La Iglesia, basándose en arcaicos e inamovibles dogmas, sostiene empecinadamente que la homosexualidad es un "pecado", y que los homosexuales ofenden a Dios con sus actos.
¿Cómo se puede ofender a un ser, como el dogma supone que es Dios, omnipotente, omnisciente e infinitamente bueno y misericorde? Carece por completo de sentido; de existir un ser con esos mágicos atributos, por fuerza tendría que estar muy por encima de todo eso.
La realidad es que la doctrina del pecado no es más que una poderosa herramienta de control mental, diseñada expresamente para someter a las personas a través del terror, atemorizándolos con la amenaza de que si no hacen lo que la Iglesia ordena, padecerán horribles torturas durante toda la eternidad en el infierno.