sábado, 31 de julio de 2010

Excomunión para los abortistas, una vía para apostatar.

La amenaza de la Conferencia Episcopal española de excomulgar a toda aquella persona que aborte, viene a avivar el fuego del anticlericalismo que afecta secularmente a una buena parte de la población española, seguidores de aquella máxima de que la única Iglesia que ilumina es la que arde.

Nosotros, las gentes de bien que aún quedamos en este país, estamos esencialmente de acuerdo con la Iglesia en el rechazo a la Ley del Aborto que el Gobierno de Zapatero nos quiere imponer, pero al mismo tiempo queremos y debemos mantener nuestra autonomía ideológica. Desde aquí quiero afirmar una vez más que la Conferencia Episcopal no tiene ninguna influencia en nuestro ideario político, aunque estemos totalmente de acuerdo en todo aquello que dice. Espero que me entiendan ustedes.

Lo que me preocupa de esta vía abierta de nuevo por la Iglesia, es que provoque un efecto contrario al pretendido. Desde que el otro día saltó la noticia de la excomunión, no he dejado de recibir llamadas de conocidos, que no amigos, preguntándome si es un tema seguro, o si la Conferencia Episcopal va de farol.

Al principio me sorprendió el interés en temas religiosos de gentes que hasta ahora jamás lo habían mostrado, hasta que atando cabos descubrí el percal. En realidad, sus consultas no iban dirigidas a evitar la excomunión, si no a conseguirla, ante lo complicado que resulta el camino de la apostasía. Así que humildemente pido desde aquí a nuestra querida Conferencia Episcopal, que por su bien piense en otras medidas de presión contra los abortistas.

Para compensar mi atrevimiento, termino la columna pidiendo a todos aquellos que aún no hayan hecho la Declaración de la Renta, que no olviden marcar la crucecita de la Iglesia. Si les asalta la mínima duda al hacerlo, les recomiendo que visualicen la imagen de Monseñor Rouco Varela y Dios los iluminará.

Fuente: http://www.elplural.com/rincon_neocon/detail.php?id=35236

Pedofilia versus Dios.

Lo ha dicho el cardenal Cañizares y lo repito yo aquí, los recientes escándalos sobre presuntos casos de pedofilia por parte de sacerdotes católicos en Alemania, Irlanda, Italia, Francia, España, Estados Unidos y apenas 20 o 30 países más, no son más que una cortina de humo para que la sociedad no hable de lo verdaderamente importante: Dios.

A ustedes, almas de cortas miras, puede parecerles que el que unos miles de sacerdotes abusen de niños es un escándalo que debería hacer temblar los cimientos de una institución que representa a Dios en la Tierra, pero piensen que en la inmensidad del Universo creado por el Todopoderoso (y no me refiero a Emilio Botín), todo esto no es más que una anécdota. Por lo tanto, sigamos las directrices de quienes más saben del asunto, el Papa y los cardenales, pasemos página sobre estos miles de tontos incidentes y hablemos de Dios.

¡Qué grande es Dios! Es tan grande que está en todas partes, lo que se conoce como “omnipresencia”. Sí, sí, está ahí mismo, detrás de ustedes mientras leen estas líneas en su pantalla de ordenador. Y al mismo tiempo está, pues que sé yo, en el Congo junto a un niño que ve como su madre muere de Sida, y también en un campo de golf de Texas, observando como
George Bush consigue por fin terminar el dichoso hoyo nueve. Y lo mejor de todo es que es capaz de ver todos esos mundos paralelos, tan alejados unos de otros, cada uno con su problemática, sin intervenir en ninguno de ellos. ¿Por qué? se preguntarán los que suspendieron catequesis, pues porque Dios nos ha dado “libre albedrío”, es decir, la posibilidad de que
seamos nosotros mismos los que nos equivoquemos. La madre del niño se equivocó al no haber huido a tiempo cuando los soldados llegaron a la aldea, y George al escoger un madera excesivamente largo, para un hoyo tan complicado. Y Dios, que todo lo sabe y que bien podría intervenir si quisiera, se muerde la lengua y nos deja hacer.

Si, ya lo sé, ahora habrá quien diga, y entonces para qué sirve Dios. Hombre pues para muchas cosas, pero fundamentalmente para que nos queramos los unos a los otros, como muy bien demuestra la historia de la humanidad en la que la religión ha sido siempre un elemento cohesionador entre naciones, razas y distintos pensamientos. Y podríamos seguir hablando de Dios, pero ya está bien por hoy. Si quieren, cuando salgan unos centenares más de casos de pedofilia, les explico como es posible que si Dios es el creador de todo exista la maldad, ya que eso querría decir que la maldad está también dentro de él. Vayan ustedes tranquilos con Dios, siempre que no sean niños, claro.

Fuente: http://www.elplural.com/rincon_neocon/detail.php?id=44534

La Iglesia: perdón pero no para el pendón.

En estos últimos días dos noticias relacionadas con nuestra Santa Madre Iglesia, vienen a reforzar la importancia que tiene esta milenaria y sagrada institución en la formación de una sociedad más justa, más sana, más avanzada. La primera noticia viene de un país hermano, Chile, y se refiere a la petición de misericordia y perdón para los militares que, bajo el mando de Augusto Pinochet, fueron traviesos con unos cuantos miles de militantes izquierdistas. Es cierto que la tortura, asesinato, separación de los hijos, o violación de las mujeres, no son actividades que estén en absoluta concordancia con las ideas que Jesucristo divulgó, pero también lo es que el hijo del único Dios verdadero siempre estuvo en contra de la venganza, y promulgó el perdón incluso para los peores criminales, así que como aboga la jerarquía eclesiástica (que no debemos olvidar es una y única) pelillos a la mar, olvido y perdón.

Pero una cosa es el perdón para esos pobres militares y otra muy distinta el convertir a nuestros niños en un pendón, que es lo que el Gobierno intenta con las clases de sexualidad en los colegios. Por eso, y esto nos lleva a la segunda noticia, el Arzobispado de Valencia propone que los colegios de la Comunidad que preside nuestro querido y honesto Paco Camps, sigan el manual SABE (Saber Amar Básico Escolar), creado por la supernumeraria del Opus Dei, Concepción Medialdea. SABE educa a los niños de entre 5 y 14 años en la idea de que el sexo es, como todos sabemos, una tentación con la que el diablo intenta llevarnos por el camino del pecado y la perdición.

Lejos de enseñar a nuestros benditos hijos, como promulga el Gobierno, el uso del preservativo, la exploración del propio cuerpo (para luego hacerlo con el de los demás) y otras porquerías que prefiero no detallar aquí, entre otras cosas porque no he conseguido pasar de las primeras páginas del libro de sexualidad escolar, la Iglesia promueve la abstención sexual y la castidad hasta que encontremos a la persona con la que hemos de compartir el resto de nuestra vida (no olvidemos que el divorcio es pecado mortal) o hasta que nos hagamos sacerdotes.

Ojalá otras comunidades autónomas tomen ejemplo de la valenciana y dejen que sean quienes más saben de niños y sexualidad, sin duda alguna los sacerdotes católicos, quienes se ocupen de su educación. Si fuera así estaríamos dando un paso más a favor de una sociedad mejor en la que no haría falta que algunos militares y la Iglesia, como ocurrió en Chile y España, se vieran en la obligación de hacer cosas por el bien de la patria, por las que luego tuvieran que ser perdonados.

Fuente: http://www.elplural.com/rincon_neocon/detail.php?id=48986

miércoles, 28 de julio de 2010

¿El Gobierno tiene miedo de la Iglesia?

JORDI SERRANO I BLANQUER.

La izquierda española actual nunca ha entendido por qué el movimiento obrero y la historia cultural pedagógica y política de la izquierda eran anticlericales. Creemos que en los últimos meses bastante gente ha empezado a entender retrospectivamente que aquellos pobres obreros de los siglos XIX y XX que no habían podido estudiar probablemente tenían razón. ¿Qué sabían aquellos jóvenes que no sabemos ahora? (La gallina ciega, Max Aub) Seguramente que sólo la Iglesia puede nuclear una potente extrema derecha en España.

Cuando oímos clamar a la Conferencia Episcopal Española (CEE) contra los excesos laicistas del Gobierno de España de Rodríguez Zapatero empezamos a intuir que la reacción que tuvo durante la república era igualmente desproporcionada. En realidad Rodríguez Zapatero ha aumentado del 0,5% al 0,7% el dinero de la Iglesia. ¿Dónde está el laicismo radical de Zapatero?

No entendemos por qué las elites políticas de la izquierda española aun piensan que sus votantes son reos de la CEE. Pensamos que la sociedad ya no es católica o lo está dejando de ser a marchas forzadas por muchos tópicos que se repitan. Veamos. La CEE dice que el 90% de españoles son católicos. El CIS rebaja estas cifras al 76%. Ciencia y religión en España nunca han ido de la mano. Pero si preguntamos a los españoles si son religiosos sólo nos dicen que lo son un 41% (se sitúan entre el 0 y el 4 en una escala de 10), por lo que deducimos que muchos españoles –un 35%– que se consideran católicos porque los bautizaron sin preguntarles, se consideran no religiosos. ¡Sorprendente! Spain is different. Pero además, si profundizamos vemos cómo sólo se declaran católicos practicantes un 36% y si preguntamos cuántos van a misa regularmente veremos que sólo lo hace un 15%. (Por cierto, ¿Unos socialistas no practicantes serían Carlos Solchaga y David Taguas?)

Si hacemos el mismo ejercicio con los jóvenes españoles nos daremos cuenta de las causas del nerviosismo de la CEE. Sólo un 49% de jóvenes se declara católico (Fundación Santa María). Que se declaren católicos practicantes un 10% y que asistan semanalmente a misa, menos del 4%. Qué lejos están estos datos de la idea tan extendida de una España católica.

Pero hay más. Si analizamos cuánta gente pone la crucecita en la Iglesia católica en la declaración de la renta, vemos que son sólo un 22%. Aprovechamos para denunciar como anticonstitucional que en un documento público se haga declarar sobre la conciencia individual: el artículo 16 de la Constitución dice que “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias”. Y se te hace declarar ni más ni menos en la declaración de la renta. Pero hay más, si pones las dos crucecitas significa no que se reparte el 0,7 la mitad para otros fines y la mitad para la Iglesia, sino el 0,7 a cada opción. Un escándalo. Más escándalo, que un 20% del dinero destinado a “Otros fines sociales” va a parar también a la Iglesia católica a organizaciones tan curiosas como “Juventudes Marianas Vicencianas”, “Mercedarios provincia de Castilla”, “Ministros de los Enfermos Religiosos Camilos orden en España”, “Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad”, “Asociación Católica Internacional de Servicios a la Juventud Femenina”, “Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl” por poner sólo las más chocantes. Parece ahora que hay quien quiere colarnos la idea que poner más casillas para todas las confesiones es laicidad. No. Laicidad, separación real de la Iglesia y el Estado, es que los creyentes de cada religión se paguen a sus funcionarios al margen de los presupuestos generales del Estado. Además o se va al laicismo o vamos al sistema belga, esto es, que hartos ya de tanto privilegio a las confesiones religiosas al final, los laicos, querremos una casilla en la declaración de la renta que diga “a fines laicos de verdad”. Que quede claro que no nos gusta este modelo, pero la falta de decisión acerca de cuestiones de valores nos puede conducir al desastre.

Pero que nadie crea que esta minoría de ciudadanos que se declaran católicos practicantes sean seguidores de la CEE, la mayoría no les hace ni caso en su vida cotidiana y muchos de ellos están más próximos a la iglesia de San Carlos Borromeo de Vallecas y al obispo Pere Casaldàliga. ¿Sobre cuanta gente tiene poder pues la CEE? Solamente sobre los votantes del centro… de la extrema derecha. ¿Un 10%? Podemos afirmar que por mucho que la CEE pida el voto para la extrema derecha no tiene ningún impacto sobre la mayoría de la población. ¿Por qué hay tanto miedo? El problema de España no ha sido nunca espiritual sino el poder de la Iglesia. Carles Cardó, quien fue secretario de Vidal i Barraquer uno de los pocos obispos que no quiso colaborar con la cruzada, escribió en el libro El gran refús: “La turbas no quemaron las iglesias sino después que aquellos sacerdotes hubieran quemado la Iglesia”.

Lo que hay que hacer es denunciar ya el concordato de 1953 firmado por el ministro Martín Artajo en nombre de Francisco Franco y los acuerdos concordatarios de 1976 y 1979. Acuerdos que nos asemejan más a países teocráticos como Irán o Arabia Saudita que a un país civilizado. Sin este requisito, la anunciada modificación de la ley de Libertad Religiosa es un engaño total.

Defendemos la asignatura Educación para la Ciudadanía porque entendemos que el estado tiene que educar en los valores democráticos, ahora bien, esto no nos puede hacer perder de vista la idea de que hay que acabar de una vez con la asignatura de religión en las escuelas, pero para ello hay que derogar el concordato de 1953 y los acuerdos concordatarios de 1979.

¿Aprenderemos de nuestro pasado e intentaremos de una vez la separación de la Iglesia del Estado? ¿Nadie escuchó las demandas de los votantes en los mítines? No tendremos una democracia verdadera sin tutelas mientras los diputados que representan a una amplia mayoría en el país no se atrevan a derogar el concordato. ¿La soberanía no residía en la voluntad popular?

Jordi Serrano i Blanquer es director de la Fundació Ferrer i Guàrdia.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/562/%c2%bfel-gobierno-tiene-miedo-de-la-iglesia/

martes, 27 de julio de 2010

Derecho a la apostasía.

NICOLÁS GARCÍA RIVAS.

El director de la Agencia Española de Protección de Datos, Artemi Rallo, anunció hace pocos días que recurrirá la reciente Sentencia del Tribunal Supremo que niega a un ciudadano apóstata el derecho a reclamar la “baja” en la inscripción bautismal de la Iglesia católica. La controversia jurídica iniciada por aquel contra el arzobispado de Valencia fue resuelta a su favor por la Audiencia Nacional, que sigue una línea jurisprudencial constante a este respecto, como lo demuestran las siete resoluciones afines dictadas durante el pasado mes de septiembre.

La Iglesia católica trata de impedir por todos los medios el ejercicio del derecho de cancelación en sus registros, utilizando argumentos de variada índole. En primer lugar, con carácter general, reclama un estatus jurídico “autónomo” respecto a la legislación estatal de protección de datos porque, según los Acuerdos concordatarios de 1979, el Estado español se compromete a respetar y proteger “la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las Curias episcopales, a las Curias de los superiores mayores de las Órdenes y Congregaciones religiosas, a las parroquias y a otras instituciones y entidades eclesiásticas”. Sin entrar ahora en la crítica que merece semejante ejercicio de genuflexión estatal frente a una confesión religiosa, dicha norma no podría permitir en ningún caso la anulación de los derechos fundamentales a la libertad ideológica y a la intimidad, reconocidos por la Constitución a todos los ciudadanos, so pena de crear un espacio jurídico “in-constitucional” dentro del Estado, algo inadmisible. Por esa razón, el Tribunal Supremo aduce que el concordato, en su integridad, debe interpretarse de acuerdo con la Constitución y rechaza la pretendida “autonomía” de la Iglesia católica.

En segundo lugar, los obispos recurren las sucesivas resoluciones de la Agencia Española de Protección de Datos contrarias a sus intereses aduciendo que los libros de bautismo son simples anotaciones “históricas” (es decir, sólo declaran que tal día, a tal hora, en una parroquia determinada, este o aquel niño fue bautizado) y no constituyen, pues, “datos personales” del ciudadano, sujetos a la protección de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre. La jurisprudencia reiterada de la Audiencia Nacional ha desbaratado con total solvencia tan peregrina tesis invocando el art. 3 a) de la Ley, que califica como dato de carácter personal “cualquier información concerniente a personas físicas identificadas o identificables”, como lo están perfectamente todos los bautizados, por su nombre y apellidos. Sin embargo, el Tribunal Supremo rechaza en última instancia la aplicación de la Ley estatal, porque niega a los libros de bautismo el carácter de “ficheros”: “Son una pura acumulación de datos –afirma– que comporta una difícil búsqueda, acceso e identificación en cuanto no están ordenados ni alfabéticamente, ni por fecha de nacimiento, sino sólo por las fechas de bautismo”. El Tribunal Supremo pierde aquí la razón. El art. 3 de la Ley sólo exige, en realidad, que se trate de un “conjunto organizado de datos de carácter personal, cualquiera que fuere la forma o modalidad de su creación, almacenamiento, organización y acceso” y , por tanto, el orden cronológico escogido por la Iglesia católica no impide su catalogación como “fichero”, como bien subrayan las distintas sentencias de la Audiencia Nacional. Por lo demás, la Ley protege especialmente todos los datos personales referidos a ideología o religión, exigiendo el consentimiento expreso y por escrito para que dichos datos queden registrados, lo cual es coherente con el valor central que se atribuye a la libertad ideológica en el marco constitucional. A 30 años de la supuesta desaparición del régimen nacional-católico, causa estupor comprobar que los bautizados “por decreto” en plena dictadura nos veamos obligados a recorrer todo un vía crucis jurídico para que las instituciones públicas nos reconozcan un derecho tan básico, sin que el Gobierno ni el Tribunal Supremo nos amparen. Esperemos que el Tribunal Constitucional sí lo haga, y pronto.

De cara a ese futuro recurso ante el máximo tribunal de garantías, vale la pena introducir en el debate un último argumento, de muy difícil refutación. El artículo VI del “Acuerdo con la Santa Sede sobre asuntos jurídicos” confiere al matrimonio canónico plenos efectos civiles, una prerrogativa eclesiástica que permite a cualquier español celebrar únicamente la ceremonia religiosa con plenitud de efectos civiles, al contrario de lo que ocurre en otros países, que exigen la prestación del consentimiento en sede civil con independencia de cuál sea la posterior ceremonia religiosa y sus consiguientes abalorios. Para celebrar dicho matrimonio canónico es imprescindible presentar la partida de bautismo, que se convierte así en requisito sine qua non para el ejercicio de un derecho reconocido en el art. 32 de la Constitución. Por consiguiente, el archivo y la extracción de dicho dato no pueden considerarse en modo alguno ajenos a la protección establecida en la Ley Orgánica 15/1999, pues su misma certificación vincula a los poderes del Estado y, en concreto, al Registro Civil, de cuyo asiento pueden derivarse efectos económicos (propiedad sobre bienes gananciales) o, incluso, penales (delito de bigamia). Si no existiera “calidad” en el dato de la inscripción bautismal (como sostiene el Tribunal Supremo, con otras palabras), carecería de sentido que la Iglesia católica mantuviera el privilegio de generar efectos civiles con sus ceremonias nupciales, pues un elemental principio de ponderación jurídica reclama mayor responsabilidad a quien detenta mayores prerrogativas; unas prerrogativas, por cierto, contrarias al principio laicista que inspira nuestra Constitución y hacia cuya erradicación debería orientarse la legislación civil sin descanso.


Nicolás García Rivas es decano de la Facultad de Derecho de Albacete y miembro de Europa Laica.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/891/derecho-a-la-apostasia/

Secularizar la reproducción.

CARLOS PARÍS.

No deja de resultar curiosa y sorprendente la atención obsesiva que la jerarquía católica otorga a la sexualidad y la reproducción humanas dentro de la moral. Una acumulación de hechos pone al vivo y renueva esta ancestral actitud. Es la imagen de Benedicto XVI combatiendo el uso del preservativo en África, un continente azotado por el sida. La incitación a las cofradías de Semana Santa, al parecer sin excesivo éxito, para que se manifestaran contra el proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Son las barreras levantadas contra la experimentación y utilización de embriones, prácticas capaces de remediar enfermedades. Y las campañas provocativas, en las que se presenta a los fetos abortados como niños bárbaramente trucidados. O las insistentes convocatorias para manifestarse contra el matrimonio homosexual, en nombre de la familia tradicional que, tan frágil al parecer como el Licenciado Vidriera, está a punto de quebrarse.

Tal empecinada campaña contra realidades que abren espacios de libertad y progreso contrasta con el silencio –sólo alterado por algunas piadosas declaraciones– ante la injusticia en la distribución del poder y la riqueza entre los pueblos y las clases sociales. A la par que los movimientos que, dentro del mismo catolicismo, tratan de luchar contra esta injusticia, como la teología de la liberación y los movimientos de cristianos de base, son considerados con rechazo y condenación. Mirando hacia nuestro pasado podríamos recordar la bendición de una sublevación contra el Gobierno legítimo de la II República, bautizada por los obispos, nada menos que como “cruzada”.
Es un contraste que nadie ha expresado mejor que el católico Julián Marías, cuando afirmaba que el mayor crimen del siglo XX –el siglo ensangrentado por dos guerras mundiales, el Holocausto, el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki– había sido, precisamente, la legalización del aborto. Y, refiriéndome ahora a mi experiencia personal, puedo alegar que, si mis artículos de prensa han sido, naturalmente, objeto tanto de alabanzas como de críticas, cuando he tocado el tema del aborto las discrepancias se han convertido en enfurecidos insultos.

Ante esta situación no cabe sino preguntarse: ¿a qué se debe esta obsesión por el sexo? ¿En qué motivaciones se asienta? Brevemente apuntemos algunas. La función reproductiva sirve a la continuidad de la especie, pero, al mismo tiempo, está determinada por una fuerte pulsión que desborda tal objetivo y se hace independiente de él, buscando realizaciones amorosas o placenteras, desvinculadas de la procreación. Cuando en la mentalidad bíblica aquello que absorbentemente se impone es la continuidad y crecimiento del “pueblo elegido”, cualquier desviación sexual de la función reproductiva será anatematizada como altamente peligrosa. Y así la moral bíblica encierra la sexualidad en el ámbito de la familia, dirigida por el patriarca. Además, el cristianismo, bajo la influencia de órficos y pitagóricos –subrayada por el ilustre helenista Werner Jaeger, así como la del neoplatonismo–, añadirá la visión negativa del cuerpo y sus impulsos. Para los órficos, el cuerpo era una “prisión del espíritu”, para los cristianos, la carne es uno de los “enemigos del alma”. Y, consecuentemente, se exalta la virginidad, al par que la represión de nuestras pulsiones se acentúa, imponiendo dentro del catolicismo el celibato sacerdotal.

Con singulares efectos, increíbles desahogos. Amigos que siguieron estudios eclesiásticos me han relatado el morboso detalle con que los profesores se detenían en los “pecados carnales”. Y, así, en uno de los manuales latinos que estudiaban, se enumeraban detenidamente los animales con los que se realizaban los actos de bestialidad, aunque no se dejaba de apuntar que realizar tales actos con tigres era infrecuente, “rare cum tigribus”. Desahogos que ya no resultan nada divertidos cuando conducen a la pederastia.

Mas, a la preocupación por la reproducción, se añade el aura de milagro que tiene el nacimiento de un nuevo ser humano. Parecería un atributo propio del Creador que, si bien lo ha concedido a los humanos, ha de ajustar su práctica a los dictados de una naturaleza intocable. Cualquier intervención de la técnica humana que altere el proceso generador significa una profanación. Y el papel principal que juega la mujer es percibido con el temeroso recelo que el patriarcalismo, dominante en nuestra Historia, convierte a la mujer en una fuerza que hay que controlar.

Los vientos de la modernidad, empero, han ahuyentado arcaicos prejuicios. Hombres y mujeres, gracias a los impulsos de la Ilustración y el feminismo, se han liberado de la alienación y sufrimiento con que su corporalidad era sometida. Y la técnica, superando la mitología de una naturaleza intocable, ha abierto las posibilidades de una sexualidad realizadora de nuestras pulsiones, con independencia de su orientación procreadora. La nueva conciencia no renuncia a la ética, lo que exige es una sociedad presidida por la libertad, en la que ningún ser humano sea violentado ni por tabúes ni por el poder o el dinero que han dominado las relaciones eróticas bajo las declaraciones de la hipócrita moral tradicional. Nadie obliga a quienes, como católicos tradicionales, mantengan su obediencia a los dictados jerárquicos, negando el aborto y la sexualidad emancipada. Pero resulta intolerable que, ante tales avances, la jerarquía católica no sólo permanezca ciega para ellos, sino que trate de imponer sus prejuicios al Estado y a quienes somos ajenos al redil.

Carlos París es Filósofo y escritor.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1214/secularizar-la-reproduccion/

Libertad de conciencia.

FRANCISCO DELGADO.

La construcción del Estado laico, desde el ámbito jurídico y simbólico, es una enorme deuda que tenemos con la democracia y con el Estado de Derecho: ello implica la total separación del Estado de las iglesias y la eliminación de los enormes privilegios que una determinada confesión (la católica) disfruta, herencia de un Estado teocrático y autocrático. Aunque haya discrepancias sociales y políticas, resulta necesario, dada la realidad histórica y actual, legislar en esta materia, con el fin de evitar confrontaciones y de que el “poder judicial” legisle a través de sentencias, papel que no le corresponde.

Padecemos las acciones integristas de minoritarios grupos de fanáticos católicos y de un rancio clero que, utilizando recursos del conjunto de la ciudadanía, hacen política, influyen y amenazan con la complicidad de una parte del poder político y mediático.

Pues, a pesar de ello, el Estado laico lo estamos intentando construir, con muchas dificultades, una importante parte de la sociedad civil –cada vez más secularizada– demostrando que somos capaces de convivir, de forma racional, personas de las más diversas convicciones, pero que necesitamos de un soporte jurídico clarificador.

En estos días estamos viviendo, con mayor o menor intensidad, unas fiestas que se denominan de Navidad o Pascua de tradición judeo-cristiana. Esta época “festiva” y de “convivencia” fue considerada, durante mucho tiempo, en el Estado español, como un símbolo del poder religioso excluyente, siendo obligatorio participar de rituales católicos impuestos. Incluso hoy, todavía, hay quienes, desde el ámbito público y religioso, se empeñan en orientar erróneamente esa respetable pero particular tradición católica hacia el conjunto de la ciudadanía.

Sin embargo, hay que argumentar algo sobradamente conocido: estas fiestas tienen un origen ancestral en general relacionado con los días del solsticio de invierno, que múltiples culturas en todo el planeta, desde cosmovisiones divinas o de otra naturaleza, muy anteriores al cristianismo (griegas, romanas, persas, etc. y después del cristianismo: culturas como la azteca y otras en diversos continentes) celebraban. La realidad histórica es que fue el cristianismo de los primeros siglos el que se sumó a esa celebración, con el fin de ganar adeptos en la antigua Roma, extendiéndose de forma diferente en según qué países y mayoría religiosa, sobre todo después de la Reforma protestante del siglo XVI.

Hoy la diversidad y pluralidad que disfrutamos hace que estas fiestas cada cual las viva libremente, ya sea de forma religiosa (o no) o incluso no participe de ellas, según sus convicciones propias o la realidad social en la que está inmerso. Aunque, a decir verdad, es el dios mercado quien trata de imponer su ley de consumo, por encima de otras formas de celebración, cuestión que satisface al propio clero, por supervivencia.

Y no es sólo la Navidad: un determinado modelo religioso y de convivencia impuesto por la Iglesia durante siglos se ha ido apropiado también de innumerables celebraciones festivas y ferias que en miles de pueblos y ciudades del Estado español ya existían y que después se relacionaron con el santoral o la mitología religiosa católica en cada caso, con la complicidad del
poder político en ocasiones muy complaciente con el boato y el poder religioso a costa de ocultar derecho a la libertad de conciencia y de convicciones.

Entre otras causas, por ello las confesiones y sus cómplices políticos utilizan el término “libertad religiosa” como trampa corporativa con el fin de poner trabas al avance de una cultura racional en donde la persona sea la única titular de la libertad de conciencia en base a sus propias convicciones. Las entidades colectivas carecen de conciencia propia y no son, por lo tanto, sujetos de derecho en materia de libertad de conciencia; sí lo es la persona como individuo, pertenezca o no a un colectivo religioso, político o filosófico. En un Estado democrático, ninguna asociación religiosa o de otra naturaleza ideológica debería recibir privilegios, excepciones o estatutos diferentes de las normas del derecho común. También ningún miembro de su colectividad religiosa debería ser privado de derechos cívicos universales, como sucede con frecuencia, mientras el Estado, vergonzantemente, se inhibe.

Por ello la actual Ley de Libertad Religiosa de 1980 y los Acuerdos con la Santa Sede de 1979 –hijos de la ideología del concordato franquista de 1953– no responden a la realidad social, política y constitucional de un estado democrático y, por lo tanto, es necesaria su derogación. De esta situación anacrónica e injusta, impuesta por la fuerza a lo largo de la historia, se derivan innumerables normas y leyes educativas, tributarias, patrimoniales, societarias, jurídicas, sanitarias y asistenciales, así como prácticas políticas que conceden innumerables privilegios a la Iglesia católica, convirtiendo al Estado español, de hecho, en un Estado neo-confesional. Tenemos que erradicar estos atavismos para situarnos en el disfrute de una ciudadanía plenamente racional e ilustrada.

Para hacer justicia y acabar con la Transición en esta materia, urge una ley orgánica de libertad de conciencia y de convicciones en donde se clarifique el concepto de Estado laico, los derechos individuales, los derechos y deberes colectivos y de las administraciones públicas.

Francisco Delgado es presidente de Europa Laica. Diputado en la legislatura de 1977.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1745/libertad-de-conciencia/

¿Es España católica?

VICENÇ NAVARRO.

La Universitat Progressista de Catalunya, conocida como la UPEC, ha publicado un informe titulado Catalunya ha deixat de ser catòlica? (en castellano ¿Catalunya ha dejado de ser católica?), que tiene gran cantidad de información sobre la extensión de la religión católica (y la influencia de su Iglesia), no sólo en Catalunya sino también en España. Es sorprendente que tal informe haya pasado casi desapercibido en los mayores medios de información del país, pues los datos presentados cuestionan la imagen tan extendida y promovida por la Iglesia de que España es un país católico (lo cual parece indicar que la mayoría de la población lo es).

Uno de los primeros capítulos del estudio –el que detalla su metodología– explica cómo la conclusión de que España es un país católico se produce y reproduce en los medios. Señala el sesgo que, consciente o inconscientemente, aparece en las preguntas que se le hacen a la ciudadanía. Así, cuando se pregunta a la población (tal como hace la Conferencia Episcopal) si los que responden a las preguntas son católicos o no católicos (incluyendo en esta última categoría las de ser agnóstico, no creyente o ateo), el 76% se define como católico y un 19% no católico.

Parecería, pues, que la gran mayoría de la población se define como católica.

Ahora bien, cuando se pregunta si el que responde se define como católico practicante, no practicante, o no creyente, los porcentajes varían considerablemente. Sólo el 36% se define como practicante mientras que el 37% se define como no practicante y el 19,9% como no creyente (agnóstico o ateo). Y cuando se analiza el grupo de católicos no practicantes se ve que su definición de católicos esta basada, no en sus creencias religiosas, sino en su ritual cultural (como haber recibido el bautismo y la primera comunión). En realidad, la respuesta a esta pregunta varía muy marcadamente por edad. Entre los jóvenes, nacidos en plena democracia, sólo el 9,4% se considera practicante, el 39% no practicante y el 46,4% como indiferente, ateo o agnóstico.

Otro componente del estudio es el análisis de las escuelas de la Iglesia privadas concertadas. En España, el 67% de alumnos están en la pública, el 25% en la privada concertada y el 6,7% en la privada no concertada. De las escuelas católicas, la gran mayoría son concertadas (96%). Los porcentajes más elevados de las concertadas religiosas están en las dos Castillas, La Rioja, Navarra y Baleares. Los que dedican más fondos a la religión concertada son Catalunya y Madrid, y los que menos La Rioja, Cantabria y Extremadura. El Estado se gasta 517 millones de euros en la enseñanza de religión: 388 millones en las escuelas públicas y 129 millones en las privadas. Tal inversión no es proporcional a la importancia que la juventud da a la religión como elemento importante en su vida.

En una escala de uno (poco importante) a cuatro (muy importante), la juventud en España señaló en 2005 que la religión significaba un 1,76. Ello explica que el 74% de jóvenes casi nunca asiste a ceremonias religiosas, y sólo un 4,7% asiste a la misa dominical. Y en Catalunya, sólo un 36% se casa por la Iglesia; la gran mayoría (62,8%) se casa por lo civil. Es también interesante señalar que el 47% de los jóvenes cree que la “Iglesia está más cerca de los poderosos y de los ricos que de los pobres y necesitados”. Este porcentaje alcanza cifras muy altas entre los jóvenes ateos (73%), agnósticos (60,9%) e indiferentes (70,9%) y es de un 50,7% entre los católicos no practicantes.

Una opinión igualmente negativa se tiene del sacerdocio. Entre las profesiones consideradas “más útiles socialmente”, el sacerdocio es la penúltima, después de los militares de carrera. Las más relevantes son la medicina y el magisterio. Contribuyen a esta imagen poco positiva del sacerdocio la percepción generalizada entre los jóvenes de que la Iglesia “no está dando una respuesta adecuada a los problemas sociales”. El nivel de confianza que la Iglesia inspira en la población joven es la más baja entre las mayores instituciones.

Este informe presenta una realidad que se esconde bajo esta imagen tan poco real de que España sea un país católico. Como señala Jordi Serrano, actual rector de la UPEC y autor del informe, el nacionalcatolicismo impuso el catolicismo a la población española que, al identificarse con una dictadura enormemente represiva y opresiva, estableció las bases para su propio declive cuando la dictadura dio paso a la democracia. No es sólo que la Iglesia nunca ha pedido perdón por su identificación con el fascismo español, sino que continúa encorsetada con la ideología y la práctica de la ultraderecha que dominó aquel régimen.

La población española, y, muy en especial, la juventud –que representa el futuro–, considera a tal Iglesia irrelevante y decadente. Parece lógico, por lo tanto, que los representantes de la población –es decir, nuestro Gobierno– debieran dejar de protegerla y financiarla, pues continúa siendo la Iglesia de ayer. Como bien dijo Carles Cardo, el hombre de confianza del Cardenal Vidal i Barraguer durante la República y la Guerra Civil, el enorme descrédito de la Iglesia entre las clases populares durante la República se debió a que la Iglesia había olvidado sus principios, identificándose con los grupos más poderosos del país. Setenta años más tarde, se podría decir lo mismo. Su gran descrédito se debe a su identificación con la dictadura de ayer y la ultraderecha de hoy.

Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1739/%C2%BFes-espana-catolica/

Sin justicia para Arnulfo Romero.

FÉLIX POBLACIÓN.

Acabamos de saber que al arzobispo Óscar Arnulfo Romero lo mató un sicario por 114 dólares. El dato lo reveló en una entrevista el ex capitán Rafael Álvaro Saravia, única persona condenada hasta hoy por el asesinato. Saravia, prófugo de la justicia desde que un tribunal estadounidense lo condenó en 2004, desapareció ese año y comenzó a huir de sí mismo, según escribe el periodista Calos Dada en la entrevista publicada recientemente en el diario salvadoreño El Faro.

Monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 durante el ofertorio de la misa que oficiaba en la iglesia de la Divina Providencia de San Salvador. Bastó un disparo en el corazón, ejecutado a poco más de 30 metros con un rifle con mira telescópica, para acabar con su vida. Desde ese día hasta la fecha, según la Organización No Gubernamental Centro para la Justicia y la Rendición de Cuentas –la misma que posibilitó el procesamiento de Saravia–, no se ha hecho prácticamente nada en el país centroamericano para saber la verdad. Es posible que el asesinato de Romero fuera decidido por el fallecido líder anticomunista Roberto d’Aubuisson, fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) que gobernó El Salvador desde 1989 hasta el año pasado.

Saravia no niega la participación de D’Aubuisson, pero sí que el ejecutor perteneciera a su equipo. Según el ex capitán, que huyó a California nada más cometerse el magnicidio, fue Mario Molina, otro conspirador e hijo del ex presidente Arturo Armando Molina, quien contrató al tirador, compró el arma y buscó la escolta que protegió al sicario. Sólo el chofer del vehículo que condujo al asesino hasta la iglesia pertenecía al equipo de D’Aubuisson. Confiesa Saravia que fue él quien pagó al ejecutor la cantidad de mil colones, 114 dólares al cambio actual.

Según Jesús Delgado, biógrafo de Óscar Arnulfo Romero, Roberto d’Aubuisson únicamente fue una pieza de la llamada Operación Piña, no el inductor de asesinato para la que fue programada. Por eso, mientras se desconozca la autoría de quienes idearon el magnicidio, el caso sigue abierto hasta que el Estado se decida a investigarlo y no se limite, como hizo recientemente el actual presidente salvadoreño Mauricio Funes, a pedir perdón en nombre del Estado.
Si esta es la censurable actitud de la justicia 30 años después, no menos recriminable es la de la Iglesia vaticana con relación a uno de sus pastores, cuyo compromiso con el mensaje solidario del Evangelio en pro de los más humildes fue decisivo para que acabaran con su vida.

Hay dos fechas en los últimos años de monseñor Romero que marcan la trayectoria del arzobispo antes y después de su nombramiento. En 1975, según anota Braulio Hernández en su artículo publicado en Eclesalia, Óscar Arnulfo Romero se limita a consolar a los familiares de unos campesinos asesinados por la Guardia Nacional alegando que portaban armas, cuando lo único que llevaban eran biblias. La tibieza de su reacción hizo creer al Gobierno y al estamento oligárquico que lo sustentaba que Romero podría ser un arzobispo idóneo para contrarrestar el espíritu subversivo de la Teología de la Liberación. Sin embargo, semanas después de su toma de posesión, el elegido tendría una reacción muy distinta tras el asesinato en marzo de 1977 de su amigo el jesuita Rutilio Grande y dos de sus colaboradores. El arzobispo se sumó a la gran eucaristía celebrada en la catedral de San Salvador, a la que asistieron 100.000 feligreses. Según el artículo aludido, Romero dijo ese día, comparándose con el ciego del aljibe de Siloé, que Rutilio le había abierto los ojos.

Dos veces se entrevistó el arzobispo con Juan Pablo II. En la primera le presentó un amplio informe sobre las violaciones de los derechos humanos en El Salvador, ante el que Wojtyla se limitó a objetar que tenía poco tiempo para tanta lectura, así como a recomendarle que “le convenía ir de acuerdo con el Gobierno”. Cuenta su biógrafo que monseñor Romero salió llorando de esa audiencia, celebrada en mayo de 1979, el mismo año en que se inició en su país una larga y sangrienta Guerra Civil: “El Papa no me ha entendido, no puede entender porque El Salvador no es Polonia”.

El segundo encuentro fue en enero de 1980. Juan Pablo II celebró que defendiera la justicia social pero también le advirtió de los riesgos del marxismo, a lo que el arzobispo replicó que “el anticomunismo de las derechas no defendía la religión sino el capitalismo”. El sentido de estas palabras fue similar al de las pronunciadas dos meses después con inmediatez premonitoria por monseñor Romero, segundos antes de su asesinato: “Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo”.

Dice el jesuita Jon Sobrino que la historia de la Iglesia en América Latina se divide en antes y después de monseñor Romero. La incompetencia de los tribunales para hacer justicia y la elusión del Vaticano para incluirlo en su santoral son coincidentes. Los primeros son incapaces de buscar y sentenciar a los culpables y la Iglesia echa en el olvido a uno más de sus mártires comprometidos con la Teología de la Liberación. Al fin y al cabo, Romero no hizo caso a Wojtyla: no se acomodó al Gobierno que trajo, entre tantas muertes impunes, la suya propia.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1946/sin-justicia-para-arnulfo-romero/

Cayetano Ripoll.

Víctor Manuel Casco Ruiz.

Cuando Juan Antonio Llorente (1) daba a la imprenta los dos primeros volúmenes de su inconclusa “Historia de la Inquisición” poco podía sospechar que, al listado de condenados que él se estaba esforzando por completar desde su privilegiada situación (había desempeñado hasta 1801 el cargo de Secretario General de la Inquisición) aún se le podría añadir en 1826 una nueva – y última – víctima: el maestro Cayetano Ripoll, mi santo de esta semana.

Cayetano Ripoll había nacido en Solsona, en 1787. Maestro de escuela, tiene el trágico honor de haber sido la última víctima de la Inquisición española, abolida por el rey José I y también por las Cortes de Cádiz, pero restaurada por el rey felón Fernando VII. Ripoll habría de morir en la horca, ejecutado en Valencia el 31 de julio de 1826.

Ripoll había luchado contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Hecho prisionero, en Francia tuvo relación con los grupos liberales y se adscribió al deísmo. Pudo regresar al fin a España y ejercer su profesión de maestro.

España vivía el espejismo del trienio liberal: pareciera que Fernando VII, quien había abdicado de su trono en favor de José I y había vivido muy cómodo de las rentas que Bonaparte le entregara, despreocupado totalmente de la guerra hasta que, ya en las postrimerías de la derrota de las armas francesas, decide subirse al carro de los nuevos vencedores y acepta jurar la Constitución de Cadiz a cambio de reinar (para luego romper su juramento), acepta por fin un gobierno liberal que pretende modernizar España. Duró poco el sueño: Fernando VII se pone en manos de un ejército extranjero (los 100.000 hijos de San Luis) quienes entran en el país, derrotan a los liberales y le permiten poder gobernar desde el más estricto absolutismo. Las ejecuciones se suceden.

Y será precisamente en 1824 cuando Ripoll sea denunciado ante el Santo Oficio por no llevar a sus alumnos a misa, por sustituir la frase “Ave María” por “Las alabanzas pertenecen a Dios” en las oraciones del colegio y por su adscripción al deísmo.

Arrestado, encarcelado y juzgado fue condenado a la horca y a una hoguera simbólica: se colocó bajo la horca un barril con llamas pintadas. Fue ejecutado el 31 de julio de 1826. Sus restos fueron quemados posteriormente en el antiguo Cremador de la Inquisició.

Aún habría que esperar hasta 1834 para que un decreto suprimiese definitivamente el Tribunal de la Santa Inquisición (2) (3). Llegó tarde para Ripoll.

NOTAS

(1) Juan Antonio Llorente (1756-1823) había intentado reformar el Santo Oficio en 1794 (era su Secretario General desde 1789), pero la caída del ministro Jovellanos le impidió llevar a buen término su programa. Con José I participó en la Asamblea de Notables de Bayona y propugnó la abolición del Santo Oficio: el nuevo gobierno le encargó custodiar los archivos de la institución nombrándole Director General de Bienes Nacionales. Es entonces cuando empieza a publicar por volúmenes una “Historia de la Inquisición”. La derrota francesa le llevó al exilio, aunque regresaría durante el trienio liberal. Entre mis libros tengo su “Memoria histórica de la Inquisición”, el discurso de ingreso a la Academia de la Historia que pronunciara en 1811.

(2) Hay varios libros de historiadores contemporáneos sobre esta institución eclesiástica. Yo recomiendo el de Henry Kamen “La Inquisición española”.

(3) La Inquisición fue reconvertida en la Iglesia Católica en la “Congregación para la Doctrina de la Fe” – el actual Papa fue, hasta su “elevación”, secretario de la misma. La Congregación ha servido fundamentalmente para juzgar y acallar las disidencias dentro de la propia Iglesia (ya que no podía hacerlo fuera, entre el laicado): los teólogos de la Liberación o Hans Küng han sido sus últimas víctimas. El Índice de Libros Prohibidos se mantuvo vigente durante todo el siglo XIX y parte del XX. En el Índice se encuentran, por ejemplo, “El origen de las especies” de Charles Darwin, los escritos de Voltarie o literatos como Alejandro Dumas, Emile Zola o Stendhal … sin embargo ”Mi lucha” de Adolf Hitler no mereció figurar en el mismo.

Fuente: http://blogs.tercerainformacion.es/victorcasco/2010/07/03/santoral-5-cayetano-ripoll/

Giordano Bruno.

El 17 de febrero de 1600 fue llevado al Campo dei Fiori, en Roma. Vejado, desnudado, atado a un palo, su lengua aferrada a una prensa de madera para evitar que hablase y finalmente quemado vivo. Su nombre: Giordano Bruno. Su crimen: pensar de otro modo. Pensar, contra los dogmas, a secas.

“Hereje impenitente, pertinaz, obstinado”. Ese fue su delito a ojos de la Iglesia Católica que lo juzgó, lo mantuvo preso entre 1592 y 1600 y lo llevó a la hoguera (1). Era algo peor que un hereje, era un hereje que se negaba a retractarse, que no cedía, que quería mantenerse fiel a sus principios y a sus ideas porque no le habían demostrado la falsedad de éstas.

Frente a la Iglesia, que, Biblia en mano, defendía dogmáticamente que sólo un mundo se había creado, Bruno hablaba de la pluralidad de los mundos y los sistemas solares; allí donde, Biblia mediante, el Sol daba vueltas alrededor de la Tierra, él optó por el heliocentrismo; habló también de la infinitud del espacio y el Universo – cuando sólo el dios cristiano podía ser infinito - y del movimiento de los astros.

La primera gran defensa del copernicanismo se debió a este monje rebelde. Se llevó a cabo en su diálogo “La cena de las cenizas”, que tomó su nombre de la discusión sobre el heliocentrismo en la cena del miércoles de ceniza de 1584 en la residencia Fulke Greville, en Whitehall.

La mentalidad dominante de la época podía resumirse en las posturas de Cremonini y Libri, profesores de filosofía en la Universidad de Padua, en tiempos de Galileo Galilei: éstos cuestionaron la idea de otras lunas en Júpiter, o de la existencia de cráteres y montañas en la Luna con el argumento de que la imperfección de la Luna atacaba los principios mismos del dogma religioso, ya que el dios bíblico había creado un cielo perfecto, y la existencia de objetos invisibles al hombre como los satélites de Júpiter cuestionaba la afirmación del Génesis de que se habían creado las estrellas para deleite del hombre – ¡y qué sentido tiene entonces crear cosas que no se pueden ver a simple vista! -; pero lo curioso del caso no es que éstos dos filósofos defendiesen esas posturas, sino que se negaron toda su vida a mirar por un telescopio, pese al ofrecimiento de Galileo de hacerlo y comprobarlo por ellos mismos:

“No les bastaría – escribió Galileo – el testimonio de la misma estrella si bajase a la Tierra y hablase de sí misma”.

El caso de Bruno lo tendría muy presente Galileo en su juicio. Su asesinato y agonía sirvió para dar una lección. Para meter el miedo en el cuerpo.

El 8 de febrero – cuando le estaban leyendo la sentencia en Roma por la que se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado, Giordano Bruno se dirigió a los jueces para decirles: “Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla“

Ninguna de sus obras se reeditaría antes del siglo XVIII.

Notas:

(1) Por cierto, que el proceso inquisitorial al que fue sometido estuvo dirigido por el cardenal Roberto Belarmino, el mismo que llevaría un juicio similar contra Galileo Galilei.

Y en el Ateneo vamos a proyectar el lunes 2 de agosto a las 20h, la película “Giordano Bruno“, de Gian María Volante – que véis en el video de youtube – y el lunes 9 de agosto, a la misma hora, “Galileo” de Joseph Losey, basada en el texto de la obra teatral de Bertolt Brecht.

Fuente: http://blogs.tercerainformacion.es/victorcasco/2010/07/25/santoral-giordano-bruno/

lunes, 26 de julio de 2010

Una empresa llamada Iglesia.

DONNA LEÓN.

Hola! ¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien despierto? ¿Alguien está escuchando? Les aseguro que, al leer esas protestas horrorizadas por la avalancha de revelaciones sobre los abusos cometidos por curas católicos con niños (¿y qué significa esa palabra en términos reales, físicos, es decir, qué se hizo, dónde se hizo y cuántos años tenía el niño?), uno se pregunta dónde ha estado metido el resto del mundo desde hace décadas. Estuviesen donde estuviesen, no escuchaban a ese amigo que en la cena hablaba de lo largas que tenían las manos los religiosos de los colegios a los que iban de pequeños, ni hacían caso a sus amigos católicos cuando se reían de cómo los curas que oían sus confesiones infantiles insistían en que describiesen al detalle sus primeras experiencias sexuales. Ni prestaban atención a los periódicos de los últimos 20 años, ya que siempre ha habido noticias de ese estilo, al menos para quien quería leerlas.

Conque no perdamos el tiempo fingiendo que nos sorprende que algunos curas lleven décadas violando niños, ¿vale? En cambio, y ya que la Iglesia se irá por la tangente y gritará que pretenden atacar a la Santa Madre Iglesia siempre que alguien sugiera que el actual Papa lo sabía y le daba igual, llevemos la cuestión a un terreno donde podamos estudiarlo con claridad y pongámoslo en la sección económica del periódico, pues se trata de un desastre empresarial.

La Iglesia es, a fin de cuentas, una empresa. La gente le da dinero y es fiel a la marca a cambio de un producto, lo cual proporciona empleos a millones de personas y beneficios a sus accionistas y ejecutivos. El primer objetivo de una empresa, como el de una ameba o un paramecio, es la supervivencia; luego vienen los beneficios.

Pensemos que el actual Papa es el presidente de esta empresa. No era la elección más popular, pero llevaba algún tiempo en la junta directiva, no desentonaba y era fiel al producto. Sin embargo, al poco de trasladarse al mejor despacho, salieron a la luz unas embarazosas fotos en las que aparecía en uniforme militar (y todos sabemos de qué ejército), y luego un molesto periódico italiano lo llamó “Pastore Tedesco”; además, su acento alemán hace que cuando exhorta a la gente a pensar en “l’importanza del bene” suene como si dijese “l’importanza del pene”.

Después, como les sucedió a nuestros amigos de la industria tabaquera, llegaron los problemas de verdad. Bueno, pues habrá que aprender de nuestros amigos estadounidenses, negarlo todo, hacer que los médicos digan que los cigarrillos son inofensivos y cuestionar las motivaciones de quienes sugieren que podría haber conexión entre el tabaco y el cáncer. Y, cuando se demuestre que es una mentira criminal, cambiemos a marcas light, pero sigamos fabricando cigarrillos y seduciendo a los jóvenes para que fumen. La Iglesia actuó igual: lo negó todo (al tiempo que compensaba con miles de millones a quienes contaban aquellas terribles mentiras sobre los bondadosos padres) y cuestionó las motivaciones de quienes denunciaron a los hombres que habían abusado de ellos. Podemos esperar que antes o después la Iglesia siga el mejor modelo empresarial y admita que dar un poder ilimitado sobre los niños a hombres que renuncian a tener relaciones sexuales normales con adultos quizá no sea la mejor forma de protegerlos. Ardo en deseos de ver cómo se manifestará esa marca light: ¿mujeres curas?

En cuanto a Ratzinger (qué nombre tan desafortunado para un ejecutivo destinado en un país latino), no olvidemos que hablamos de una multinacional que en todo momento acata las órdenes de su presidente y que es él quien manda. Mientras sigue a salvo en su despacho, aparentemente indemne, sus secuaces condenan a la oposición, pero, igual que aquellos caballeros que el rey de Inglaterra envió a matar a Santo Tomás de Canterbury, han ido demasiado lejos y han dejado huellas. Algunos equiparan con la propaganda nazi contra los judíos las críticas al Papa por no haber puesto fin a la violación sistemática de niños. ¿Cómo? O fíjense en esta perla pronunciada durante la Semana Santa: el Santo Padre, como Jesús, ha vivido su semana de Pasión. Bueno, ya que los amigos del Papa han sacado el tema de Jesús, veamos qué opina Él (que, se supone, es el director ejecutivo de la empresa) sobre los “abusos” a niños (y sigo sin saber qué abarca exactamente ese término): “Y a quien ofenda a uno de esos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen una rueda de molino al cuello y lo arrojasen al mar”. (Marcos, 9:42). Lástima que el Vaticano estuviese tan ocupado haciendo comparaciones con el nazismo que no se paró a pensar en esa frase.

En cuanto al futuro, la marca de la Iglesia católica lleva siglos obteniendo reconocimiento y fidelidad (a veces con la ayuda del fuego y la espada), conque no debemos engañarnos y pensar que este alboroto va a suponer diferencia alguna. Basta con esperar. Basta con sentarse, irse por la tangente, negarlo todo y pagar a quien haga falta para que la gente lo olvide, antes o después. Como las amebas, las empresas han de adaptarse para sobrevivir, y eso hará la Iglesia, bajo la iluminada tutela de Ratzinger. Los paquetes de cigarrillos llevan mensajes que advierten de sus riesgos, pero me temo que habrá que esperar mucho para que se coloquen mensajes similares a la entrada de los colegios religiosos, por muy necesarios que los consideren algunos.

Donna León es escritora.

Traducción de Tamara Gil Somoza.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2136/una-empresa-llamada-iglesia/

La Iglesia y el genocidio ruandés.

NICOLE THIBON.

Hay que tener una buena dosis de inconsciencia para zambullirse en la historia del genocidio perpetrado en 1994 en Ruanda por la mayoría hutu contra la minoría tutsi. Pero es de actualidad : según un informe de la ONU de noviembre de 2009, las milicias del Frente Democrático de Liberación de Ruanda (FDLR) “habrían recibido regularmente apoyo político, logístico y financiero de gente vinculada a las fundaciones católicas El Olivar e Inshuti” y fondos provenientes “directamente e indirectamente del Gobierno de las islas Baleares”. Hoy dirige el país el presidente tutsi Paul Kagamé; pero las milicias hutus –acusadas de saqueos, asesinatos, violaciones y raptos de niños en el Kivu congolés– se empeñan en retomar el poder. Lo que realmente asombra es la implicación de sectores de la Iglesia católica en la política de ese país africano.

Desde la colonización y evangelización de Ruanda, el país de las “mil colinas”, hacia el año 1900 (poblado por un 80% de hutus y un 10% de tutsis) la Iglesia jugó un papel no sólo religioso sino político. En su trabajo, los misioneros católicos se toparon con la resistencia de los tutsis y gozaron en cambio de una gran benevolencia hutu. Si bien no se puede acusar a la Iglesia de haber creado las categorías o “razas” hutu y tutsi, han contribuido a arraigar y justificar la división de dos grupos que jamás se habían enfrentado a lo largo de siglos sino en trifulcas de intereses entre agricultores tutsis y pastores hutus. En nombre de las etnias, etnólogos y misioneros pensaron haber hallado en África un terreno en el que aplicar las teorías raciales propias del siglo XIX.

En 1931, la Iglesia obtuvo la destitución del rey tutsi Muyinga, contrario a la cristianización de su pueblo. Numerosos clérigos y miembros de la jerarquía se implicaron en la propagación de “esquemas racistas”, por ejemplo en la obra del Padre Albert Pagès o del obispo Léon Classe. Después del Padre Loupias, el abate Alexis Kagamé propagó esquemas racistas en la lengua local. En 1933, los padres blancos fundaron el periódico católico Kinyamateka que más tarde propagaría la ideología “Parmehutu” en donde el tutsi es un “no cristiano”, “anti-blanco”, “mentiroso”, “inteligente y artero”; mientras que el hutu es “trabajador”, “indígena dócil”, “amigo del blanco”.

Con el monopolio absoluto de la enseñanza, la Iglesia multiplicó la formación de abates y seminaristas hutus, con el fin de realizar en Ruanda un “reino de Cristo” y en 1946 el rey Mutara III escogido por la Iglesia, consagró oficialmente el país a “Cristo Rey”. La conversión al catolicismo se volvió la puerta obligada para acceder a cualquier empleo colonial. El colonizador y la Iglesia habían logrado hacer de Ruanda un país casi 100% católico y un modelo para África llamado “la joya de África”.

Pero el viento de independencia que soplaba en los años cincuenta reforzó el nacionalismo “comunista” y “ateo” de los tutsis. En 1957, los hutus cercanos a la vicaría ruandesa redactaron un manifiesto según el cual los tutsis son intrusos llegados del Nilo, a donde han de regresar. El sermón sobre la Caridad de 1957 de monseñor Perraudin y su carta pastoral racista de cuaresma del 11 de febrero indujeron directamente la “matanza de Todos los Santos” de 1959, durante la cual paisanos armados de machetes quemaron las haciendas de los tutsis, dejando decenas de miles de muertos y no menos refugiados. Cuando en 1963 los refugiados tutsis intentaron volver a Ruanda, ahora república independiente, decenas de miles fueron asesinados en la “Navidad roja”. A partir de la independencia, el dominio de la Iglesia se acentuó, en particular el de su ala derecha, el Renouveau Charismatique y el “departamento secreto” del Opus Dei. En 1973 se puede hablar del régimen hutu del presidente Habyarimana como de una dictadura católica de un país casi 100% católico.

En las actas del 16 de mayo de 1997 de la comisión parlamentaria belga, numerosos testimonios acusan directamente a la Iglesia católica y sus ramificaciones. Sacerdotes, obispos, arzobispos, abates, curas, misioneros, miembros del Opus fueron oficialmente acusados de complicidad, pasiva o activa, en el genocidio de 1994. Según el investigador belga Pierre Galant, 816 machetes fueron comprados y distribuidos por Caritas-Ruanda en 1993. El padre blanco Johan Pristil, partidario ferviente del “hutu-power”, participó en la creación de la Radio “Mil colinas” y tradujo Mein Kampf al Kinyaruanda, y vio a los tutsis como a los “judíos de África”. Se hallaron 30.000 cadáveres en su parroquia en Nyumba. La radio “Mil colinas” –o “radio de la muerte”– predicó la matanza día tras día.
Monseñor Misado fue arrestado en 1999 por su participación en el genocidio y las hermanas Mukangango y Mikabutera por haber entregado a los tutsis refugiados en sus conventos. El abate Seromba fue condenado a cadena perpetua. Genocidas notorios se esconden y son protegidos en conventos, monasterios y parroquias. En Francia, el abate Munyeshyaka y otros están protegidos por las autoridades civiles y católica, así como Rekundo en Ginebra, exfiltrado por “Caritas Catholica”, Nahimana en Florencia y Bellomi en Brescia: unos 50 sacerdotes genocidas ruandeses lograron huir a Europa y Canadá. ¿Pedirá perdón la Iglesia católica por su política africana y el genocidio de Ruanda?

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/1908/la-iglesia-y-el-genocidio-ruandes/

martes, 20 de julio de 2010

La Iglesia y sus conventos-cárceles franquistas.

La Iglesia es una institución autocrática y absolutista, así como tradicionalmente oscurantista. De ahí que se lleve tan bien con los regímenes totalitarios, en particular el fascismo y el nazismo, dado que se ve replicada en ellos. Así es como la Iglesia ha proporcionado históricamente apoyo moral y justificación ideológica a los más violentos regímenes totalitarios y brutales dictaduras militares en todo el mundo (Europa, América Latina, África, etc.).

Para el papa Pío XII, el régimen ideal de gobierno era el que se daba en la España de Franco y felicitó personalmente a Franco (caudillo "por la gracia de Dios") por la "victoria católica" en España. Además, en 1953, el Vaticano, con Pío XII a la cabeza, otorgó a Franco, en una solemne ceremonia, la mayor condecoración que concede la Iglesia católica: la Suprema Orden de Cristo.

La Iglesia y el franquismo son una sóla y la misma cosa, indisolublemente unidos en la doctrina conocida como nacionalcatolicismo. Tras la guerra civil, la Iglesia habilitó multitud de monasterios y conventos por toda la geografía española como cárceles franquistas, terribles antros inmundos de represión, violencia, torturas, miseria, hambre, atrocidades y asesinatos. En el siguiente artículo, de Amparo Salvador Villanova, se analiza la cuestión desde la óptica de los conventos-cárceles para mujeres. Dichos conventos-cárceles estaban regentados por órdenes religiosas expresamente destinadas a dicho fin. Monjas y curas al servicio del aparato represor franquista, que gustosamente realizaron las labores de carceleros, torturando y aniquilando física y moralmente a los desgraciados que cayeron en sus manos.

Mujeres en el franquismo.

Amparo Salvador Villanova.

"¡Y si sabes quién te mató a tu hijo, te has de callar! ¡Y si sabes quienes te violaron, te has de callar! ¡Y si sabes quién te robó tu casa, te has de callar! ¡Y si sabes quién te robó y vendió a tus hijos te has de callar!" Durante años y años, soñó que llegaría un día, cuando se volviese a instaurar la democracia, que se haría justicia sobre las terribles atrocidades y crímenes cometidos durante el franquismo. Pero se acababan de firmar "Los Pactos de la Transición" entre la derecha y la "izquierda", tras la muerte de Franco. En ellos se pactaba el silencio sobre los crímenes del genocidio franquista y la destrucción de sus pruebas, la impunidad para los responsables y colaboradores y el olvido de las víctimas. Era el año 1977 y se acababa de promulgar la Ley de Amnistía que daba cuerpo legal a aquellos ignominiosos Pactos.

Decía estas cosas y otras apretando los puños, cayéndole las lágrimas una a una a pesar de la rabia contenida y el esfuerzo para no llorar: era la representación de la impotencia. Habían matado a su compañero y a ella rapado el pelo al cero, y obligado a tragar aceite de ricino mediante el procedimiento de meterle un embudo en la boca, en el que volcaban media garrafa. Muchas se ahogaban en su propio vómito de sangre debido a las heridas provocadas por la "colocación" del embudo. Después, la unieron a otras y obligadas por la Guardia Civil a caminar de pueblo en pueblo, para exponerlas en las plazas, sucias por la descomposición y la gastroenteritis producidas por el ricino, deshidratadas, desfallecidas, todas las moscas pegadas a ellas, incluso a veces desnudadas en público para que todos/as se rieran y burlaran, e incluso les tirasen piedras, en un intento brutal de aniquilarlas moral y físicamente. ¡Y ojo con el que no lo hiciese! Todos estaban vigilados y se tomaba puntual nota de los que no las humillasen con el suficiente entusiasmo. Muchas veces, entre los "espectadores", estaba la propia madre de alguna de las mujeres, obligada a asistir al espectáculo con la impotencia y el desgarro en el alma al ver a su hija en semejantes circunstancias. ¿Y todo por qué? En el caso de nuestra protagonista, por haber pertenecido al Socorro Rojo durante la II República y realizar trabajos humanitarios. Las supervivientes de aquellas "excursiones" eran llevadas a la cárcel (conventos habilitados casi siempre), en las que muchas morían por hambre, desnutrición, falta de agua e higiene, hacinamiento, epidemias de piojos, sarna, tuberculosis…, en las filas del patio en el que eran obligadas a permanecer horas y horas, formadas de pie para ser contadas, para coger la comida, para lo que fuera, acabando en un estado de delgadez tal, que muchas tenían la última vértebra al descubierto, por lo que sólo podían sentarse de lado, aguantando un reglamento interno que las llevaba al límite de la supervivencia psíquica y física. Las humillaciones a las que se las sometía alcanzaban niveles de total deshumanización. No había día en que no sacaran a varias para llevarlas a fusilar, en ocasiones tras una parodia de juicio (Consejo de Guerra Sumarísimo), y otras veces, directamente ejecutadas extrajudicialmente. Y las que conseguían librarse, si podían, acababan marchándose de sus pueblos al no poder resistir la vergüenza y humillación por las vejaciones sufridas, rechazadas por todos, dado que las represalias para con quien las acogiese eran terribles.

La II República legisló para lograr la igualdad de la mujer con el hombre en los terrenos social, laboral, económico y político. Esta situación fue de inmediato aprovechada por las mujeres para ser las protagonistas de su propia historia, algo que más tarde el franquismo les haría pagar muy caro, convirtiéndolas en blanco preferente de la represión. Aquel protagonismo iba en contra de la nueva ideología que las quería anular y relegar al cuidado de los hijos y el marido, y ello porque les tenía reservado el papel de transmisoras de la ideología franquista y de los "valores" de la Santa Madre Iglesia Católica a través de la familia. Pero para conseguir estos fines había que domesticar como fuese a aquella generación de mujeres que ya habían conocido la libertad y la igualdad. Por ello, a las mujeres que lucharon por la defensa de la II República, se les aplicó una represión específica, en grado máximo de perversidad, que en muchos casos fue mucho más cruel que la aplicada a los hombres. Lo primero que hicieron fue abolir todas las leyes que las equiparaban con el hombre. Conocían la fuerza revolucionaria que significaba la incorporación de la mujer a la vida política, y para anularlas, promulgaron leyes que las ponían en el mismo plano que a los menores de edad, a los sordomudos y a los incapacitados mentales. Toda la demagogia del franquismo en cuanto a que la mujer y la infancia debían ser objeto de especial protección, no les impidió maltratarlas, torturarlas, violarlas, encarcelarlas y asesinarlas. El desprecio del franquismo hacia las mujeres era tal que no aceptaba su papel como luchadoras políticas, justificando muchas ejecuciones extrajudiciales como muertes naturales y manchando su nombre falseando la causa de la detención, acusándolas de delitos comunes como asesinato, robo, prostitución y hurto.

La cárcel

En materia de política carcelaria, mientras que a los hombres se les encarcelaba solos, no debiendo preocuparse dentro de la cárcel más que de sí mismos, a las mujeres se las encarcelaba con sus hijos, teniendo que vivir la impotencia, el desgarro y la locura de verlos morir por carencias de todo tipo: agua, comida, medicinas, ropa… las criaturas morían en las cárceles como moscas por el hambre, la deshidratación, el frío, la tiña, los piojos, la tuberculosis, las gastroentiritis y la sarna. La mayor parte de los días no había ni agua, debiendo secar la ropa y los pañales sucios para ponérselos otra vez, con lo que eran presa de toda clase de bacterias, bichos y epidemias. Llegaron a crear cárceles específicas para mujeres con hijos e hijas, llamadas eufemísticamente "prisiones para madres lactantes", en realidad verdaderos "apartheids" pensados para aniquilar a las mujeres y a sus hijos. Fue tristemente famosa "la maternal" de Segovia, cuya directora, María Topete, falangista, se distinguió por el trato inhumano que dio a las presas y a sus hijos. No se conoce exactamente el número de criaturas que pudieron llegar a morir allí dentro, no se conoce un registro de las que encarcelaron, pero se cuentan por cientos, atribuyendo a la directora la responsabilidad directa de sus muertes. Sólo las dejaba con sus madres el tiempo imprescindible para darles la escasa comida y asearlos; después los llevaban al patio donde los dejaban todo el día sin agua ni comida, incluidos los lactantes, al margen del tiempo que hiciese, sometidas a malos tratos por cualquier cosa, en pleno invierno, a bajo cero. Supervivientes atestiguaron que cada día, al meterlas dentro para pasar la noche, muchas habían quedado muertas en el patio por el frío, el hambre o la deshidratación.

Pero con todo, la peor pesadilla de las presas fueron las carceleras monjas, pertenecientes a órdenes religiosas de mujeres dedicadas ex profeso a este fin. El trato de ellas recibido era infinitamente más cruel que el de las funcionarias, pertenecientes a la Sección Femenina. Llegó hasta tal extremo esa crueldad que en el año 1945 fueron expulsadas de la cárcel de Ventas por denuncias del personal civil, según cuenta Soledad Díaz a Giuliana di Febo. Hay que destacar por su crueldad a las órdenes religiosas Hijas de la Caridad, Mercedarias de la Caridad, Hijas del Buen Pastor, la Orden de las Cruzadas, creada especialmente para reeducar a las mujeres en las cárceles, la Orden de San Vicente de Paul (a la que pertenecía Sor María de los Serafines, alemana, que había pertenecido a la GESTAPO), tristemente famosa por la saña con la que trató a las presas y a sus hijos. Precisamente, en el año 2005, nuestro Gobierno, que no ha dado un solo paso para la rehabilitación jurídica de las víctimas del franquismo, y mucho menos en materia de acabar con la impunidad de que gozan los responsables de aquellos terribles crímenes, concedió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, dependiente del Ministerio de Justicia, a esta última Orden religiosa de carceleras citada, caracterizada como ya se ha expresado, por su extrema crueldad.

Para las mujeres de mi generación, que somos las herederas de su historia, la lucha de las republicanas y resistentes antifranquistas ha sido el referente en el que nos hemos apoyado en nuestra propia lucha contra la dictadura y por la libertad. Ellas nos enseñaron con su ejemplo a resistir y a seguir adelante, y también a luchar por nuestra propia dignidad personal, para hacernos merecedoras de su legado. A fin de cuentas ellas lucharon y murieron para que heredásemos un mundo más libre, más digno y más igualitario.

*Amparo Salvador Villanova es presidenta del Fòrum per la Memòria del País Valencià. Este artículo fue publicado originalmente en la versión escrita de la Revista Pueblos en su número 34, de Septiembre de 2008.


Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article12562

lunes, 19 de julio de 2010

La Iglesia, nostálgica del franquismo.

21-08-2007
Martxelo Díaz

El arzobispado de Valencia provoca la indignación de las víctimas del franquismo.

El proyecto del Arzobispado de València de erigir un macrosantuario en memoria de 233 «víctimas inocentes de la Santa Cruzada» ha provocado la indignación de las víctimas del franquismo y sus familias, que denuncian, además, la colaboración del PP, que ha donado a la Iglesia 4.000 metros cuadrados de terreno en una de las zona más caras de la ciudad.

València fue la capital de la II República española en los últimos tiempos de la Guerra Civil y la última ciudad que cayó en poder las tropas fascistas, por lo que acogía a numerosos refugiados que habían huido del avance de las tropas de Francisco Franco en otras zonas.

Por eso, la represión que llevaron a cabo fue atroz. El Fòrum per la Memòria del País Valencià tiene catalogadas, con nombres y apellidos, 26.300 personas que fueron enterradas en las fosas comunes del cementerio. muchas de ellas arrojadas allí sin un ataúd. «Por eso, lo que quieren hacer nos parece una afrenta», explica a GARA Amparo Salvador, integrante del Fòrum per la Memòria.

Quienes están enterrados en las fosas comunes de València murieron entre el 1 de abril de 1939 y el 31 de diciembre de 1945. Es decir, fallecieron como consecuencia de la represión tras la victoria fascista. Algunos de ellos son de origen vasco. «A València le pasó lo mismo que a Alacant, que se convirtieron en una ratonera de la que nadie pudo huir. Después, nunca más se supo qué paso con toda esa gente, que eran miles y miles de personas. Ahora, por lo menos, sabemos dónde está una parte», señala.

El Fòrum per la Memòria denuncia que «no se puede considerar `inocentes' a miembros de una organización como la Iglesia Católica, que se alió con Hitler y Mussolini para ejecutar un golpe de Estado criminal contra el Gobierno legítimo de la II República».

Amparo Salvador denuncia que en todo este proyecto el Arzobispado, además, se ha visto beneficiado económicamente, puesto que ha conseguido una permuta del Ayuntamiento, con la que se ha hecho con una decena de solares en València y un terreno colindante al complejo de la Ciutat de les Arts i de les Ciències. «El del Arzobispado es un proyecto tan faraónico como el de la Ciutat de les Ciències. Sólo los terrenos valen una traca de millones», destaca Amparo Salvador.

«Para nosotros, es un insulto directo a la memoria de las víctimas del franquismo. La Iglesia Católica estuvo totalmente implicada en la represión. Al acabar la guerra, València entera se convirtió en una inmensa prisión. Todos los conventos eran cárceles. Y todas las cárceles estuvieron regidas por órdenes religiosas. Tenemos 26.300 personas registradas con nombre, apellidos, lugar de procedencia y causa de la muerte que murieron por esa represión. Y ésa sí que era gente inocente», explica Salvador.

«Yo se lo dije claramente al arzobispo (Agustín García-Gasco). Que si quería hacer una basílica en honor de gente inocente, de la noche a la mañana era capaz de darle una lista de 500 niños, de cero a diez años. Pero que si me daba un par de días, podía darle una lista de varios miles», recuerda la integrante del Fòrum per la Memòria.

Amparo Salvador califica de «tremendo» el hecho de que «tengamos decenas de miles de muertos sobre los que no han dicho ni esta boca es mía. Las víctimas del franquismo, después de 30 años de democracia, están sin rehabilitar. Aquí no ha habido ningún genocida que haya sido procesado ni se le haya pedido responsabilidades de ningún tipo. Y ahora nos quieren hacer una obra faraónica dedicada a miembros de una organización que pacta incluso con Hitler».

Ocultar responsabilidades

«Las guerras se hacen para matar gente. Y el que tiene la culpa de los que mueren en esa guerra es el que la ha empezado. Franco tiene la culpa tanto de los muertos de un lado como de los del otro. Si hubiera respetado el Gobierno legítimo de la República, ni hubieran muerto esos curas ni nosotros hubiéramos tenido centenares de miles de muertos», añade Amparo Salvador.

A juicio del Fòrum per la Memòria del País Valencià, con este proyecto de macrosantuario, la Iglesia Católica, pretende «desviar la atención del inmenso horror que fue la represión del franquismo y su colaboración con el mismo».

«Y estamos hablando de un genocidio. Después de una guerra, en un estado de indefensión total, hubo un genocidio en el que se cargaron a centenares de miles de personas. Esos son los que están en las fosas comunes de València, los que mataron de hambre, de enfermedades no asistidas y de ejecuciones extrajudiciales, de palizas y de torturas. Y ahí hay niños y hay de todo. Porque tenemos a niños de seis meses, en cuyas fichas pone que murieron de fractura de cráneo, porque les cogían de los pies y les golpeaban la cabeza contra el suelo», añade Amparo Salvador.
El ayuntamiento del pp quiso destrozar las fosas comunes

La colaboración que el Ayuntamiento de València (PP) ha tenido con el Arzobispado contrasta con las trabas que ha puesto a las familias de las víctimas del franquismo.
En cuanto se descubrieron las fosas comunes que albergaban a 26.300 personas, el Ayuntamiento trató de destrozarlas e, incluso, pretendió construir unos nichos encima. Amparo Salvador denuncia que también trataron de destruir los documentos que acreditaban los nombres de las víctimas. «Tuvimos que hacer guardia noche y día para que no los destrozaran», recuerda. Finalmente, un juez paralizó los proyectos del Ayuntamiento.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=55112

La leyenda urbana más difundida de toda la historia.

Antes que nada una aclaración. La palabra urbana del título no es del todo exacta pues, si bien es como se conoce habitualmente a este tipo de historias ficticias, el entorno en que surgió la leyenda que nos ocupa no fue un entorno urbano sino rural. Nazaret, el pueblo donde la leyenda dice que nació Jesús, el mesías, era un pueblucho insignificante de la Galilea rural de unos doscientos habitantes, que ni siquiera aparecía en los mapas del mundo antiguo ni es mencionado en la Biblia hebrea, así como tampoco en los escritos de Josefo, un historiador del siglo I que pasó mucho tiempo en Galilea y se refirió a muchos lugares de la región.

La gran mayoría de los relatos sobre la muerte de Jesús de Nazaret recogidos en los evangelios se corresponden con profecías de las Escrituras, a las que según los cristianos primitivos Jesús habría venido a dar cumplimiento: así la ejecución junto a dos ladrones, el que los encargados de ejecutarle no le rompieran las piernas, el permanecer en silencio en todo momento, el pronunciar justo antes de expirar las palabras de los Salmos, etc. No se trata de algo casual, los cristianos primitivos procuraron la forma de que las profecías de las Escrituras se cumplieran.

Las leyendas sobre Jesús de Nazaret y su trágica muerte en la cruz circularon durante décadas después de su supuesta muerte como tradiciones orales entre las primitivas comunidades cristianas. No fueron puestas por escrito hasta muchas décadas después por personas que no presenciaron los supuestos hechos a los que hacían referencia. Pasaron de ser una tradición oral, esto es que pasaba de boca en boca entre los cristianos primitivos, a ser escritas en los textos neotestamentarios muchas décadas e incluso siglos después de la fecha en que supuestamente ocurrieron.

Actualmente todos están familiarizados con el concepto de leyenda urbana. Existen famosos ejemplos de acontecimientos ficticios, que jamás ocurrieron, y que sin embargo han alcanzado una enorme difusión. Todo el mundo conoce a alguien que asegura conocer a un amigo (o un amigo de un amigo) que presenció los hechos que la leyenda urbana relata. Esto es un fenómeno que se produce de forma espontánea y natural. Si las leyendas urbanas se dan en la sociedad actual, con todos los medios que hay disponibles para poder verificar los hechos (grabación en vídeo, fotografía, teléfono, etc.), mucho más comprensible es que relatos legendarios parecidos fueran generados y obtuvieran gran difusión hace dos mil años.

Jesús de Nazaret jamás existió, es producto de una leyenda urbana, la madre de todas las leyendas urbanas. Es un intento de los cristianos primitivos por dar cumplimiento a las profecías recogidas en las Escrituras, transmitido en un principio de forma oral y sólo muchas décadas más tarde plasmado de forma escrita.

Mucha más información, datos, citas y bibliografía complementaria en "Simón Pedro, Pablo de Tarso y María Magdalena. Historia y leyenda del cristianismo primitivo", de Bart D. Ehrman.

sábado, 17 de julio de 2010

Jesús de Nazaret, el profeta judío apocalíptico.

La historia está plagada de mensajes apocalípticos, es la natural respuesta del hombre que, sabedor de su muerte inminente, proyecta inconscientemente dicho final al mundo en su conjunto. Ya el propio Jesús de Nazaret, un profeta judío apocalíptico, proclamando el fin del mundo aseguraba que "no pasará esta generación hasta que todo esto suceda" (Marcos 13:30). ¿Y que es lo que tenía que suceder? Ni más ni menos que "el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria" (Marcos 13:25-26). No sólo pasó esa generación sino CIEN generaciones más, y el mundo no se ha acabado como predicaba el profeta judío apocalíptico. ¿Suficiente para convencer a los creyentes? De ninguna manera, aun a pesar de que esté recogido en la mismísima Biblia. Nada puede convencer a quien tiene su cerebro secuestrado por las supersticiones. Todo es posible dentro del mágico mundo de la religión. Incluso las más disparatadas contradicciones.

Pablo IV (1555-1559).

Energético, inflexible y fanático son los adjetivos con los cuales se define al Papa Pablo IV. Habiendo sido Gran Inquisidor y maestro de la tortura por una generación, este Papa fue el terror de los incrédulos. Su logro mas grande fue hacer de la inquisición un arma fuerte en Italia, los Países Bajos y el Oriente. Creía tanto en la tortura que gustosamente pagaba de su propio cofre nuevos instrumentos. Reformó la Iglesia usando todos los métodos a su disposición sin importar quién cayera.
Famoso también por la corrupción, él colocó a su sobrino Carlo Caraffa como cabeza política de la Santa Sede.

Enemigo de los judíos, las mujeres y los protestantes.

En Julio de 1555, dos meses después de su elección, el Papa Pablo IV hizo pública una bula (edicto) poco conocida (cum nimis absurdum), contra los judíos debido a que él sospechaba que los judíos estaban asistiendo a los prostestantes. La bula papal hacía recordar a los cristianos que desde que los judíos habían matado a Cristo, sólo estaban en condiciones de ser esclavos. Les fue ordenado quedar confinados a un área restringida, el gueto y usar un peculiar sombrero amarillo. Fueron obligados a venderles sus propiedades a cristianos a precio regalado (por ejemplo una casa a cambio de un burro o un viñedo por una prenda.

Los judíos sólo podían dedicarse al comercio de poca importancia y a la strazzaria (la venta de ropa de segunda mano); tampoco podían emplear a cristianos ni asistirlos médicamente. La mayoría de sus sinagogas fueron destruidas como también sus libros sagrados. Los cristianos no podían dirigirse a ellos llamándolos “sir” (señor), ni siquiera los mendigos. Llevaban puesto en público un sombrero amarillo como identificación [1], y tenían que regresar a su gueto al caer la noche. El gueto romano estaba poblado con más de 4.000 judíos en un perímetro de 500 yardas. El Papa Pablo IV esperaba que las medidas represivas condujeran a una conversión masiva, pero la mayoría de los judíos permaneció inquebrantable en su fe.

Se dice que el Papa odiaba a las mujeres tanto como a los judíos, prohibiéndoles acercarse a él en cualquier momento. Su odio hacia los protestantes, era tan violento que se perpetuó el alejamiento entre el Vaticano e Inglaterra. Se negaba a comunicarse con la Reina Elizabeth I por su condición de mujer y protestante.

Índice de Libros Prohibidos.

Con la invención de la imprenta alrededor del año 1450, los libros comenzaron a rodar por las prensas. La Inquisición buscó censurar el contenido y la cantidad de libros y en 1559, Pablo IV autorizó un Índice oficial de Libros Prohibidos, destinando a éste una larga lista de libros. Entre los títulos se encontraba el clásico de la literatura de Boccaccio el Decamerón, y el Gargantua y Pantagruel de Rabelais.

También se incluía un tratado, Consilium (consejo), al que él mismo había contribuido como Cardenal. El tratado había criticado abiertamente la supremacía papal, la simonía (soborno para favores espirituales) y otros abusos (una copia cayó en manos de los protestantes, quienes encontraron que ese tratado simplemente confirmaba todo sobre lo que ellos habían estado protestando). Los editores eran constantemente amenazados para mantenerlos a raya y varios autores, o bien cesaban de escribir o tenían que contentarse con publicar versiones "aceptables".

Poco antes de su muerte, Pablo IV expresó su deseo de incluir profesiones a su Índice. Entre ellos se encontraban: actores, bufones, y escultores que realizaban crucifijos feos. Cuando Pablo murió en Agosto de 1559 el pueblo quemó el Palacio de la Inquisición, liberó a los prisioneros y destruyó sus estatuas.

Fuente: http://www.herenciacristiana.com/historiapapa/pablo4.html

[1]Indentificar a los judíos con un distintivo amarillo (en este caso un sombrero) fue un invento cristiano, los nazis sólo copiaron lo que los cristianos hicieron muchos siglos antes que ellos.

"Iranización" de la sociedad española.

Juzgan a Javier Krahe por un corto que realizó en, atención, ¡1978! Ha sido abierto juicio oral contra él el mes de mayo pasado y la jueza le ha impuesto una fianza de 192.000 euros nada menos. Esta es la prueba fehaciente de que el progreso en una sociedad no está de ningún modo garantizado; la sociedad puede involucionar, y de hecho lo está haciendo, y esto no es más que una pequeña muestra de cómo el fanatismo, la intolerancia y la facción más reaccionaria y ultraconservadora se está apoderando del país. Estos grupos se encuentran cada vez más radicalizados desde el punto de vista ideológico y de las acciones que toman para imponer sus ideas al resto de la población. Existe un pequeño sector de la población, no representativo a nivel social aunque extremadamente poderoso organizado en sectas del tipo Opus Dei, nostálgicos del franquismo, que desean fervientemente volver a la España católica de los años 1939-1975. Irán, allá vamos.

El vídeo de la discordia:




Más información:

http://blogs.elcorreo.com/magonia/2010/5/21/espana-se-iraniza-quieren-condenar-javier-krahe-cocinar
http://www.periodistas-es.org/index.php?option=com_content&view=article&id=7256:van-a-procesar-a-javier-krahe-por-el-cristo-que-armo-con-un-cristo&catid=75:sociedad

La Iglesia, enemiga de la libertad de expresión.

“Escribo 10 de febrero de 1600 con una pluma infame, sin anteojos y cuando me quedan siete días de vida por delante, si puede llamarse vida a pudrirse en el hedor de un calabozo...; y soy un animal viejo resuelto a no perder la razón, así deba arrastrarme hasta el fin bajo el fardo en el que se resume mi vida. Por eso he pedido tinta y papel... Dentro de siete días me quemarán, a mí y estas páginas. Habrá un suspiro, un estremecimiento imperceptible del mundo, y Giordano Bruno, escritor, profesor de filosofía natural, antiguo consejero del rey de Francia, héroe de la memoria, de las letras, de las ciencias y de las artes mágicas, no será más que un recuerdo.... Quedará mi muerte abominable como única revancha. La huella de un pie en la nieve: alguien ha pasado, dirán”.

No hace mucho, en su bello artículo publicado en Gara, nos recordaba otro gran hombre de nuestros días, Juan Mari Escubi –al que tanto le debemos los vascos por agrupar y liderar aquella oposición contra la central nuclear de Lemoiz, que espero se convierta pronto en libro- otro de los muchos asesinatos perpetrado por la “santa” Iglesia contra un sabio de su tiempo mediante su eterna inquisición de muerte y retroceso. El de Giordano Bruno, quemado en hoguera de fuego por la inquisición el 17 de febrero de 1600.

En la historia de la Iglesia católica son varios los inquisidores, que tras llevar a cabo largas matanzas, fueron nominados más tarde papas, por ejemplo Giovanni Caetano Orsini que se convertiría en el papa Nicolás III (1277-1280). Pero en la Iglesia, que tiene esencia de eternidad y es fósil en el campo científico y en temas de libertad y respeto, no hace falta retrotraerse tanto en el tiempo para ver vertido el ayer en el hoy. Porque también el inquisidor general de la Iglesia, Ratzinger, fue elegido papa por sus compañeros para que, como Benedicto XVI, siguiera su labor de juez y condena. Y el bávaro Joseph Ratzinger fue una mala bestia como inquisidor. Hombres brillantes y coherentes, investigadores, científicos y teólogos destacados en la ciencia e investigación han sentido en los últimos setenta años, quizá como nunca antes al menos en número, el puntapié inquisidor y retrógrado de una Iglesia, que no pudiendo quemar, ha ido expulsando, humillando y persiguiendo de mala manera a gentes, que honestamente han ido abriendo camino en las ciencias, en el estudio de la Biblia y en el gran fraude del cristianismo. “Durante los periodos papales de Pío XII (1939-1958) y de Juan Pablo II (1978-2005) fueron amonestados, suspendidos o prohibidos los más importantes teólogos católicos del siglo XX. Les dejaron sin voz y sin pluma, siendo inquisidores generales Alfredo Ottaviani y Joseph Ratzinger”. Ejemplos muchos en casa y fuera: Teilhard de Chardin, Henri de Lubac, Henri Bouillard, Yves Congar, John Mc Nelly, Jacque Pohier, Charles Curran, Herbert Haag, Eugen Drewermann, Edward Schillebeeckx, Hans Küng, Ernesto Cardenal, Miguel d'Escotto, Jon Sobrino, Gerd Lüdemann, Hubertus Mynarek, Leonardo Boff, Marciano Vidal, Juan José Tamayo, Castillo, González Faus, Benjamín Forcano, Patxi Larrainzar... La lista se hace interminable, la sangría inmensa. No, no encontrarán ningún profesor de la universidad de Deusto. Sus artículos sólo encuentran cabida en Vocento y el Correo español. No dan para más. La Iglesia es un erial, un trozo de la Edad Media en pensamiento, libertad y respeto. El silencio y la colaboración de muchos teólogos, que hoy ocupan puestos y cátedras, ante el gran atentado contra derechos elementales de estos teólogos sabios y osados ha sido sonrojante y vergonzante.

No hace mucho leía en ese gran libro que es “La Biblia desenterrada” de Finkelstein y Silberman que “antes de Moisés existía la violencia, pero mediante Moisés vino una nueva violencia, la violencia en nombre de Dios. El cristianismo comenzó también a emplear la violencia en nombre de la verdad: la verdadera fe debe ser anunciada a los paganos, si es menester con la espada para salvar su alma de la condenación eterna”.Y ahí siguen ellos, hablando como dos grandes asesinos, como el Dios Yahvé y el guerrero Moisés. Lean por curiosidad, conocimiento y decencia “La historia criminal del cristianismo” de Karlheinz Deschner y verán el reguero de sangre que han dejado en la historia este Dios de los cristianos y esta Iglesia de Roma. Y que no es broma su maldad y muerte hoy nos recuerda el gran Giordano Bruno.

Y si el inquisidor de ayer, Joseph Ratzinger, es el papa Benedicto XVI de hoy, su sucursal de ayer en el estado español y el otrora representante del gran inquisidor de la Iglesia es el actual presidente de la Conferencia episcopal española y se llama Ricardo Blázquez, el obispo de Bilbao. No hace mucho, el teólogo que a inicios del 2000 sintió en su espalda el látigo inquisitorial de Ratzinger y Blázquez, Marciano Vidal, narró en público a su paso por Bilbao su penoso calvario, su bestial humillación a los 60 y pico años, tras muchos de profesor y ciencia, tras décadas de catedrático reconocido más allá de fronteras. “Nunca pensé que la Iglesia pudiera ser tan inhumana”, musitó. Los obispos y cardenales Rouco Varela, Cañizares Llovera, Herranz Casado, García-Gasco, Martínez Camino, Fernando Sebastián, José Asurmendi... son los nuevos guerreros de la Orden Teutónica, los Templarios y Caballeros de san Juan, aquellos paramilitares sanguinarios de la Edad Media que, a falta de razón, empleaban contra las gentes la espada, el terror y hasta la muerte. Embridan en su dignidad a sacerdotes mayores, tras años de servicio, con la vil amenaza de un recorte de castigo en su mísero salario. Su voz es La COPE, su pancarta política el PP o UPN. En las últimas elecciones oí susurrar a una anciana, que debía votar en el colegio electoral ubicado en el colegio de los jesuitas de Indautxu (Bilbo): “No hay derecho que tenga que votar en un aula presidida por un crucifijo, luego de pasar entre carteles con glorias a María, virgen y madre”. Su queja la hice denuncia por escrito y el alcalde, que es quien designa los locales electorales, el Sr. Azkuna, bailó con la queja de la anciana y mi escrito un aurresku de carnaval a su “amatxo de Begoña”. Cómo no, en el entorno del colegio electoral de los jesuitas de Indautxu destacan con fuerza los votos del PP y del PNV. Son Dios y su Iglesia.

Mañana cuando yo muera
no me vengáis a llorar,
nunca estaré bajo tierra
soy viento de libertad.

¡Giordano, con el paso del tiempo hemos descubierto tu digna huella en la nieve!

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=47855


Un simple comentario al texto: da exactamente igual el partido político que gobierne, PP o PSOE, la Iglesia seguirá disfrutando de un poder omnímodo; si bien es cierto, como el autor del texto apunta, que con el PP la afinidad es mucho mayor; aun así, la Iglesia infiltra todos los estamentos del poder.

viernes, 16 de julio de 2010

La Iglesia como causa de todo el mal en el mundo.

La Iglesia es la responsable una censura que durante cuarenta años de dictadura franquista (por no remontarnos más en la Historia) privó a los españoles de grandes obras literarias y cinematográficas a base de crear y mantener un índice de libros prohibidos y mutilar las cintas de las películas que por alguna caprichosa razón no gustaban a jerarquía católica.

La Iglesia católica ha fomentado históricamente la inferioridad de la mujer. En la Biblia, ya desde el Génesis se nos dice que Dios creó a Adán primero, y sólo después, viendo que no era bueno que estuviese solo, creó a la mujer para hacerle compañía. Es decir, primero es el hombre, la mujer ocupa un lugar secundario y subordinado al hombre. Además en la Biblia (supuesta palabra revelada de Dios) se nos dice que la mujer fue creada a partir de una costilla del varón, es decir, que la mujer no sólo ocupa un lugar secundario y subordinado al varón, sino que además es un subproducto de éste. Esto se nos dice ya desde la primera página de la Biblia, que toda ella está plagada de pasajes del mismo tenor hacia la mujer. Y esto es inapelable, dado que es la palabra de Dios, la máxima autoridad que es posible concebir. La doctrina social de la Iglesia católica, dado que se rige por dogmas inamovibles, todavía sigue considerando hoy en día a la mujer exclusivamente en su papel de madre y esposa.

La trata de esclavos fue un negocio boyante durante siglos, al calor del cual se hicieron grandes fortunas que todavía perduran hasta hoy. La Iglesia proporcionó una justificación ideológica para la esclavitud al dictaminar que los negros no tenían alma, por lo que no podían ser considerados seres humanos y tenían así la misma consideración jurídica del ganado: el propietario de un negro podía matarlo cuando le viniese en gana como se mata a un animal sin tener la consideración de asesinato; podía molerlo a palos o vender a sus hijos como se venden los corderos o los terneros. La Iglesia católica ha apoyado a los más violentos regímenes fascistas y totalitarios del s. XX, brutales dictaduras militares, etc. no solo en Europa sino en todos los continentes del mundo. La Iglesia, por el enorme período de tiempo que lleva actuando, y por el inconmensurable poder del que ha gozado y todavía goza en la actualidad, es con toda seguridad la institución que más daño ha hecho y más injusticias, crímenes y atrocidades ha cometido en toda la historia de la humanidad.

miércoles, 14 de julio de 2010

La Iglesia promueve la homofobia.

La Iglesia, basándose en arcaicos e inamovibles dogmas, sostiene empecinadamente que la homosexualidad es un "pecado", y que los homosexuales ofenden a Dios con sus actos.

¿Cómo se puede ofender a un ser, como el dogma supone que es Dios, omnipotente, omnisciente e infinitamente bueno y misericorde? Carece por completo de sentido; de existir un ser con esos mágicos atributos, por fuerza tendría que estar muy por encima de todo eso.

La realidad es que la doctrina del pecado no es más que una poderosa herramienta de control mental, diseñada expresamente para someter a las personas a través del terror, atemorizándolos con la amenaza de que si no hacen lo que la Iglesia ordena, padecerán horribles torturas durante toda la eternidad en el infierno.

Conventos de vergüenza.

La Iglesia es una institución de poder con una cultura multisecular de represión, silencio, secreto, oscurantismo, violencia y brutalidad. Son millones las personas que han sufrido la represión de la Iglesia en sus propias carnes a lo largo de las historia; y son muchas más las que la seguirán padeciendo en los siglos venideros.


Para Dios la mujer es inferior al hombre.

La doctrina religiosa sostiene que la Biblia es la palabra revelada de Dios. Pues bien, desde la primera página de la Biblia, y constantemente a lo largo de toda ella, Dios nos dice que la mujer es inferior al hombre. A ver quién se atreve a contradecir la palabra de Dios, con las malas pulgas que se gasta tan ilustre señor.

Ya en el primer capítulo del primer libro de la Biblia, el Génesis, Dios nos dice que creó en primer lugar al hombre, y sólo tras ver que no era bueno que estuviese sólo (inciso: si aceptamos, como sostiene el dogma religioso, que Dios es ominisciente, bien pudo haberlo previsto antes, si no para que demonios le sirve a Dios su omnisciencia), sólo tras ver que no era bueno que el hombre estuviese solo, repito, Dios decidió crear a la mujer. Es decir, Dios nos dice que la mujer no sólo ocupa un lugar secundario respecto del hombre, sino que se se encuentra subordinada a éste.

Además, en la Biblia, Dios nos dice que creó a la mujer a partir de una costilla del hombre; lo que significa que la mujer no sólo ocupa un lugar secundario y subordinado al hombre, sino que es un subproducto de éste.

Tan sólo un par de páginas más adelante, Dios nos relata cómo es la mujer la que desobedece su mandato de no comer el fruto del árbol prohibido, tentanto e incitando al hombre a comer igualmente. Es decir, la mujer es la culpable del pecado original, castigo divino por el que toda la humanidad, miles de millones de personas nacidas y todavía por nacer, sufrirán toda clase de calamidades durante siglos y más siglos. Es la mujer la que quebranta el mandato divino, la malvada e instigadora que corrompe al hombre haciéndole pecar.

La Biblia está plagada de pasajes en los cuales Dios nos dice taxativamente que la mujer es inferior al hombre. Habrá que hacerle caso, si no queremos que se enfade con nosotros y nos envíe al infierno a padecer horribles torturas durante toda la eternidad. La Iglesia, que se rige por los dogmas inamovibles recogidos en la Biblia, sigue sosteniendo empecinadamente que, dado que las mujeres son infieriores al hombre como Dios nos asegura, no están capacitadas para ejercer el sacerdocio ni por supuesto ocupar puestos en la jerarquía, tales como obispo, arzobispo, cardenal, papa... ¿papa? ¿Un papa hembra? ¡A quién se le ocurre, por Dios! ¡Blasfemia! ¡Hereje! ¡A la hoguera!