martes, 27 de julio de 2010

Cayetano Ripoll.

Víctor Manuel Casco Ruiz.

Cuando Juan Antonio Llorente (1) daba a la imprenta los dos primeros volúmenes de su inconclusa “Historia de la Inquisición” poco podía sospechar que, al listado de condenados que él se estaba esforzando por completar desde su privilegiada situación (había desempeñado hasta 1801 el cargo de Secretario General de la Inquisición) aún se le podría añadir en 1826 una nueva – y última – víctima: el maestro Cayetano Ripoll, mi santo de esta semana.

Cayetano Ripoll había nacido en Solsona, en 1787. Maestro de escuela, tiene el trágico honor de haber sido la última víctima de la Inquisición española, abolida por el rey José I y también por las Cortes de Cádiz, pero restaurada por el rey felón Fernando VII. Ripoll habría de morir en la horca, ejecutado en Valencia el 31 de julio de 1826.

Ripoll había luchado contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Hecho prisionero, en Francia tuvo relación con los grupos liberales y se adscribió al deísmo. Pudo regresar al fin a España y ejercer su profesión de maestro.

España vivía el espejismo del trienio liberal: pareciera que Fernando VII, quien había abdicado de su trono en favor de José I y había vivido muy cómodo de las rentas que Bonaparte le entregara, despreocupado totalmente de la guerra hasta que, ya en las postrimerías de la derrota de las armas francesas, decide subirse al carro de los nuevos vencedores y acepta jurar la Constitución de Cadiz a cambio de reinar (para luego romper su juramento), acepta por fin un gobierno liberal que pretende modernizar España. Duró poco el sueño: Fernando VII se pone en manos de un ejército extranjero (los 100.000 hijos de San Luis) quienes entran en el país, derrotan a los liberales y le permiten poder gobernar desde el más estricto absolutismo. Las ejecuciones se suceden.

Y será precisamente en 1824 cuando Ripoll sea denunciado ante el Santo Oficio por no llevar a sus alumnos a misa, por sustituir la frase “Ave María” por “Las alabanzas pertenecen a Dios” en las oraciones del colegio y por su adscripción al deísmo.

Arrestado, encarcelado y juzgado fue condenado a la horca y a una hoguera simbólica: se colocó bajo la horca un barril con llamas pintadas. Fue ejecutado el 31 de julio de 1826. Sus restos fueron quemados posteriormente en el antiguo Cremador de la Inquisició.

Aún habría que esperar hasta 1834 para que un decreto suprimiese definitivamente el Tribunal de la Santa Inquisición (2) (3). Llegó tarde para Ripoll.

NOTAS

(1) Juan Antonio Llorente (1756-1823) había intentado reformar el Santo Oficio en 1794 (era su Secretario General desde 1789), pero la caída del ministro Jovellanos le impidió llevar a buen término su programa. Con José I participó en la Asamblea de Notables de Bayona y propugnó la abolición del Santo Oficio: el nuevo gobierno le encargó custodiar los archivos de la institución nombrándole Director General de Bienes Nacionales. Es entonces cuando empieza a publicar por volúmenes una “Historia de la Inquisición”. La derrota francesa le llevó al exilio, aunque regresaría durante el trienio liberal. Entre mis libros tengo su “Memoria histórica de la Inquisición”, el discurso de ingreso a la Academia de la Historia que pronunciara en 1811.

(2) Hay varios libros de historiadores contemporáneos sobre esta institución eclesiástica. Yo recomiendo el de Henry Kamen “La Inquisición española”.

(3) La Inquisición fue reconvertida en la Iglesia Católica en la “Congregación para la Doctrina de la Fe” – el actual Papa fue, hasta su “elevación”, secretario de la misma. La Congregación ha servido fundamentalmente para juzgar y acallar las disidencias dentro de la propia Iglesia (ya que no podía hacerlo fuera, entre el laicado): los teólogos de la Liberación o Hans Küng han sido sus últimas víctimas. El Índice de Libros Prohibidos se mantuvo vigente durante todo el siglo XIX y parte del XX. En el Índice se encuentran, por ejemplo, “El origen de las especies” de Charles Darwin, los escritos de Voltarie o literatos como Alejandro Dumas, Emile Zola o Stendhal … sin embargo ”Mi lucha” de Adolf Hitler no mereció figurar en el mismo.

Fuente: http://blogs.tercerainformacion.es/victorcasco/2010/07/03/santoral-5-cayetano-ripoll/