por blanco no es tal, sino negro, si lo manda la jerarquía eclesiástica” (Volk).

1.- ¿Nos extraña?

No estamos acostumbrados a leer en nuestros libros, pero es verdad que “nunca se ha mentido y engañado con tanta frecuencia y tanta falta de escrúpulos como en el campo de la religión”. Y es cabalmente en el cristianismo, el único verdadera y realmente salvífico, donde dar gato por liebre está a la orden del día, donde se crea una jungla casi infinita del engaño desde la Antigüedad y en la Edad Media en particular. La falsificación literaria se dio antes que en el cristianismo entre los griegos y romanos, la hubo desde la remota Antigüedad hasta el helenismo, entre los sacerdotes egipcios, reyes persas y en el judaísmo. Durante toda la Antigüedad fue habitual una práctica amplia y variable de la falsificación. Fue posible gracias a la gran credulidad de la época. “Ya desde Herodoto, siglo V antes de Cristo, cuando comenzó en Atenas la divulgación de los escritos mediante las librerías, se criticaron las falsificaciones y se elaboraron criterios para determinar la autenticidad.

El fenómeno de la falsificación presupone la idea de la propiedad intelectual puesto que si ésta no existe no hay verdadera falsificación. Se sabe que dentro del Nuevo Testamento hay escritos que no proceden del autor bajo cuyo nombre los seguimos encontrando hoy (Evangelio de san Marcos, se dice en la Iglesia ). Por ejemplo, muchas epístolas, que se dicen de san Pablo, no son de Pablo: la de los hebreos, las cartas pastorales a Timoteo (dos) y Tito, la de los efesios... Muchas falsificaciones no pueden hoy ya desvelarse. No dejan de tener su importancia los anacronismos y los vaticinia ex eventu (profecías a posteriori). En algunas falsificaciones hay también material auténtico. Y a la inversa. Mezclas de este tipo, verdad-mentira, son frecuentes. Los falsarios avezados mezclan lo falso con los auténticos. Se practicaban los más diversos métodos de embuste. Los literatos y sacerdotes griegos falsificaron en proporciones inimaginables, por ejemplo Onomakritos de Atenas falsificaba oráculos. Con frecuencia se han imputado libros a Pitágoras, quien como Sócrates o Jesucristo nunca los escribió.

2.- Motivos para falsificar

Los motivos para falsificar un escrito son numerosos y diversos: codicia, defender reclamaciones de derechos pretendidos o reales, en beneficio de una causa, de un partido, de un pueblo, en beneficio propio, para comprometer a otro... También las traducciones podían manipularse a favor de una tendencia concreta (Solón habría introducido un verso en la Iliada para reforzar sus reivindicaciones de la isla de Salamis).

Además de razones pecuniarias, políticas o legales, había naturalmente motivos privados para las falsificaciones, intrigas personales, rivalidades. Y por último, aunque no en menor grado, se falsificaba con intenciones apologéticas, para defender o propagar unas creencias o una religión.

Las religiones se fundan esencialmente en el de dónde, hacia dónde, en el por qué. Y es justamente esto lo que las mantiene con vida. Pero en cuanto comienzan las respuestas, inconscientes o semiconscientes, las suposiciones, las afirmaciones, comienza también el mentir, el falsear, sobre todo por parte de aquellos que viven de ello y en virtud de ello dominan. En la Antigüedad , la crítica, la desconfianza y la resistencia contra las falsificaciones la ejercen individuos aislados. La masa se entrega a lo milagroso y lo legendario, a las llamadas ciencias ocultas.

En Egipto se creía en los “dioses escribientes”, en dios como autor en sentido literal. Los sacerdotes dotados de sabiduría aparecían como encarnación del dios Thot, lo que decían y escribían se consideraba como obra suya. También en Egipto pronto se dio la falsificación religiosa, alcanzando un gran impulso tras la muerte de Alejandro, con la penetración de las ideas orientales. Se sobreentiende que es falsificación el engaño consciente y deseado.

Hacía ya mucho tiempo que en la era precristiana se falsificaban los oráculos por razones políticas, lo mismo que se hizo en la era cristiana, como el falso oráculo de Alejandro de Abonuteco (Inopolis), fundado alrededor de 150 d.C. y que duró hasta mediados del siglo III, del “profeta de las mentiras”, como realmente se podría llamar a muchos, si no la mayoría, de los profetas. Algunos críticos antiguos, como el cínico Oinomeo de Gadara, por ejemplo consideraron a los oráculos en su conjunto como un engaño. Pero por mucha inventiva que tuvieran los Graecia mendax les superaron los osados engaños de los judíos, lo mismo que a éstos después las falsificaciones de los cristianos, que hacen palidecer a todas las anteriores.

3.- Peculiaridad de la Biblia cristiana

El “libro de los libros” de los cristianos es la Biblia. La Biblia es algo especial, lo que entre otras cosas explica que la cristiandad no tuviera en sus primeros ciento cincuenta años ninguna “Sagrada Escritura” propia, y por este motivo asimiló el libro sagrado de los judíos, el Antiguo Testamento, que según la fe católica precede “al Sol de Cristo” como “estrella matutina”. Lo singular de la biblia cristiana es que cada una de las distintas confesiones tiene su biblia, que es distinta, que no coinciden en su conjunto y que lo que unos consideran sagrado a otros les parece sospechoso. La Iglesia católica, que distingue entre escritos protocanónicos –que nunca se han discutido- y deuterocanónicos –cuya inspiración durante algún tiempo fue puesta en duda, posee un Antiguo Testamento mucho más amplio que el de los judíos, del que procede. En el siglo XX algunos estudiosos de la religión, entre ellos Eduard Meyer, han puesto en duda la existencia histórica de muchos personajes del Antiguo Testamento, por ejemplo del propio Moisés, de David, de Salomón... Lo único que hoy está claro es que los cinco libros de Moisés, que son palabra infalible de Dios, no proceden de él. Está claro que a la escritura de estos cinco libros les precedió una transmisión oral de muchos siglos, con constantes cambios. Y después fueron los redactores, los autores, los recopiladores bíblicos quienes participaron a lo largo de muchas generaciones en la redacción de los escritos de “Moisés”, lo que se refleja en los distintos estilos.

4.- Falsificaciones en el Nuevo Testamento

Dice el teólogo evangélico Carl Schneider: “Las falsificaciones comienzan en la época del Nuevo Testamento y nunca han cesado”.

Suponiendo que Jesús de Nazaret sea histórico y no el mito de un dios transportado al ser humano, a comienzos del cristianismo apenas hay falsificaciones.

No hay ningún testimonio demostrativo de la existencia histórica de Cristo en la llamada literatura profana. Todas las fuentes extra-cristianas no dicen nada sobre Jesús: por parte romana Suetonio y Plinio el Joven, Filón y especialmente importante Justo de Tiberiades por la judía; no les toman en consideración, como los Testimonia de Tácito y Flavio Josefo.

Todos los relatos de la vida de Jesús son, como escribió su mejor conocedor, Albert Schweizer, “construcciones hipotéticas”, la teología cristiana crítica de modo general pone en tela de juicio la credibilidad histórica de los Evangelios. De la vida de Jesús no se puede averiguar prácticamente nada. Los Evangelios en modo alguno reflejarían la historicidad sino la fe.

El Jesús de la Biblia , especialmente el sinóptico, se encuentra plenamente dentro de la tradición judía. Es mucho más judío que cristiano; también a los miembros de la comunidad primitiva se les llamaba “hebreos”. Su vida apenas se diferencia de los restantes judíos. Jesús propagaba una misión sólo entre judíos, estaba fuertemente influenciado por la apocalíptica judía. En cualquier caso, el Nuevo Testamento está plagado de ideas apocalípticas. El germen de esta fe es el error de Jesús acerca del fin inminente del mundo. Estas creencias eran frecuentes. Los judíos tomaron estas ideas del paganismo. Jesús fue uno de los muchos profetas, predicó que el tiempo presente se había acabado y que algunos de sus discípulos “no probarían la muerte hasta ver llegar con fuerza el reino de Dios”.

Aunque todo esto estuvo en la Biblia durante un milenio y medio, Hermann Samuel Reimarus, el orientalista hamburgués fallecido en 1768, fue el primero en reconocer el error de Jesús, publicando más tarde Lessing partes del amplio trabajo de este erudito, que ocupaba más de 1400 páginas. Pero hasta comienzos del silo XX el teólogo Johannes Weiss no mostró el descubrimiento de Reimarus, desarrollándolo el teólogo Albert Schweizer. El reconocimiento del error de Jesús se considera el acto copernicano de la teología moderna y lo defienden de modo general sus representantes críticos de la historia y adogmáticos. Para el teólogo Bultmann no hace falta “decir que Jesús se equivocó en la espera del fin del mundo”.

Pero no sólo se equivocó Jesús sino también toda la cristiandad, se contemplaba el regreso del Señor como inminente. Marana tha (¡ven Señor!) era la rogativa de los primeros cristianos. Y al no llegar el Señor sino la Iglesia , ésta convirtió la idea de reino de Dios de Jesús en la idea de la Iglesia , por reino de los cielos: una inversión total, en el fondo una gigantesca falsificación, desde luego, dentro del cristianismo dogmáticamente la mayor.

Jesús y sus discípulos no esperaban ningún más allá sino la inmediata intervención de Dios desde el cielo y un cambio total de todas las cosas en la tierra y, por tanto, no tenía ningún interés en apuntes, escritos o libros, para cuya redacción además no estaban capacitados.

5.- Ante la no llegada del Señor

La gente se pregunta dónde está la anunciada venida de Jesús y Pablo es el primero que responde espiritualizando la fe en el tiempo final. No viene Cristo al mundo sino el cristiano creyente va a él en el cielo, es allí donde se da el cambio, le da vida eterna. Ahora se comienzan a suavizar las profecías de Jesús sobre el fin del mundo; quien va más lejos es Lucas, que sustituye la creencia en la esperanza próxima por una historia de salvación divina con estadios previos y escalones intermedios.

Ningún evangelista tuvo intención de escribir una especie de documento de revelación, un libro canónico. Ninguno se sintió inspirado. El primero en hablar de una inspiración del Nuevo Testamento, que designa los Evangelios y las epístolas de Pablo como “santa palabra de Dios”, es el obispo Teófilo de Antioquia a finales del siglo II. El hereje Marción fue quien redactó el primer Nuevo Testamento, la segunda iniciativa fue el Diatessaron de Taciano, redactó una armonía de los Evangelios. Los cristianos del siglo I y en buena medida los del siguiente no poseían, por tanto, ningún Nuevo Testamento. El nombre del Nuevo Testamento (en griego he kaine daitheke, “la nueva alianza”, traducido por primera vez por Tertuliano como Novum Testamentum) aparece en el año 192, pero aún no estaban fijados sus límites y sobre ello se seguirá discutiendo en los siglos III y parte del IV. La Iglesia romana no incluye alrededor del año 200 en el Nuevo Testamento la epístola a los hebreos, ni la primera y la segunda de Pedro, ni la epístola de Santiago y la tercera de Juan. Y casi a comienzos del siglo V Occidente delimitó de modo definitivo el canon católico del Nuevo Testamento en los sínodos de Roma en 382, Hippo Regius en 393 y Cartago en 397 y 419. El canon tiene en la Iglesia el significado de norma. Se consideraba canónico lo que se reconocía como parte de esa norma, y después del cierre definitivo del conjunto de la obra del Nuevo testamento, la palabra “canónico” significó tanto como divino, infalible. El significado contrario lo recibió la palabra “apócrifo”.

El canon de la Iglesia católica tuvo validez general hasta la Reforma. Lutero discutió entonces la canonicidad de la segunda epístola de Pedro, la de Santiago, la a los hebreos y el Apocalipsis. El Concilio de Trento por el decreto del 8 de abril de 1546 sostenía el canon católico y que Dios era su autor.



El Nuevo Testamento no es algo unitario, está lleno de incongruencias, discrepancias. No hay una doctrina unitaria. Hablar de inspiración, infalibilidad provoca risa. En el concilio de Florencia (1442), en el de Trento (1546) y en el Vaticano I (1870) la Iglesia ha hecho de la doctrina de la inspiración de la Biblia un dogma de fe. Ante la divergencia y contradicción se reafirma la autoría divina, son palabra de Dios, Dios es su autor.

Ante un Jesús que anuncia, que viene Dios y éste no llega hay que cambiar de teoría si se quiere seguir y, por tanto, falsificar los documentos que anuncian su venida.

6.- Falsificación de documentos

De ningún Evangelio, de ningún escrito del Nuevo Testamento, de ningún libro bíblico poseemos original alguno. Pero faltan también las primeras copias. Solo tenemos copias de copias de copias (En 1967 se contaban más de 1500 manuscritos del Antiguo Testamento griego y 5326 del Nuevo). Muy pocas de ellas contienen el Nuevo Testamento completo y la mayoría son relativamente recientes. En la Antigüedad los libros se reproducían a mano, las falsificaciones eran más sencillas, al copiar se podía cometer errores, añadir párrafos, suprimir o completarlos.

7.- ¿Por qué se falsificó?

Un motivo importante fue el aumento de autoridad. Se intentaba conseguir respeto y difusión para un escrito haciéndolo pasar por el de un autor renombrado, o bien alterando su edad, se fabricaron escritos y “revelaciones”, que se databan en épocas anteriores. Se atribuían a algún cristiano famoso y conocido, se pretendía escrito por Jesús, se atribuían a los apóstoles, a sus discípulos.... Los católicos falsificaron para poder resolver “apostólicamente” en el sentido de Jesús y de sus apóstoles, o sea con autoridad, los nuevos problemas que surgían de la disciplina eclesiástica, del derecho de la Iglesia , de la liturgia, la moral, la teología. Falsificaron los “ortodoxos” para luchar mediante contrafalsificaciones contra las falsificaciones de los “herejes”.

Se falsificó también por razones de política de Iglesia y de patriotismo local, por ejemplo para demostrar la fundación “apostólica” de una sede episcopal, para fundar conventos. Es especial desde el siglo IV se instituyeron las reliquias, se crearon falsas vidas de santos y monjes, documentos para conseguir ventajas legales y financieras.

Se falsifico también para garantizar mediante una falsificación la “autenticidad” de otra. Se falsificó para desacreditar a los rivales.

8.- Método

El más sencillo y frecuente: la utilización de un nombre falso e ilustre de un autor del pasado. Recurrir a un contemporáneo conocido era demasiado arriesgado. A veces había falsificadores muy redomados, imitando de modo asombroso el estilo, simulan datos biográficos y de situación. Por ejemplo el falsario Jerónimo en su transcripción de un pretendido Evangelio de Mateo promete: “Traduciré el texto tal como está en el original hebreo, cuidadosamente, palabra por palabra”. Hay quien dice: “Pobres de aquellos –advierte el falsificador católico de la Epistula Apostolorum- que falsifiquen esta mi palabra y mi mandamiento.” Astutos.

Los falsificadores de muchas de las vidas de santos utilizan la primera persona y recurren a los testigos oculares para fortalecer sus mentiras. Los farsantes presentaban testigos jurados como fiadores de sus mentiras y para reforzar la confianza incluso decían algunas verdades en los aspectos accesorios.

No hay ninguna prueba de que Marcos y Lucas, cuyos nombres aparecen en un Evangelio cada uno, sean discípulos de los apóstoles, no es nada seguro que Marcos sea idéntico al acompañante de Pedro y Lucas al compañero de Pablo. Los cuatro Evangelios se transmitieron anónimamente. El apóstol Mateo no es el autor del Evangelio de san Mateo (aparecido en los años entre el 70 al 90). El título de “Evangelio de Mateo” lo encontramos por primera vez con Clemente Alejandrino y Tertuliano, ambos murieron a comienzos del siglo III ¿Si Mateo fuera discípulo de Jesús por qué se iba a apoyar en Marcos? El Evangelio de Mateo originariamente no se escribió en hebreo sino en griego. Este Evangelio no se basa en testigos oculares.

Es interesante el hecho de que los tres primeros Evangelios no se editaran como apostólicos, como tampoco los Hechos de los Apóstoles, a cuyo autor igualmente no conocemos. Lo único que sabemos es que quien escribió los Hechos de los Apóstoles no refleja en las sentencias de los apóstoles sus pensamientos ni sus palabras, sino que se los inventa, pone en los labios de sus “héroes” las frases que más convienen. Los Hechos de los Apóstoles y los tres Evangelios no fueron ortónimos (firmados por el nombre verdadero) ni seudónimos sino trabajos anónimos, al igual que la epístola a los hebreos. Fue la Iglesia primitiva quien atribuyó estos escritos anónimos a determinados apóstoles y discípulos. Tales atribuciones son falsificaciones, engaño literario. Desde finales del siglo II, desde Ireneo, la Iglesia atribuye el cuarto Evangelio al apóstol Juan. Este Evangelio aparece hacia el año 100 y al apóstol Juan lo habían matado ya en el año 44 o en el 62.

En el Nuevo Testamento se falsificaron varias epístolas bajo Pablo. No son de Pablo las dirigidas a Tito y a Timoteo (dos), llamadas cartas pastorales; es muy probable que también no sea de Pablo la segunda a los tesalonicenses, se considera no paulina la epístola a los colosenses y la dirigida a los efesios, así como la de los hebreos. No menos de seis epístolas atribuidas a Pablo son en realidad deuteropaulinas, no pertenecientes a Pablo. A pesar de todo hoy siguen apareciendo todavía en la Biblia como paulinas. Si añadimos la de los hebreos serían siete.

Entre las llamadas epístolas católicas se encuentran la primera y segunda de Pedro, la primera, segunda y tercera de Juan, la de Santiago y la de Judas no se las consideró canónicas hasta finales del siglo IV. Hoy en día se las designa como “escritos anónimos o pseudoepigráficos. Es decir, más de la mitad de todos los libros del Nuevo Testamento no son auténticos, es decir, han sido falsificados o aparecen bajo un nombre falso.



9.- Interpolaciones

Los cristianos tenían gran apego a las interpolaciones; de manera constante han modificado, recortado y ampliado los escritos por los motivos más diversos: para reforzar la historicidad de Jesús o para promover y afianzar determinadas ideas de fe. No todo el mundo era capaz de modificar una obra completa pero sí que podía con facilidad falsear la de un oponente introduciendo o suprimiendo algo con fines de provecho propio. Así, por ejemplo, san Jerónimo, patrón de las facultades católicas y que realizó “las falsificaciones y los engaños más vergonzosos” (C. Schneider), aceptó el encargo del papa asesino Dámaso de proceder a un revisión de las Biblias latinas, de las que no había ni dos que coincidieran en pasajes algo largos. El patrón de los eruditos modificó el texto en unos 3.500 lugares para su “legitimación” de los Evangelios. Y el Concilio de Trento declaró como auténtica en el siglo XVI esta “Vulgata”, que la Iglesia la vino rechazando durante varios siglos. Ésta fue, por decirlo así, una interpolación de tipo “oficial”, pero por lo general se producía de manera clandestina. Y una de las más famosas es la que va unida al dogma de la trinidad. El paganismo conocía cientos de trinidades, todas las religiones helenistas tenían una trinidad divina en la cúspide del mundo; hasta el siglo III no hubo una trinidad cristiana. Un hereje, el valentiniano Teodoto fue el primer cristiano que a finales del siglo II llamó trinidad al Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se tenía la trinidad pero no aparecía, no se fundamentaba en la Biblia. Y se falsificó la Biblia. El logion de Mateo 10.5. Para justificarlo se introduce, al final del Evangelio, la orden de hacer misión en el mundo, que contenía el fundamento bíblico para la trinidad. Los círculos eclesiásticos lo introducen para justificar a posteriori tanto la práctica de la misión entre los paganos como la costumbre del bautismo. Y para tener un testimonio bíblico importante para el dogma de la trinidad.

Precisamente por eso, en la primera epístola de Juan se produjo otra falsificación, mínima en apariencia pero de especial mala fama, el “Comma Johanneum”. Lo que se modificó fue el pasaje 1J. 5, 7: “Son tres los que lo atestiguan: el Espíritu, el Agua y la Sangre , y los tres son uno” dejándolo en: “Son tres los que lo atestiguan en el cielo, el Padre y la Palabra y el Espíritu Santo, y los tres son uno”. El añadido falta en la práctica totalidad de los manuscritos griegos. Antes del siglo IV no lo utiliza ningún padre de la Iglesia.

Después de que a comienzos del siglo V se reconociera oficialmente en Occidente el ámbito del Nuevo Testamento, la Iglesia distinguió nítidamente entre literatura canónica y la no canónica. Lo no canónico se denominó apócrifo y se lo combatió como herético, en ocasiones con la hoguera. Pero muchos teólogos siguieron considerando muchos de los apócrifos como apostólicos, como auténticos y verdaderos, prefiriéndolos a algunos del Nuevo Testamento.

El cristianismo, al inicio no era ninguna fuerza unitaria, había una gran diversidad de doctrinas, había multitud de Evangelios, de Hechos de los Apóstoles y Apocalipsis acordes con las ideas de cada comunidad. Todos los apócrifos del Nuevo Testamento los escribieron cristianos. Son tratados cristianos y contribuyeron a la difusión del cristianismo lo mismo o incluso más que los escritos canónicos. Muchos apócrifos gozaron de una gran difusión. La Iglesia antigua defendió la autenticidad de la falsificación siempre que le fuera de provecho y no contradijeran sus doctrinas. La Iglesia se mostraba indulgente ante los propios engaños pasándolos con frecuencia por alto pero se enojaba y atacaba por las falsificaciones de los adversarios. Una mentira totalmente nueva y muy eficaz de los cristianos fue distribuir falsificaciones bajo el nombre del contrario para exagerar así su “herejía” y de este modo poder refutarla con mayor facilidad.

La mayoría de los tramposos cristianos, de cualquier lado, eran sacerdotes. Así san Jerónimo acusa l escritor de la Iglesia Rufino de engaño literario. Y el obispo Juan de Jerusalén acusaba a san Jerónimo de falsificación. Cirilo de Alejandría habría falsificado en sus ataques contra Nestorio citas de éste. El obispo Eustacio, enemigo de los arrianos, acusaba al obispo Eusebio de Cesarea, el padre de la historia de la Iglesia , de haber falsificado el credo de Nicea. En resumen, todos los bandos falsificaban.

En realidad, todos falsifican: no sólo gnósticos, maniqueos, novacianos, macedonios, arrianos, luciferianos, donatistas, pelagianos, nestorianos, monofisitas, también los católicos en su lucha contra los gnósticos redactaron Evangelios falsos. El historiador de derecho de Tubinga, Friedrich Thudichum (fallecido en 1913) recopiló “falsificaciones eclesiásticas” en tres extensos tomos y tenía un cuarto que no llegó a publicarse.

Es posible, incluso probable, que muchos de los textos que la Iglesia condenó como apócrifos fueran más antiguos que el Nuevo Testamento. Y es seguro que hubo Evangelios más antiguos que los cuatro “canónicos”. De los Evangelios apócrifos se conocen cerca de cincuenta, si bien la mayoría de ellos se han transmitido de modo fragmentario: El Evangelio de Judas, el Evangelio de la consumación o el Evangelio de Eva, el Evangelio de los nazarenos, el Evangelio de los ebionitas, el Evangelio de los hebreos; varios de los Evangelios circulan directa o indirectamente bajo el nombre de Jesús, así el Oistis Sophia, el Sophia Jesu Christi, el Diálogo del Redentor, los libros de Jeû, el Testamentum Domini nostri Jesus Christi; otros Evangelios se falsifican bajo el nombre de un apóstol: Evangelio según san Matías, Evangelio de Judas, Evangelio de Tomás, Evangelio de Felipe, el Apocrifon de Juan, Apocrifon de Santiago, el Evangelio de Pedro, el Kerygma Petrou, el Apocalipsis de Pedro, el Apocalipsis de Pablo.

10.- Se falsificó también en honor a María

Apenas considerada en la época primitiva, María fue imponiéndose en la Edad Media. Aparecieron Evangelios de María y ficciones marianas bajo los nombres de apóstoles. Lo que estos embusteros trataban de obtener era un “relato verdadero” sobre la juventud de maría de la que nada se sabía y propagar su permanente virginidad: a partir del cuarto año recibe su alimento de las manos de un ángel, a los doce años es entregada al templo por indicación del cielo, al cuidado de san José (un viudo que es un anciano) y a los dieciséis queda embarazada del Espíritu Santo. Tras el nacimiento la comadrona constata el himen sin destruir de María. El padre de la Iglesia Clemente Alejandrino y Zeno de Verona propagaron el dogma de la eterna virginidad de María recurriendo a este relato divino.

11.- Falsificaciones en nombre de todos los apóstoles

Varios Evangelios falsificados o documentos análogos se atribuyen a la totalidad de los apóstoles: El Evangelio de los doce, la memoria Apostolorum, el Evangelio de los doce apóstoles, el Evangelio de los setenta, otros Evangelios de los doce apóstoles, la Epistula Apostolorum , La Didaché o Doctrina de los doce apóstoles, la Didaskalia siria o apostólica, las Constituciones apostólicas, el Symbolum Apostolorum. Hay falsificación de hechos de apóstoles: Los hechos de Juan, los hechos de Pedro, los hechos de Pablo, el sermón de Pedro, el sermón de Pablo, los hechos de Pedro y Pablo, los hechos de Andrés, los hechos de Felipe, los hechos de Mateo...

Entre todos los Evangelios apócrifos, hechos de los apóstoles y Apocalipsis J.S. Candlish encontró pocas cosas moralmente buenas, y sí mucho de infantil, absurdo y nocivo. Más bien son un “piadoso engaño que se utilizó porque se creía que servía a la religión”. Pero la Iglesia atribuyó a los apóstoles todo lo que le convenía a ella. Se hacía como si Jesús hubiera informado detalladamente a los apóstoles acerca del futuro de la Iglesia y hubiera ordenado a los discípulos con perspicacia adivinatoria lo más increíble, algo que produjo grotescos anacronismos históricos.

12.- Falsificaciones bajo el nombre de padres de la Iglesia

A partir del siglo III los llamados ortodoxos y los herejes falsifican bajo el nombre de renombrados autores de la Iglesia. Durante siglos se falsificó en nombre de san Justino, bajo el nombre de Tertuliano –más tarde hereje- se falsificó el tratado De exsecrandis gentium diis, se compusieron docenas de escritos bajo el nombre de san Cipriano de Cartao. Cuanto mayor autoridad tenía un santo con tanta mayor predilección los cristianos falsificaban bajo su nombre. Así, con una gran cantidad de escritos se honró a san Atanasio, a su vez un gran falsificador. El famoso Symbolum Athanasianum resultó ser falso. Bajo el nombre de Ambrosio hay un gran número de escritos falsos, como por ejemplo una taducción al latín, Hegesippus sive de bello Iudaico, la Lex sive Mosaicarum et Romanarum legum collatio ; una enorme cantidad de escritos se atribuyeron a san Jerónimo. El Liber Pontificalis, el libro oficial del Papa, está repleto de falsificaciones, que hasta las postrimerías del siglo V carace prácticamente de valor para nosotros. Jerónimo, al igual que Ambrosio y Atanasio, fue un gran falsificador. Los cristianos falsificaron cantidad de escritos bajo el nombre de Agustín

13.- Un falsificador cristiano, durante siglos el maestro del mundo occidental

La cristiandad debe falsificaciones especialmente famosas a un sirio, que alrededor del año 500 redactó cuatro grandes tratados y diez cartas y obtuvo un grandísimo éxito literario. Este cristiano se da a conocer como el consejero del Areópago, Dionisio, llamado después Dionisio Aeropagita. Éste Dionisio, que vivió casi medio milenio después de Pablo, fue bautizado por Pablo. Se convirtió durante años en el maestro de Occidente. La autenticidad de sus escritos fue cuestionada por primera vez por Lorenzo Valla (fallecido en 1457) y más tarde por Erasmo (1504). Los cristianos falsificaron una serie de escritos para disponer de mejores testimonios para la historicidad de Jesús, para su vida y resurrección. Se crearon documentos falsos de escritores no cristianos sobre la vida de Jesús porque en la literatura profana no se hablaba de él, en los que no solo se interpolaban las Antigüedades judías del judío Josefo, el llamado Testimonium Flavianum, sino que incluso se hacía a Josefo autor de libros cristianos enteros; apareció una carta falsificada de Pilatos al emperador Tiberio, se falsificó un Evangelio de Gamaliel, la Parosis de Pilatos hace del procurador casi un mártir cristiano, se falsifican correspondencias sobre el nacimiento, el bautismo de Jesús y la fecha de la Pascua.

Los cristianos falsificaron a menudo en su lucha contra judíos y paganos, falsificaron para reforzar documentalmente la virginidad de María (los judíos llamaban a José el padre de Jesús), falsificaron las obras de los escritores profanos judíos tales como Filón y Josefo, interpolaron sus escritos.

14.- Actas de los mártires

La marea de falsificación guarda una estrecha relación con las antiguas persecuciones de los cristianos: cuantos menos mártires auténticos más falsos. Los cristianos falsificaron primero, a partir del siglo II los edictos de tolerancia del emperador, por ejemplo el de Antonio Pío, un escrito de Marco Aurelio al Senado en el que el emperador atestigua la salvación de la tropas romanas de la sed gracias a los cristianos; falsificaron también una epístola del procónsul Tiberiano a Trajano con la presunta orden imperial de finalizar la sangrienta persecución, se falsifica un edicto de Nera que revoca las duras medidas de Domiciano contra el apóstol Juan.

Si los cristianos comenzaron falsificando documentos para que el emperador les exonerara, cuando habían pasado las persecuciones y ellos mismos comenzaron a perseguir a los paganos falsificaron documentos para inculpar a los paganos.

Por un lado falsificaron un gran número de edictos y cartas anticristianas de los soberanos y cónsules (especialmente a finales del siglo III) y por otro falsificaron infinidad de martirios. Los cristianos que aparecen como testigos de falsas pasiones y biografías son incontables.

Ya la primera de las presuntas persecuciones bajo Nerón, que hicieron de este emperador durante dos milenios un monstruo sin igual para los cristianos, no fue una persecución contra los cristianos sino un proceso por incendio provocado. Incluso los historiadores Tácito y Suetonio, hostiles a Nerón, juzgaron el proceso de justo y razonable: “no se puso en discusión la cristiandad”. Los motivos religiosos no juegan en el proceso ningún papel, o un papel muy accesorio. La tolerancia de los romanos en cuestiones religiosas era por lo general grande. La mayoría de las actas de los mártires son falsificaciones, muchos emperadores paganos jamás persiguieron el cristianismo, el estado no se metió con los cristianos debido a su religión. En general el funcionario del antiguo régimen los trataba con bastante tolerancia, les concedían aplazamientos, se saltaban los edictos, toleraban engaños, les dejaban en libertad o les enseñaban lar argucias legales para librarse de la persecución sin abjurar de su fe. Tuvieron gran tolerancia frente a los judíos, garantizando su libertad de culto. Hasta comienzos del siglo III el odio contra los cristianos procedía sobre todo el pueblo. Durante mucho tiempo los emperadores se imaginaron demasiado fuertes frente a esta oscura secta como para intervenir seriamente. Durante doscientos años no le sometieron a ninguna persecución. Cuando era necesario, porque el pueblo pagano estaba furioso contra ellos, los funcionarios hacían todo lo posible para volver a librar a los encarcelados. Los cristianos sólo tenían que renunciar a su fe –y lo hacían masivamente, era la regla general- y nadie les volvía a molestar. Durante la persecución más intensa, la de Diocleciano (contra la voluntad expresa de este notable emperador), el estado únicamente exigía el cumplimiento de la ofrenda de sacrificios que la ley imponía a todos los ciudadanos. Sólo se castigaba el incumplimiento pero en ningún caso la práctica de la religión cristiana. Durante la persecución de Diocleciano las iglesias pudieron disponer de sus bienes.

Hasta el emperador Decio, en el año 250, no se puede hablar de una persecución general y planificada de los cristianos. En aquella época murió el primer obispo víctima de un persecución, se llamaba Fabiano, y murió en prisión; no pesaba sobre él ninguna condena a muerte. ¡Pero hasta esta fecha la Iglesia antigua señalaba ya como mártires a once de los diecisiete obispos romanos aunque ninguno había sido mártir! Lactancio con su panfleto Sobre la muerte de los perseguidores y Eusebio con su Historia de la Iglesia , en especial su tomo octavo, son dos mentirosos hablando de los emperadores y la persecución de los cristianos. ( véase Historia criminal del cristianismo, Tom I, pág 160s).

El papa Cornelio, que falleció en paz el 253 en Civitavecchia, apareció como decapitado en las actas de los mártires. Igualmente están falsificadas las que hacen al obispo romano Esteban (254-283) víctima de las persecuciones de Valeriano. El papa Eutiquiano (275-283) incluso enterró “con sus propias manos” a 342 mártires antes de seguirles él mismo. La apostasía de varios papas a comienzos del siglo IV intentó taparse falsificando los documentos. El Liber Pontificalis, la lista oficial del papado, señala que el obispo romano Marcelino (296-304) que había hecho sacrificios a los dioses y había entregado los libros “sagrados” pronto se arrepintió y murió martirizado, una completa falsificación.

En el martirologio romano un papa tras otro van ciñéndose la corona del martirio, casi todo puro engaño. (Curiosamente hasta finales del siglo III no se inicia en Roma el culto a los mártires. Precisamente los obispos –cuyo martirio se consideraba algo especial frente a los cristianos corrientes- muy raras veces fueron mártires. Huyeron en masa a veces de un país a otro, naturalmente por mandato de Dios y enviando cartas de apoyo a los fieles de menor rango encarcelados. La práctica totalidad de los santos de los primeros siglos fueron declarados con posterioridad mártires, incluso aunque hubieran muerto en paz. Cualquiera digno de veneración de la época de Constantino tenía que ser mártir. Por eso muy pocas de las Acta Martyrum son verdaderas o se basan en material documental verdadero.

En realidad hubo muchos menos mártires cristianos de los que se quiso hacer creer al mundo en el curso de los siglos. Había amplias regiones en la que los mártires eran escasos o nulos y al comenzarse a poner reliquias en los altares se organizaron peregrinaciones a lugares lejanos y se llevaron a cabo penosos traslados. Los restos de mártires conocidos alcanzaron una elevada cotización, la demanda era desmesurada. Es comprensible que muy a menudo las reliquias se designaran con la fórmula: “cuyo nombre Dios conoce”.

Aunque la cifra de mártires cristianos en los tres primeros siglos pudo calcularse en 1.500 (una cifra ciertamente problemática).

15.- Se falsificó las listas de obispos

La sucesión ininterrumpida en el cargo de los obispos desde el día de los apóstoles, la pretendida sucesión apostólica condujo grandes maniobras de engaños. Para poder legitimar en todos los sitios el obispado mediante una sucesión ininterrumpida se falsificó, sobre todo en las sedes episcopales más famosas de la Iglesia antigua. Casi todo se ha inventado a posteriori, se ha manipulado.

Por lo que respeta a Roma, la falsificación de la serie de obispos de la ciudad –hasta el año 235 todos los nombres son inciertos y para los primeros decenios producto de la pura arbitrariedad- se hizo en relación con la aparición del papado. Bizancio se opuso a esta falsificación. La Iglesia de Alejandría pretendía haber sido fundada por Marcos, acompañante de Pedro. La Iglesia de Corinto y Antioquia pretendía proceder de Pedro. Todo debía ser apostólico. El engaño literario se vuelve habitual primero sólo en las grandes sedes arzobispales, después se extiende a los obispados más pequeños. En las disputas con motivo del famoso Concilio de Calcedonia (451) los ortodoxos y los monofisitas hicieron infinidad de falsificaciones, algo que era ya conocido en la Antigüedad. El hecho criminal de que “el fin justifica los medios” rara vez ha desempeñado un papel peor que en la historia de la Iglesia cristiana. La ficción y la mentira están permitidas al servicio de la religión, de lo más sagrado, de la defensa de la fe, se trata de mentiras de emergencia. Una larga serie de padres de la Iglesia defendió con elocuencia la falsificación, la mentira, al menos la mentira necesaria con un objeto bueno o piadoso. Es sintomático que el engaño y la mentira no parezca en la doctrina de los ocho pecados de Casiano, de los ocho pecados capitales (intemperancia, impureza, avaricia, ira, tristeza, hastío, ambición, soberbia).

16.- Milagros

Denis Diderot se preguntaba ¿por qué los milagros de Jesucristo son verdad y son mentira los de Esculapio, Apolonio de Tiana y Mahoma? La historia de las religiones está llena de milagros. Los evangelistas relatan que Jesús hizo 38 milagros. En tiempos de Jesús los milagros eran corrientes, casi cotidianos. Todo se considera posible. Por lo demás los milagros de Jesús son plagios, proceden de la época precristiana. Desde el punto de vista de la historia de las religiones ¿qué hay de original en la vida de Jesús? Nada, quizá su historicidad.

Los milagros más audaces lo hicieron en la Iglesia preconstantiniana los mártires. San Lorenzo, asado en la parrilla, filosofa sobre la Roma pagana y cristiana. Exageraciones repugnantes. Todo el octavo libro de la Iglesia de Eusebio está lleno e mentiras. Los santos no lo serían si después de muertos no realizan milagros. En la persecución contra los cristianos en las Galias, en el año 177, bajo Aurelio –que según el historiador de la Iglesia Eusebio costó “decenas de miles de mártires”, mientras que en el Lexikon für Theologie und Kirche sólo quedan ocho- “los sanos mártires tuvieron que soportar suplicios que son superiores a cualquier descripción” (Eusebio). Tras la extinción de los mártires, por lo que atañe al lado católico fueron especialmente los monjes, pero también buen número de obispos, quienes comienzan a asumir un papel milagroso.

En los siglos IV y V todo el mundo, laicos, clérigos e incluso emperadores, creían en el milagro. Y un santo no lo es sin milagros. Los historiadores de monjes cristianos son tan poco de fiar como los fabricantes de mártires cristianos. La mayoría e estos relatos proceden de cualquier libro o de su fantasía y eran costumbre literaria. Al parecer el primer monje cristiano, san Pablo Eremita, se alimentaba como el profeta Elías, un cuervo le trajo el medio pan durante sesenta años por mandato de Dios.

En lugar de los textos apócrifos, cada vez más endiablados y arrinconados, aparecieron en la Iglesia Antigua los devocionarios populares, textos recreativos muy apreciados y leyendas puras, novelas triviales (leyenda viene de legenda, lo que ha de leerse, ha de leerse al pueblo en los servicios religiosos). Pero al contrario de lo que suele creerse, las leyendas, durante siglos, hasta finales de la Edad Media , no surgieron del pueblo sino que fue el clero el que las creó para el pueblo, aparecieron en especial en los monasterios y en las sedes episcopales, allí donde mejor provecho se les podía sacar. El embuste de los milagros en las leyendas de los santos, que comienza en el cristianismo con el Nuevo Testamento aunque ya se daba en el Antiguo Testamento, ha debido proporcionar a la Iglesia más oro y poder que todas las incontables falsificaciones que se hicieron sólo por codicia.

Los milagros de Jesús son verdaderos porque son sus milagros y en ellos se basa la Iglesia católica. Los milagros de los demás no son verdaderos porque son de los otros y el catolicismo no los puede utilizar. Con su reconocimiento de desvalorarían los propios.

17.- El engaño de las reliquias

La adoración a las reliquias se basa en la creencia de que en los héroes, profetas actúan fuerzas especiales, que se mantienen activas después de la muerte (Reliquiae = restos) En el hinduismo sólo algunas sectas tienen reliquias, en el budismo gozan de gran predicamento. El judaísmo no conoce el culto a las reliquias. El culto cristiano a las reliquias estuvo destinado al principio a los sepulcros y comenzaron a comerciar en el siglo IV. El primer testimonio del naciente culto cristiano a las reliquias es el tantas veces falsificado relato del martirio de Policarpo, comenzando ese culto en la tumba del mártir. Después del propio santo, los principales son las herramientas del martirio. Así por ejemplo, san Lorenzo fue decapitado, pero para los cristianos posteriores esto resultaba demasiado simple, así que alrededor del 400 se afirmó que le habían asado a la parrilla y su parrilla se veneró como reliquia. El primer traslado de cadáver entero de un mártir se produjo en Antioquia el 354, cuando se llevó a san Babilas a Dafne para aniquilar allí el culto a Apolo. Poco a poco todas las iglesias querían tener sus propias reliquias de mártires y finalizando el siglo VI casi todas ellas las tenían.

Las reliquias no sólo se necesitaban para la “gloria de los altares”. Los cadáveres santos protegían también contra todo tipo de diabluras y defendían contra infinidad de males. Por eso los gobernantes, las comunidades y particulares deseaban tenerlos.. Las reliquias desempeñaron también un papel en la conclusión de los tratados, se hicieron juramentos en su presencia y sobre todo se las llevó en la guerra. En casos de guerra o de pestes era de gran ayuda los cadáveres santos, los esqueletos y reliquias santas. El padre de la Iglesia Teodoreto , el primer teólogo del culto cristiano a las reliquias, escribía que el más pequeño trozo de una reliquia tenía el mismo efecto que ésta completa (luego lo mismo se diría de la hostia consagrada).

Crearon la categoría de las reliquias de contacto, en virtud de la cual cualquier objeto que estuviera en contacto con una reliquia, sobre todo con la tumba de los santos, se convertía asimismo en reliquia cuando la fuerza sobrenatural de la auténtica pasaba a la ahora ya auténtico.

María quedó fuera de esta práctica hasta el siglo V; es a finales del siglo IV cuando se construye la primera iglesia dedicada a María en Roma. Es en el Concilio de Éfeso cuando Cirilo logra imponer a base de sobornos el dogma de la maternidad divina de María y cuando se pasa al culto de María. El culto cristiano a las reliquias guarda una relación de dependencia inseparable con el culto a los mártires y a los santos. Y con el peregrinaje para llegar hasta ellos. Los viajes a los llamados centros santos por motivos religiosos. La idea de que la divinidad se manifiesta en determinados lugares con preferencia a otros. El paganismo, el judaísmo y los celtas conocieron las romerías.

18.- Indulgencias

El 31 de octubre de 1517 clava airado en el pórtico de la iglesia local Lutero, el hasta entonces monje de la orden de los agustinos, desconocido -al menos fuera de Wittenberg-, 95 tesis contra el comercio de indulgencias dentro de la iglesia. El panfleto, escrito en latín, del profesor de teología de “Leucorea” –universidad fundada recientemente por el príncipe elector sajón, Friedrich el Sabio-, despotrica de manera enérgica contra el santo padre de Roma, que sanciona esta costumbre de comprar literalmente a los cristianos arrepentidos los pecados en nombre de nuestro Señor: “Cuando el dinero suena en el cepillo, escapa el alma del purgatorio”, predica el traficante papal de indulgencias Johann Tetzel por todo el país.

La indulgencia se basa en una complicada construcción teológica: Es cierto que al cristiano arrepentido se le perdonan los pecados por la confesión; la confesión le libra del infierno. Pero quedan algunos castigos por los que el arrepentido debe purgar, tras su muerte, antes de ser admitido en el cielo. Estos castigos o penas puede el creyente borrarlos también totalmente o en parte en vida mediante las buenas obras, por ejemplo mediante peregrinaciones o ayuda al prójimo. La denominada remisión de pecado puede también ser aplicada al muerto de modo representativo, para que así alcance con más celeridad el cielo. La Iglesia posee el derecho de extender la bula a este fin.

En la época de Lutero el Vaticano comercializa la indulgencia para llenar las arcas de la Iglesia : en lugar de realizar una obra buena para librar a las almas del purgatorio, quien obtiene indulgencias puede conseguir el mismo resultado con dinero, sencillamente comprando una bula autorizada por el papa.

Por mandato del santo padre y de los obispos del país recorren locuaces predicadores Alemania, como el dominico Tetzel, tratando de aflojar el bolsillo a la gente sencilla con la promesa de la bienaventuranza eterna para su padre o su madre; el negocio resultaba muy lucrativo en una sociedad en la que, como la de la prerreforma, la conciencia de culpa y pecado estaba muy extendida, como ocurre con la angustia ante la condenación eterna en la Edad Media tardía.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=102529