En el siglo V los cristianos tenían la entrañable costumbre de atacar a las comunidades judías durante la Semana Santa y quemar sus sinagogas. En el Cuarto Concilio de Letrán, convocado por Inocencio III en 1215, les fue impuesta a los judíos la obligación de llevar cosido a la ropa un distintivo amarillo, ¡SIETE siglos antes de que lo hicieran los nazis ya lo hacían los cristianos! Los nazis no inventaron absolutamente nada, simplemente se limitaron a copiar lo que los cristianos hicieron la friolera de siete siglos antes.
En el siglo XII nació lo que más tarde se daría en llamar el "libelo sangriento", es decir la creencia de que los judíos torturaban y sacrificaban a niños cristianos, que practicaban crímenes rituales, sacrificios humanos y profanación de hostias. De nuevo la propaganda nazi no inventó nada, simplemente recogía rumores y creencias multiseculares creadas por los cristianos en contra de los judíos. El papa Pablo IV instituyó los guetos para los judíos; los nazis no inventaron nada.
En Roma los papas celebraron durante siglos una ceremonia antijudía en su camino hacia la basílica de San Juan de Letrán. Durante la liturgia del Viernes Santo del Misal romano, el celebrante rogaba por los "pérfidos judíos" y pedía que "Dios retire el velo que cubre sus corazones, de forma que también ellos puedan reconocer a nuestro Señor Jesucristo". Esta oración siguió en vigor hasta que fue abolida por el papa Juan XXIII (1958-1963), es decir hasta hace cuatro días como quien dice; el nazismo ya era historia pero los cristianos seguían con su tradicional antijudaísmo; Juan XXIII pidió perdón por el tradicional antijudaísmo cristiano.
El tradicional antijudaísmo cristiano creó el clima apropiado que desembocaría finalmente en la Solución Final nazi. Entre 1881 y 1882 aparecieron acusaciones de crímenes rituales en la principal revista de los jesuitas, Civiltà Cattolica, donde se aseguraba que los infanticidios con motivo de las celebraciones pascuales eran "práctica común" en el Este europeo, y que el uso de la sangre de un niño cristiano era una ley general; según los jesuítas los judíos cada año crucificaban a un niño y para que el sacrificio sea efectivo "el niño debe morir en el tormento".
Los denominados Padres de la Iglesia, los grandes escritores cristianos de los seis primeros siglos de la cristiandad, dieron abundantes pruebas de antijudaísmo. "La sangre de Jesús -escribía Orígenes- caerá no sólo sobre los judíos de aquel tiempo, sino sobre todas sus generaciones hasta el fin de los tiempos". Y san Juan Crisóstomo afirmaba: "La sinagoga es un burdel, un escondrijo para bestias inmundas". Un discurso que perfectamente podrían firmar Hitler, Himmler o Heydrich.